jueves, abril 30, 2020

Paparruchas 05


EPIDEMIAS

No es ninguna novedad, México lleva, al menos, desde los sismos de 2017 enfrentando una epidemia de noticias falsas.
            Ocurrió lo mismo cuando la Caravana de Migrantes que arribará a nuestro país en los últimos meses de 2018 que durante la campaña electoral de aquel año y desde los primeros días de la actual presidencia, como en cada coyuntura delicada que la administración obradorista ha enfrentado.
            En cada ocasión, los principales creadores-difusores de las notas falaces han sido personajes ligados a la derecha política del país, intelectuales autoproclamados “independientes” y supuestos “luchadores sociales” de “verdadera izquierda” (presuntamente “radical” y distinta, por supuesto, a la “partidista”).
            Al tiempo que son reproducidas en redes sociales y servicios de mensajería inmediata por cuentas que, en la mayoría de los casos, corresponden al perfil relacionado a los conocidos como “bots” (cuentas con años de estar registrados en la red social, con nombres y avatares genéricos y con pocos o ningún seguidor, y cuya únicas actividades son compartir contenidos de terceros y acosar a activistas sociales).
            La finalidad de esto ha sido siempre la misma, minar la credibilidad del adversario político a la voz de “difama, que algo queda”, para intentar capitalizar el artificial “descontento social” así creado, intentando establecer un ambiente informativo tan enrarecido como los que llevaron a Trump, Jhonson o Bolsonaro en sus respectivos países.
            En la actual coyuntura la creación y difusión de las noticias falsas ha seguido el mismo patrón, con el agregado de cada nueva nota falaz podría, en los hechos, costar vidas.

Es lo mismo para las voces que “claman” por la aplicación masiva de “Pruebas” (misma que ya ha sido estimada como inútil por prácticamente cualquier autoridad médica nacional o internacional) y la adquisición de “pruebas rápidas” (cuya inutilidad ya ha sido demostrada), que quienes un día pregonan que los casos mortales son muchos más que los anunciados de manera oficial y al otro afirman que, en realidad, la peligrosidad del virus es mucho menor a la que la ciencia le atribuye.
            No son las únicas formas que las notas falsas toman en estos días, también han intentado crear una falsa imagen de “caos social” con “saqueos a supermercados” que no llegan más allá que la extracción de unos muy pocos productos en locales geográficamente aislados, por parte de grupos minúsculos que casi siempre son rápidamente localizados y desarticulados.
            Lo mismos se han inventado “filtraciones” sobre la salud y vida privada de quien se ha alzado como el principal protagonista gubernamental durante la emergencia sanitaria, el Dr. Hugo López-Gatell, que supuestas “saturaciones” hospitalarias y hasta “curas que el gobierno no quiere comprar”.
            De entre todas éstas, la que mayor eco ha encontrado en la población ha sido la exageración de un desabasto de insumos médicos, particularmente de equipos de protección como mascarillas clínicas o caretas trasparentes. Desabasto real, pero mucho menor al que se ha querido hacer creer.

En todos los casos, lejos de conseguir su objetivo (al día de hoy y de acuerdo a las últimas encuestas, entre el 70 y poco más del 80% de la población califica como “acertada” la forma en que el gobierno federal ha abordado la emergencia sanitaria), las noticias falsas han provocado ataques y discriminación al personal de salud (médicos, enfermeras, laboratoristas y hasta trabajadores de limpieza) por “riesgo de contagio”, compras de medicamentos empleados en el tratamiento de otras enfermedades (porque supuestamente “curan el COVID-19”) y hasta la quema de colonias de murciélagos endémicos de México (que no tienen ninguna relación con el virus Sars-COV-2).
            A pesar de ello. En realidad, precisamente por ello, se seguirán creando y propagando noticias falsas, siempre desde los mismos actores y por los mismos medios... Porque a los “periodistas”, “intelectuales independientes”, “activistas de verdadera izquierda” y figuras de la derecha les importa poco o nada la salud de la población y la vida de los demás.
            Para ellos es preferible que la cantidad de muertes se multiplique y llegue a niveles de las registradas en Estados Unidos... Porque en su psicópata visión, cada muerte es un peldaño que les acerca a su objetivo; el regreso al poder político.
            Por eso no se debe dejar pasar las notas falsas por una malentendida “libertad de expresión”, sino señaladas como lo que son; parte articulada de un discurso de odio que puede costar vidas.

