jueves, abril 02, 2020

Siempre Mujeres 04


PRIMERAS URBES II


(Diosa del Agua, de acuerdo a las representaciones de los murales de Tetitla y Tepantitla)

Si, como queda registrado, es difícil establecer a ciencia cierta el rol que las mujeres jugaron en las primeras sociedades imperialistas-mercantilistas del actual territorio mexicano (como lo fue la llamada olmeca), el asumir que estaban relegadas a funciones domésticas y/o de sacerdocio y no como gobernantes o guerreras es, en el mejor de los casos, un asunto de ideología interiorizada en la academia o, en el peor de escenarios, la invisibilización intencionada de las mujeres en la historia (lo cual, como se verá en futuras entregas, es más que evidente al abordar el estudio de culturas posteriores).
            Algo similar ocurre cuando se trata de culturas urbanas inmediatamente posteriores y relacionadas, directa o indirectamente, a la conocida como olmeca, ya sea por la destrucción de la mayoría de sus vestigios (v.b. Cuicuilco y otros pueblos del centro de lo que hoy es México, cuyos núcleos poblacionales fueron sepultados por la erupción del volcán Xitle) o por la tergiversación e intervención a la que estos han sido sometidos.
            El mejor ejemplo de lo último es, por supuesto, la gran urbe conocida como Teotihuacán, en territorio de lo que hoy es el Estado de México.

En general, la mayoría de lo que se conoce sobre esta urbe y su sociedad es, en palabras llanas, especulación; misma que se ve contaminada en mayor o menor medida por la imagen mitificada que de ésta ciudad tuvieron pueblos posteriores como los toltecas y mexicas (de hecho, el nombre “Teotihuacán” le es dado por los mexicas) o por malas interpretaciones arqueológicas (el nombre de sus principales edificaciones, como las “pirámides” del “sol” y de la “luna” o la “calzada de los muertos”, son claros ejemplos de ello).
            Así, es difícil establecer los roles que mujeres y hombres jugaban en esta sociedad y sobre quién caían, por ejemplo, las actividades de gobernanza o si el género o sexo era indistinto para el ejercer éstas.
            Tanto más, aparentemente en esta sociedad, al contrario de lo que sucede en otras contemporáneas y posteriores, el culto al gobernante era escaso o básicamente inexistente, ya que no ha sido posible establecer la identidad ni cronología de quienes ejercieron éste papel.
            (Se cree que el túnel bajo el Templo de la Serpiente Emplumada podría arrojar alguna luz sobre este tema, pero pasarán varios años antes de que los estudios en éste puedan arrojar algún dato concluyente).
            Lo que sí es posible establecer, dada su arquitectura monumental y los murales con los que adornaban sus casas habitación, es que la religiosidad y el culto a las divinidades eran parte importante de su vida cotidiana y que, entre estas divinidades, las figuras femeninas y masculinas tenían roles equivalentes y no necesariamente subordinados.
            Suponer, por ejemplo, que la deidad femenina de las aguas terrestres (a quien culturas posteriores bautizarían como Chalchiuhtlicue) era “menos importante” o “subordinada” al dios de las tormentas (que pueblos posteriores llamarían Tlaloc), como era aceptado hasta hace poco tiempo en los propios medios académicos, no se sustenta en el análisis iconográfico de las representaciones de ambas deidades ni en el número o tamaño de éstas, sino en ideología.
            La diosa se encuentra presente en varios murales y relieves (Tetitla, Tepantitla y en la propia Teotihuacán) y a ella se dedicaron varias esculturas monolíticas monumentales (de hecho, es probable que el monolito conocido como Tlaloc del Museo Nacional de Antropología, en realidad sea una representación de esta diosa), lo que habla de un culto importante dedicado a ella como tal y no como “advocación femenina” o “subordinada” de una deidad masculina.
            Tanto más, algunos de los vestigios con los que hasta hace poco se “respaldaba” esta “subordinación”, en realidad poca o ninguna relación tienen con la deidad masculina, por ejemplo; el llamado mural del “Tlalocan” (Paraíso de Tláloc), en el que la figura presentada es, de hecho, la diosa de las aguas terrestres y no su contraparte masculina.
            Y, en la parte baja de este mural, aunque la mayoría de las figuras que se presentan podrían ser masculinas, las pocas que son marcadamente femeninas (por la presencia de senos), tienen roles de sacerdocio o míticos (esparciendo los regalos y bondes del agua) y no actividades cotidianas, agrícolas o domésticas (que se presentan realizadas por figuras probablemente masculinas).

Lo que se interprete de lo anterior es, como quedó establecido desde un principio, una mera especulación que puede estar más o menos respaldada en los vestigios físicos que esta civilización dejó antes de su abrupta desaparición alrededor del año 650 de nuestra era.
            Para arrojar mayor luz sobre el rol que las mujeres jugaban en esta cultura, es necesario trasladarse al estudio de otros pueblos fuertemente relacionados a la urbe y sobre lo que se poseen mayores conocimientos, mismos qure se abordarán en la próxima entrega de esta serie.

Mario Stalin Rodríguez
Asesor Educativo
Museo Nacional de Antropología

Siempre Mujeres. Mujeres y migración” es un ciclo de charlas que se impartirán a lo largo del año en el Museo Nacional de Antropología, como parte del programa Noches de Museo del Departamento de Comunicación Educativa, de acuerdo a un calendario que será reprogramado una vez superada la actual emergencia sanitaria.

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