Los Falsificadores de la Democracia 08
LA CONSPIRACIÓN
o
“No es lo mismo la conspiración de los idiotas, que los
idiotas de la conspiración”
Deberían ser un chiste... Un chiste malo,
viejo, repetido y mal contado; imbéciles que creen estar viviendo en una mala
película de James Bond y consideran, por tanto, que cualquier cosa que ocurre obedece
a “los planes” de un villano de opereta que se sienta a contemplar un globo
terráqueo, mientras acaricia un gato (persa y blanco, de preferencia) y ríe con
una carcajada malvada.
Deberían ser un
chiste, sí... Y casi siempre lo son; un chiste malo, viejo, repetido, mal
contado y, esencialmente, inocuo. Nadie con dos centímetros de frente puede
hacer algo más que esbozar una sonrisa de lástima, ya sea ante los delirios
terraplanistas cuando proclaman la inexistencia de Oceanía o los paranoicos que
señalan al cielo para alertarnos de un plan
de esterilización mundial a través de los “chemstrails”.
Sí;
deberían ser un chiste y lo son... El problema empieza cuando, como suele
ocurrir con los chistes malos, viejos, repetitivos y mal contados, la absurda
idea de “la conspiración de las sombras” es empleada para acallar protestas
legítimas, perpetuar condiciones de explotación y agresión, propagar y
blanquear discursos de odio o se vuelve responsable directa de la muerte de
cientos o miles de personas.
Porque
los idiotas de la conspiración distan mucho de ser tontos útiles a los poderes
fácticos que se mueven en la orbe, pues esto supondría una especie de disculpa “por
ignorancia” para su comportamiento y todo lo que éste cuesta y ha costado.
No,
los idiotas de la conspiración son conscientes de sus mentiras y de lo
fantasioso de sus postulados. No; no son tontos útiles, sino cómplices conscientes
de los crímenes de los poderes fácticos.
Walkefield era perfectamente consciente de
haber falseado los resultados que relacionaban la vacuna MMR con el autismo y
es, por tanto, responsable de todas las muertes y el sufrimiento que el
movimiento antivacunas causa a lo largo de la orbe.
Roberto
Giraldo era perfectamente consciente de que el VIH es el causante del SIDA
cuando se convirtió en “asesor de salud” del gobierno sudafricano y respaldó la
campaña de éste que negaba la existencia de la enfermedad... Y en sus manos
está la sangre de los miles de muertos a quienes se les negó el acceso a tratamientos
con antirretrovirales.
Y
como en estos ejemplos, cada uno de los difusores de las absurdas ideas de “la conspiración
desde las sombras” (tomen éstas la forma que tomen en cada caso particular),
son conscientes de lo insostenible de sus postulados y responsables, por tanto,
de todo lo que su comportamiento provoca y ha provocado.
Y en esta lógica, precisamente en esta lógica
de complicidad criminal con los poderes fácticos, se inscribe la lisérgica idea
de “la conspiración de Soros”, que tan fácilmente encuentra eco en distintos
actores sociales autoproclamados “rebeldes”, “críticos” y “antisistema”.
La
facilidad con la que el absurdo se propaga se explica, en parte, porque “la
conspiración de Soros” pareciera ser la respuesta panacéica que evita cualquier
autocuestionamiento sobre la forma en que estos actores repiten y perpetúan
discursos y actitudes de discriminación, explotación y violencia, propios de
los poderes fácticos.
Cuando,
por ejemplo, se señala el machismo y la homofobia arraigados en el interior de
no pocos colectivos sociales “rebeldes”, “críticos” y “antisistema”, la
respuesta fácil no es el autoanálisis y la autocrítica desde el interior de
estos colectivos, a fin de erradicar prácticas y discursos de discriminación,
sino achacar los señalamientos a “la conspiración de Soros” que “pretende
imponer el discurso feminista-de género-LGBT+” para “detener la verdadera lucha
de clases”.
Y
este comodino discurso permite que estos colectivos continúen con prácticas de
violencia, explotación y discriminación... Al tiempo que le sirve a los poderes
fácticos para desarticular y desprestigiar a otros colectivos sociales que les
son incómodos.
Y
lo mismo ocurre cuando se asocia a “la conspiración de Soros” el movimiento de
lucha contra el calentamiento global, a través del ilusorio “financiamiento” a
la figura de Greta Thunberg o cualquiera otra que alcance cierto grado de
notoriedad en este movimiento.
Al
final, “la conspiración de Soros” es la respuesta fácil que permite imaginar al
multimillonario como el oscuro villano de una mala película de James Bond, en
lugar de preocuparse por analizar las complejísimas formas en las que los
poderes fácticos actúan y los mecanismos a través de los cuales sus discursos permean
al interior de los colectivos sociales “rebeldes”, “críticos” y “antisistema”.
En el fondo de la absurda idea de “la
conspiración de Soros” y de cualquier otra estúpida “conspiración desde las
sombras”, subyace el mismo postulado de los discursos oficiales que, por
ejemplo, asociaban a “el oro de Moscu” el movimiento estudiantil que surgió en
México en 1968; asumir que los actores sociales no pueden actuar por sus
propios intereses y capacidades organizativas y, por ende, sus reivindicaciones
no son legítimas, sino “máscaras” para “oscuros intereses” que “actúan desde
las sombras”.
Y
los imbéciles que, desde la “rebeldía crítica y antisistema”, sostienen la
absurda idea de “la conspiración de Soros”, son perfectamente conscientes de lo
falso de sus postulados y de a quién verdaderamente sirven cuando intentan “inscribir”
en ésta a los feminismos, las reivindicaciones LGBT+ o el movimiento contra el
calentamiento global... Es sólo que han decidido canjear su complicidad con la
explotación, discriminación y violencia, por conservar los privilegios que
sienten amenazados por los feminismos, las reivindicaciones LGBT+ y el
movimiento contra el calentamiento global.
Y es por esto que inútil intentar “argumentar”
o “debatir” con los imbéciles que postulan la absurda idea de “la conspiración
de Soros” o cualquier otra estúpida “conspiración desde las sombras”.
Son
conscientes de lo insostenible de sus postulados y, por ello, cualquier
demostración contraria a sus ideas o señalamiento de hechos contrafácticos de
éstas, simplemente será recibida con un “eso es parte de la misma conspiración
de Soros”.
Es
inútil “argumentar” o “debatir” con los idiotas que postulan la absurda idea de
“la conspiración de Soros”. Como sucede con el “traje que sólo los inteligentes
pueden ver” del emperador, sus mentiras deben ser señaladas como lo que son;
complicidad con discursos de odio que perpetúan discriminaciones, opresiones y
violencia.
No
“discutidas” o “argumentadas”; sólo señaladas.
Mario
Stalin Rodríguez
Etiquetas: Apuntes sobre periodismo, El patético usurpador, Opinión, tratado sobre la necedad
1 Comments:
Gracias por hablar tan claro de esto. Ya me estaba preocupando que nadie lo hiciera!
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