Mario Stalin Rodríguez

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jueves, abril 23, 2020

Siempre Mujeres 07


CONQUISTA Y COLONIA
Pueblos indígenas actuales
(Eréndira Ikikunari –La Invencible-, de acuerdo a su posible representación en el códice “Relación de Michoacán”)

Como ya se ha establecido, las mujeres desempeñaron roles de gobierno y como guerreras en las sociedades indígenas que entraron en contacto con los conquistadores europeos a la llegada de estos al continente americano.
            Entonces, ¿por qué a partir de los periodos de conquista y colonia y hasta tiempos muy recientes, se tenía la concepción de que en estos pueblos, por lo general, las mujeres tenían roles sacerdotales o meramente domésticos?
            Ello, como ya se ha sugerido, puede deberse a deformaciones intencionadas en el registro que sobre estas culturas llevaron a cabo diversos cronistas españoles. Deformación que no puede ser explicada sólo por la contaminación ideológica que la religión católica influía sobre ellos, sino por cuestiones políticas bastante terrenales.

Para la mayoría de las personas, cuando se habla del papel de la mujer durante los periodos de conquista y colonia en México, es probable que la primer figura que se le venga a la mente es la de “La Malinche”, cuyo nombre se ha asociado históricamente a los conceptos de “traición” y “entreguismo”.
            Sin embargo, el sustento histórico y la historia que conocemos de la personaje no parecen respaldar en lo absoluto esta asociación.
            No puede hablarse de una “traición” cuando Malitzin no pertenecía al colectivo al que presuntamente traicionara, los mexicas, sino a un pueblo agredido y esclavizado por éste y sus aliados.
            No puede hablarse de “entreguismo” cuando no es ella quien decide entregarse a los conquistadores castellanos, sino que es obsequiada como esclava a estos como parte de uno de los acuerdos políticos que Cortes celebró con diversos caciques indígenas.
            (En este sentido, también es absurdo hablar de que ella “eligiera” emparejarse con quien, finalmente, era su captor y a quien fue entregada en contra de su voluntad)
            En este punto, conviene recordar que si bien la conquista europea del territorio actual de México no estuvo exenta de episodios sangrientos y violencia, buena parte de ésta se llevó a cabo a través de acuerdos con distintos gobernantes indígenas, a fin de permitirles mantener ciertos privilegios a cambio de aliarse con la corona de Castilla.
            Y es documentable que buena parte de estos acuerdos, que salvaron vidas y permitieron la continuidad cultural que da sustento a la realidad multicultural y poliétnica actual de México, se deben a la intervención de Malitzin y otras figuras que desempeñaron papeles similares.
            Y es precisamente la intervención de ella en estos acuerdos, como intérprete e intermediaria, lo que permite negar el que las mujeres tuvieras papeles meramente simbólicos entre los pueblos indígenas contemporáneos a la conquista europea, pues de ser así, no se le hubiera permitido asistir a la celebración de los mismos y su papel habría sido cubierto por nobles o guerreros varones.
            La asociación de su figura a los conceptos antes citados, proviene, entonces, no del papel que realmente desempeñó durante la conquista, sino de interpretaciones posteriores que la emplean para crear un imagen análoga a la Eva bíblica; presentando a la mujer indígena como “causante” de todos los males que enfrentaban estos pueblos durante el periodo colonial.
            Y ello, como se verá, obedece a la intención manifiesta de borrar a las mujeres de los círculos de decisión y gobierno entre los pueblos indígenas.

Pero, antes de llegar a ello, conviene subrayar que así como las mujeres jugaron un papel preponderante en los acuerdos entre los conquistadores europeos y los pueblos indígenas, también lo hicieron en la resistencia a la conquista europea.
            Un ejemplo de ello es la figura de Eréndira, una presunta princesa puerépecha que habría encabezado a un grupo guerrillero de esta etnia en el territorio de lo que actualmente es el estado de Michoacán.
            Si bien es probable que el personaje sea por completo ficticio, ya que su primer mención data de una obra literaria escrita ya en el México independiente y se extrae, presuntamente, de una tradición oral no registrada en ninguna otra fuente anterior y de una única figura presente en el códice de la “Relación de Michoacán”. Sí es demostrable que en los tiempos de la conquista, había mujeres gobernantes y guerreras no sólo entre los purépechas, sino en varias otras culturas indígenas.
            No es descabellado, entonces, suponer que varias de estas mujeres hayan participado activamente y hasta como dirigentes de grupos que se opusieron a la dominación colonial.
            Oposición que no sólo tomó forma violenta, sino que incluso se valió del propio sistema colonial para reivindicar los derechos de los pueblos indígenas en general y de varias figuras femeninas en particular.

