jueves, enero 30, 2020

Los Falsificadores de la Democracia 08


LA CONSPIRACIÓN
o
“No es lo mismo la conspiración de los idiotas, que los idiotas de la conspiración”

Deberían ser un chiste... Un chiste malo, viejo, repetido y mal contado; imbéciles que creen estar viviendo en una mala película de James Bond y consideran, por tanto, que cualquier cosa que ocurre obedece a “los planes” de un villano de opereta que se sienta a contemplar un globo terráqueo, mientras acaricia un gato (persa y blanco, de preferencia) y ríe con una carcajada malvada.
Deberían ser un chiste, sí... Y casi siempre lo son; un chiste malo, viejo, repetido, mal contado y, esencialmente, inocuo. Nadie con dos centímetros de frente puede hacer algo más que esbozar una sonrisa de lástima, ya sea ante los delirios terraplanistas cuando proclaman la inexistencia de Oceanía o los paranoicos que señalan al cielo para alertarnos de un  plan de esterilización mundial a través de los “chemstrails”.
            Sí; deberían ser un chiste y lo son... El problema empieza cuando, como suele ocurrir con los chistes malos, viejos, repetitivos y mal contados, la absurda idea de “la conspiración de las sombras” es empleada para acallar protestas legítimas, perpetuar condiciones de explotación y agresión, propagar y blanquear discursos de odio o se vuelve responsable directa de la muerte de cientos o miles de personas.
            Porque los idiotas de la conspiración distan mucho de ser tontos útiles a los poderes fácticos que se mueven en la orbe, pues esto supondría una especie de disculpa “por ignorancia” para su comportamiento y todo lo que éste cuesta y ha costado.
            No, los idiotas de la conspiración son conscientes de sus mentiras y de lo fantasioso de sus postulados. No; no son tontos útiles, sino cómplices conscientes de los crímenes de los poderes fácticos.

Walkefield era perfectamente consciente de haber falseado los resultados que relacionaban la vacuna MMR con el autismo y es, por tanto, responsable de todas las muertes y el sufrimiento que el movimiento antivacunas causa a lo largo de la orbe.
            Roberto Giraldo era perfectamente consciente de que el VIH es el causante del SIDA cuando se convirtió en “asesor de salud” del gobierno sudafricano y respaldó la campaña de éste que negaba la existencia de la enfermedad... Y en sus manos está la sangre de los miles de muertos a quienes se les negó el acceso a tratamientos con antirretrovirales.
            Y como en estos ejemplos, cada uno de los difusores de las absurdas ideas de “la conspiración desde las sombras” (tomen éstas la forma que tomen en cada caso particular), son conscientes de lo insostenible de sus postulados y responsables, por tanto, de todo lo que su comportamiento provoca y ha provocado.

Y en esta lógica, precisamente en esta lógica de complicidad criminal con los poderes fácticos, se inscribe la lisérgica idea de “la conspiración de Soros”, que tan fácilmente encuentra eco en distintos actores sociales autoproclamados “rebeldes”, “críticos” y “antisistema”.
            La facilidad con la que el absurdo se propaga se explica, en parte, porque “la conspiración de Soros” pareciera ser la respuesta panacéica que evita cualquier autocuestionamiento sobre la forma en que estos actores repiten y perpetúan discursos y actitudes de discriminación, explotación y violencia, propios de los poderes fácticos.
            Cuando, por ejemplo, se señala el machismo y la homofobia arraigados en el interior de no pocos colectivos sociales “rebeldes”, “críticos” y “antisistema”, la respuesta fácil no es el autoanálisis y la autocrítica desde el interior de estos colectivos, a fin de erradicar prácticas y discursos de discriminación, sino achacar los señalamientos a “la conspiración de Soros” que “pretende imponer el discurso feminista-de género-LGBT+” para “detener la verdadera lucha de clases”.
            Y este comodino discurso permite que estos colectivos continúen con prácticas de violencia, explotación y discriminación... Al tiempo que le sirve a los poderes fácticos para desarticular y desprestigiar a otros colectivos sociales que les son incómodos.
            Y lo mismo ocurre cuando se asocia a “la conspiración de Soros” el movimiento de lucha contra el calentamiento global, a través del ilusorio “financiamiento” a la figura de Greta Thunberg o cualquiera otra que alcance cierto grado de notoriedad en este movimiento.
            Al final, “la conspiración de Soros” es la respuesta fácil que permite imaginar al multimillonario como el oscuro villano de una mala película de James Bond, en lugar de preocuparse por analizar las complejísimas formas en las que los poderes fácticos actúan y los mecanismos a través de los cuales sus discursos permean al interior de los colectivos sociales “rebeldes”, “críticos” y “antisistema”.

En el fondo de la absurda idea de “la conspiración de Soros” y de cualquier otra estúpida “conspiración desde las sombras”, subyace el mismo postulado de los discursos oficiales que, por ejemplo, asociaban a “el oro de Moscu” el movimiento estudiantil que surgió en México en 1968; asumir que los actores sociales no pueden actuar por sus propios intereses y capacidades organizativas y, por ende, sus reivindicaciones no son legítimas, sino “máscaras” para “oscuros intereses” que “actúan desde las sombras”.
            Y los imbéciles que, desde la “rebeldía crítica y antisistema”, sostienen la absurda idea de “la conspiración de Soros”, son perfectamente conscientes de lo falso de sus postulados y de a quién verdaderamente sirven cuando intentan “inscribir” en ésta a los feminismos, las reivindicaciones LGBT+ o el movimiento contra el calentamiento global... Es sólo que han decidido canjear su complicidad con la explotación, discriminación y violencia, por conservar los privilegios que sienten amenazados por los feminismos, las reivindicaciones LGBT+ y el movimiento contra el calentamiento global.

Y es por esto que inútil intentar “argumentar” o “debatir” con los imbéciles que postulan la absurda idea de “la conspiración de Soros” o cualquier otra estúpida “conspiración desde las sombras”.
            Son conscientes de lo insostenible de sus postulados y, por ello, cualquier demostración contraria a sus ideas o señalamiento de hechos contrafácticos de éstas, simplemente será recibida con un “eso es parte de la misma conspiración de Soros”.
            Es inútil “argumentar” o “debatir” con los idiotas que postulan la absurda idea de “la conspiración de Soros”. Como sucede con el “traje que sólo los inteligentes pueden ver” del emperador, sus mentiras deben ser señaladas como lo que son; complicidad con discursos de odio que perpetúan discriminaciones, opresiones y violencia.
            No “discutidas” o “argumentadas”; sólo señaladas.

Mario Stalin Rodríguez

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1 Comments:

Blogger Second True said...

Gracias por hablar tan claro de esto. Ya me estaba preocupando que nadie lo hiciera!

5:25 a.m.  

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