Y es aquí cuando entran los intereses políticos de la corona de Castilla y Aragón.
            Como queda escrito, parte de la conquista europea se debe a los acuerdos que los conquistadores europeos celebraron con ciertos cacicazgos indígenas, a fin de permitirles conservar privilegios y canonjías.
            Cacicazgos que podrían haber sido encabezados por mujeres desde un principio o que fueron heredados por algunas ya en tiempos coloniales.
            Sobra decir que, en aquel entonces, el derecho imperante en la península ibérica negaba la posibilidad de que las mujeres desempeñaran labores de gobierno o que heredaran títulos y propiedades, por lo que cuando algún cacicazgo indígena era heredado por una mujer, las autoridades coloniales no lo reconocían y otorgaban el título y los privilegios a varones incondicionales.
            Sin embargo, la prevalencia de usos y costumbres precolombinos entre diversos pueblos indígenas, particularmente mixtecos, purépechas y mayas, pero también de otras etnias menos numerosas, en los que la dinastía se trasmitía por vía materna, provocó múltiples conflictos en los que la gente no reconocía la autoridad otorgada a un varón por el gobierno colonial.
            Cuando estos conflictos se daban de forma violenta, eran reprimidos rápidamente por las tropas europeas y sus aliados indígenas de pueblos cercanos... Sin embargo, no pocas veces el conflicto era llevado a los tribunales coloniales, llegando incluso a presentarse ante los de Castilla en contadas ocasiones.
            Se sabe que en varias de estas ocasiones, de hecho, los casos fueron ganados por las mujeres; obligando a las autoridades coloniales a reconocerles los derechos de sucesión y heredad.
            En otras ocasiones, se encontraba una forma de darle vuelta a una sentencia que, aunque les negaba formalmente estos derechos, en los hechos se los otorgaba (ya fuera a través de matrimonios de conveniencia o por la creación de figuras familiares artificiales).
            Estos litigios suponían grandes problemas para las cortes de Castilla, ya que si mujeres indígenas podían ser reconocidas como herederas y gobernantes (así fuera a nivel de cacicazgos), ¿por qué entonces se les seguían negando estos reconocimientos a las hijas de la nobleza peninsular?
            El hacerlo, por supuesto, habría supuesto agregar un factor de desestabilización al ambiente, de por sí convulso, de las coronas europeas y sus intrigas palaciegas.
            De ahí, entonces, la implementación de una campaña para invisibilizar estos casos cuando llegaban a darse (el conocerlos y ubicarlos en los documentos legales coloniales, es una labor de reconstrucción a partir de menciones marginales) y desincentivar el que pudieran darse en el futuro, a través de la educación evangélica de la élite indígena y la introducción de figuras femeninas funestas en el imaginario de la comunidad indígena.
            A pesar de ello, las mujeres siguieron desempeñando pápeles relevantes al interior de estos pueblos, aunque cada vez de manera más marginal.

Conforme nos extendemos en el análisis del papel que las mujeres en general y que ciertas figuras femeninas en particular, desempeñaron en el devenir histórico y cultural de la sociedad mexicana desde tiempos prehistóricos y hasta nuestros días, resulta evidente que éste no era secundario ni subordinado.
            Que el ubicarles como figuras limitadas a funciones domésticas, sacerdotales o de cuidado, es un asunto mucho más de ideología que de sustento histórico real.
            Y el entender la sociedad actual de México pasa, necesariamente, por liberarse de esta carga ideológica y reconstruir la historia real de nuestros pueblos; haciendo visibles a las figuras que hasta hoy habían sido invisibilizadas.

Mario Stalin Rodríguez
Asesor Educativo
Museo Nacional de Antropología

Siempre Mujeres. Mujeres y migración” es un ciclo de charlas que se impartirán a lo largo del año en el Museo Nacional de Antropología, como parte del programa Noches de Museo del Departamento de Comunicación Educativa, de acuerdo a un calendario que será reprogramado una vez superada la actual emergencia sanitaria.

Referencias
Barreto, R. A. C. (2009, octubre 17). Eréndiras de leyenda y carne y hueso. Recuperado 23 de abril de 2020, de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-39292010000300004
Córtes Sánchez, M. C. (2018). EL LITIGIO DE DOÑA CATALINA DE PERALTA POR EL CACICAZGO DE TEPOSCOLULA, MIXTECA ALTA, OAXACA, 1566 -1569. Ciudad de México, Ciudad de México: UNAM.
Palma, M. (s. f.). Malinche. El malinchismo o el lado femenino de la sociedad. Recuperado 23 de abril de 2020, de http://www.ub.edu/SIMS/pdf/GeneroClaseRaza/GeneroClaseRaza-04.pdf

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miércoles, abril 15, 2020

Siempre Mujeres 06


GRANDES CIVILIZACIONES (02)


(Mujer guerrera del altiplano central, de acuerdo a las representaciones de las llamadas Piedras de Tizoc y del Ex-Arzobispado)

Si hasta ahora hemos abordado culturas de las que conocemos, principalmente, sus vestigios arqueológicos y, a partir de estos, interpretar el papel que las mujeres desempeñaban en cada una, no sucede así con el último de los grandes imperios precolombinos en el territorio de lo que hoy es México y los pueblos contemporáneos a éste.
            Esto obedece al contacto directo que estas civilizaciones tuvieron con los conquistadores europeos y los registros que estos últimos dejaron sobre los habitantes de estas tierras.
            Sin embargo, es justamente por los testimonios de los conquistadores europeos que durante muchísimo tiempo el conocimiento sobre estos pueblos se vio tergiversado, pues las observaciones y registros europeos estaban profundamente contaminados por la ideología y religión imperante en aquel entonces en la península ibérica.
            Es hasta tiempos relativamente recientes que se ha podido ir dejando atrás estas interpretaciones para acercarnos a lo que realmente era estas sociedades.

Para entender el panorama en el actual territorio mexicano a la llegada de los ibéricos, es necesario remontarnos hasta el 511 d.C. con la primera gran migración desde la Gran Chichimeca hacia el altiplano central.
            Migración que, después de poco más de 100 años y por contacto con pueblos de influencia teotihuacanizante, dio origen a la cultura conocida como Tolteca, quienes ocuparon durante relativamente poco tiempo el papel como civilización hegemónica en este territorio, recuperando incluso el contacto comercial con pueblos de la zona maya.
            Fueron sus contradicciones internas y el enfrentamiento constante con otros pueblos, lo que finalmente dio píe a su división en ciudades estado, contactos y enfrentamientos entre ellas y con otros pueblos como los totonacos, los huastecos, los mayas, los zapotecas y un larguísimo etcétera.
            Es a este escenario al que llega la última gran migración Chichimeca hacia el año 1325 d.C., misma que devendrá en el pueblo Mexica y en el imperio que éste encabezaría.

Si bien se conoce a ciencia cierta la cronología de los gobernantes toltecas y mexicas y es cierto que todos fueron varones, ello no presupone, como se consideró durante muchísimo tiempo, que las mujeres hayan tenido un papel meramente doméstico en estas culturas.
            Como queda escrito, esta interpretación se debe no a los vestigios arqueológicos dejados por estas culturas o los documentos precolombinos que de ellas se conservan, sino a la visión ideológica y religiosamente contaminada de los conquistadores europeos.
            Esto se hace evidente al considerar que en múltiples pueblos contemporáneos, como los huastecos, los zapotecos, los mayas y etcétera, las mujeres se desempeñaban como gobernantes y guerreras, ¿por qué entonces suponer que en las culturas hegemónicas no tenían roles relevantes?

Un buen ejemplo de ello son las figuras conocidas como cihuateteos, asociadas hasta hace poco a mujeres muertas en parto y quienes serían las guardianas míticas del sol durante su recorrido por la bóveda celeste.
            Sin embargo, esta versión no proviene de ningún documento precolombino, sino de interpretaciones registradas por Sahagún y otros cronistas castellanos, quienes ni siquiera tomaron contacto con estas culturas directamente, sino que llegaron a los territorios americanos hasta tiempo después de concretada la conquista y trataron casi exclusivamente con indígenas evangelizados o en proceso de evangelización.
            Pero la iconografía de las figuras habla de otra cosa, ya que sus tocados y la presencia de otros elementos, hablan no de figuras asociadas al parto, sino de guerreras.
            Y hay muchas otras evidencias que hablan de la existencia de mujeres guerreras entre los pueblos nahuas del centro de lo que hoy es México, tales como varias de las figuras de gobernantes y guerreras que pueden verse en las llamadas piedras de Tizoc (entre 1481 y 1486) y del Ex-Arzobispado o de Moctezuma (entre 1440 y 1469).
            Además de la presencia de figuras de probables mujeres guerreras en múltiples códices precolombinos y de tiempos de la conquista y coloniales.
            Incluso en testimonios de europeos que sí estuvieron durante la conquista hablan de que la última defensa de Tenochtitlan fue realizada por mujeres ataviadas con ropajes de guerra.

El cúmulo de evidencias que hablan sobre mujeres que desempeñaban funciones guerreras y hasta de gobernanza en la cultura mexica y otros pueblos contemporáneos, es tan grande, que el que se negara su existencia hasta hace poco no puede explicarse sino por la tergiversación ideológica de los conquistadores europeos.
            Tergiversación que se explica no sólo por la contaminación religiosa que su visión podría haber tenido, sino por marcados intereses políticos de la corona de Castilla y Aragón, que serán abordados en la próxima entrega de esta serie.

Mario Stalin Rodríguez
Asesor Educativo
Museo Nacional de Antropología

Siempre Mujeres. Mujeres y migración” es un ciclo de charlas que se impartirán a lo largo del año en el Museo Nacional de Antropología, como parte del programa Noches de Museo del Departamento de Comunicación Educativa, de acuerdo a un calendario que será reprogramado una vez superada la actual emergencia sanitaria.

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jueves, abril 09, 2020

Siempre Mujeres 05

GRANDES CIVILIZACIONES (01)
(K’anb’al Xook, de acuerdo a su representación en los dinteles 24, 25 y 26 de Yaxchilán)

Como queda establecido en las anteriores entregas de esta serie, es difícil establecer a ciencia cierta los roles que las mujeres desempeñaban en las primeras civilizaciones del territorio de lo que hoy es México.
            Sin embargo, los vestigios arqueológicos de las primeras culturas urbanas de corte comerciantes-militaristas (como lo fueron las conocidas como olmeca y teotihuacana)  permiten suponer que el rol social de las mujeres en éstas era mucho más complejo del que hasta hace poco se aceptaba.
            Y, si bien es cierto que todo ello es una interpretación tan válida como cualquier otra que tuviera sustento en los mismos vestigios, la lógica de ésta se puede ver respaldada al analizar el papel de las mujeres en otras sociedades y culturas, con las que tanto olmecas como teotihuacanos tuvieron lazos comerciales, políticos y culturales y cuya continuidad histórica y cultural  han permitido conocer más a profundidad.

Aunque la idea de que los pueblos mayas fueron una especie de aprendices-herederos de los olmecas ha sido descartada desde hace ya tiempo, aceptándose de manera general que estos pueblos tienen evoluciones convergentes. Sí es comprobable que llegan a tener contactos comerciales y culturales en tiempos tan tempranos como el Preclásico (al menos hacia el 1,500 o 1,200 a.C., cuando aparecen las primeras urbes en la zona maya).
            También es cierto que los mayas no son una cultura homogénea, sino un conjunto bastante grande de pueblos relacionados entre sí por un origen común, pero que a lo largo de la historia fueron diferenciándose entre sí tanto en su idioma como en su organización social, por lo que toda generalización que se aplique a estos pueblos es, necesariamente, reduccionista.
            Sin embargo, sí es posible establecer ciertos rasgos que, si bien no identificables en todos los pueblos mayenses, sí  comunes a muchos y muy variados de estos.
            Uno de ellos es, por ejemplo, que el poder era heredado por vía materna.
            Es decir; quienes detentaban el poder y eran capaces de otorgarlo eran las mujeres.
            Así se ha comprobado en ciudades tan distintas como Uxmal, Yaxchilán, Palenque y muchas otras las que se ha comprobado la existencia de gobernantes femeninas en distintos periodos de su historia y a lo largo de prácticamente todos los horizontes históricos precolombinos (preclásico, clásico y postclásico).
            Lo que significa que más que hablar de la genealogía de los gobernantes mayas, como se viene haciendo incluso en nuestros días en los círculos especializados, deberíamos estar hablando de la de las reinas mayas.

Un buen ejemplo de ello, y obviamente no el único, es la historia de K’anb’al Xook, la Señora Tiburón, quien gobernara la ciudad de Yaxchilán (en lo que hoy es Chiapas) hacia el año 700 de nuestra era.
            Hasta hace poco tiempo la historia de la Señora Tiburón era, si acaso, una nota al píe en la historia de Escudo de Jaguar, quien fuera su esposo y muriera relativamente temprano sin haber tenido hijos con ella.
            En esta versión de la historia, a la muerte de Escudo de Jaguar, Pájaro Jaguar (quien afirmaba ser hijo del primero con una noble de Calakmul) ocupa el trono de la Yaxchilán... Salvo que entre la muerte de su presunto padre y su asenso al poder pasan entre seis y diez años en los que, parecería, nadie gobernó una de las principales ciudades imperialistas.
            Ello porque, como queda dicho, hasta hace poco habíamos estado contando mal la historia, al centrarnos en la genealogía de los gobernantes, en masculino y no en la de las gobernantes femeninas, quienes, como ha quedado establecido, eran las que detentaban el poder y podían, por tanto, heredarlo.
            En los dinteles y estructuras de Yaxchilán y en particular en la conocida como Estructura 23, se resalta la genealogía de la Señora Tiburón, no de su consorte, quién únicamente aparece cuando la gobernante le trasfiere su fuerza y linaje a través de un ritual de autosacrificio.
            Y, a la muerte de Garra de Jaguar, es ella quien continúa gobernando la ciudad y es sólo hasta su muerte a avanzada edad (para los estándares de la época) que Pájaro Jaguar puede asumir el poder en ésta y, aún así, se ve obligado a demostrar alguna relación con la Señora Tiburón, presentándose como hijo de su consorte y reivindicar su derecho a través del linaje femenino de su madre, Estrella Vespertina.
            Es decir, para los pueblos mayas, la historia se contaba por y a través de sus mujeres.

Y así como sucedía en la zona maya, en otras culturas que también tuvieron fuerte lazos comerciales y culturales con la ciudad que nosotros conocemos como Teotihuacán, las mujeres tuvieron roles destacados como gobernantes y guerreras.
            Tal es el caso de los mixtecos y zapotecos, que se desarrollaron el territorio de lo que hoy es el estado de Oaxaca y de quienes ya se ha hablado en estos bites en otros momentos.

Es decir; es posible establecer fundadamente que las mujeres jugaban papeles como gobernantes, sacerdotisas y guerreras desde los primeros grupos humanos que llegaron al continente americano.
            Y que así continuaron durante el proceso de sedentarización y hasta el surgimiento de las primeras civilizaciones urbanas-militaristas e incluso en las grandes urbes del periodo clásico.
            Muy probablemente, como se verá en la próxima entrega, continuaban desempeñando estos papeles en varios pueblos a la llegada de los conquistadores europeos.

Mario Stalin Rodríguez
Asesor Educativo
Museo Nacional de Antropología

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jueves, abril 02, 2020

Siempre Mujeres 04


PRIMERAS URBES II


(Diosa del Agua, de acuerdo a las representaciones de los murales de Tetitla y Tepantitla)

Si, como queda registrado, es difícil establecer a ciencia cierta el rol que las mujeres jugaron en las primeras sociedades imperialistas-mercantilistas del actual territorio mexicano (como lo fue la llamada olmeca), el asumir que estaban relegadas a funciones domésticas y/o de sacerdocio y no como gobernantes o guerreras es, en el mejor de los casos, un asunto de ideología interiorizada en la academia o, en el peor de escenarios, la invisibilización intencionada de las mujeres en la historia (lo cual, como se verá en futuras entregas, es más que evidente al abordar el estudio de culturas posteriores).
            Algo similar ocurre cuando se trata de culturas urbanas inmediatamente posteriores y relacionadas, directa o indirectamente, a la conocida como olmeca, ya sea por la destrucción de la mayoría de sus vestigios (v.b. Cuicuilco y otros pueblos del centro de lo que hoy es México, cuyos núcleos poblacionales fueron sepultados por la erupción del volcán Xitle) o por la tergiversación e intervención a la que estos han sido sometidos.
            El mejor ejemplo de lo último es, por supuesto, la gran urbe conocida como Teotihuacán, en territorio de lo que hoy es el Estado de México.

En general, la mayoría de lo que se conoce sobre esta urbe y su sociedad es, en palabras llanas, especulación; misma que se ve contaminada en mayor o menor medida por la imagen mitificada que de ésta ciudad tuvieron pueblos posteriores como los toltecas y mexicas (de hecho, el nombre “Teotihuacán” le es dado por los mexicas) o por malas interpretaciones arqueológicas (el nombre de sus principales edificaciones, como las “pirámides” del “sol” y de la “luna” o la “calzada de los muertos”, son claros ejemplos de ello).
            Así, es difícil establecer los roles que mujeres y hombres jugaban en esta sociedad y sobre quién caían, por ejemplo, las actividades de gobernanza o si el género o sexo era indistinto para el ejercer éstas.
            Tanto más, aparentemente en esta sociedad, al contrario de lo que sucede en otras contemporáneas y posteriores, el culto al gobernante era escaso o básicamente inexistente, ya que no ha sido posible establecer la identidad ni cronología de quienes ejercieron éste papel.
            (Se cree que el túnel bajo el Templo de la Serpiente Emplumada podría arrojar alguna luz sobre este tema, pero pasarán varios años antes de que los estudios en éste puedan arrojar algún dato concluyente).
            Lo que sí es posible establecer, dada su arquitectura monumental y los murales con los que adornaban sus casas habitación, es que la religiosidad y el culto a las divinidades eran parte importante de su vida cotidiana y que, entre estas divinidades, las figuras femeninas y masculinas tenían roles equivalentes y no necesariamente subordinados.
            Suponer, por ejemplo, que la deidad femenina de las aguas terrestres (a quien culturas posteriores bautizarían como Chalchiuhtlicue) era “menos importante” o “subordinada” al dios de las tormentas (que pueblos posteriores llamarían Tlaloc), como era aceptado hasta hace poco tiempo en los propios medios académicos, no se sustenta en el análisis iconográfico de las representaciones de ambas deidades ni en el número o tamaño de éstas, sino en ideología.
            La diosa se encuentra presente en varios murales y relieves (Tetitla, Tepantitla y en la propia Teotihuacán) y a ella se dedicaron varias esculturas monolíticas monumentales (de hecho, es probable que el monolito conocido como Tlaloc del Museo Nacional de Antropología, en realidad sea una representación de esta diosa), lo que habla de un culto importante dedicado a ella como tal y no como “advocación femenina” o “subordinada” de una deidad masculina.
            Tanto más, algunos de los vestigios con los que hasta hace poco se “respaldaba” esta “subordinación”, en realidad poca o ninguna relación tienen con la deidad masculina, por ejemplo; el llamado mural del “Tlalocan” (Paraíso de Tláloc), en el que la figura presentada es, de hecho, la diosa de las aguas terrestres y no su contraparte masculina.
            Y, en la parte baja de este mural, aunque la mayoría de las figuras que se presentan podrían ser masculinas, las pocas que son marcadamente femeninas (por la presencia de senos), tienen roles de sacerdocio o míticos (esparciendo los regalos y bondes del agua) y no actividades cotidianas, agrícolas o domésticas (que se presentan realizadas por figuras probablemente masculinas).

Lo que se interprete de lo anterior es, como quedó establecido desde un principio, una mera especulación que puede estar más o menos respaldada en los vestigios físicos que esta civilización dejó antes de su abrupta desaparición alrededor del año 650 de nuestra era.
            Para arrojar mayor luz sobre el rol que las mujeres jugaban en esta cultura, es necesario trasladarse al estudio de otros pueblos fuertemente relacionados a la urbe y sobre lo que se poseen mayores conocimientos, mismos qure se abordarán en la próxima entrega de esta serie.

Mario Stalin Rodríguez
Asesor Educativo
Museo Nacional de Antropología

Siempre Mujeres. Mujeres y migración” es un ciclo de charlas que se impartirán a lo largo del año en el Museo Nacional de Antropología, como parte del programa Noches de Museo del Departamento de Comunicación Educativa, de acuerdo a un calendario que será reprogramado una vez superada la actual emergencia sanitaria.

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