jueves, enero 16, 2020

IndignOs e IndignadAs


DE ABRAZAR Y ABRASAR PAREDES

En México nueve mujeres son asesinadas cada día... Pero Luis dice que debemos proteger las paredes, porque son “nuestras paredes”.
            En México una mujer es violada cada hora... Pero Arturo dice que pintar paredes con sus nombres es “violencia simbólica”.
            México es, entre los países de la OCDE, el primer lugar en explotación y abuso sexual de niñas... Pero Alonzo dice que exigir justicia para ellas pintando columnas “no son formas”.

Al abordar la creciente radicalización que los movimientos feministas en México han experimentado, hay trampas intelectuales que deben ser evitadas.
            Una de ellas es intentar asociar las formas de protesta con la violencia que se ejerce día a día en contra de las mujeres, equiparando los daños materiales producidos durante las manifestaciones feministas a las muertes y abusos sexuales, porque “toda violencia es condenable”.
            Otra es intentar mostrar como “idénticas” las prácticas que suceden en las manifestaciones feministas, arropadas y protegidas por el resto de las manifestantes, con las que llevan a cabo, por ejemplo, los integrantes del llamado “bloque negro”, casi siempre en contra de la posición de la mayoría de los participantes de las manifestaciones en donde las realizan, porque “la violencia sólo genera violencia”.
            Equiparar la violencia que se ejerce desde el poder y el privilegio, con aquella que se ejerce como respuesta y resistencia a ésta, no sólo es estúpidamente simplista, sino una forma de complicidad con el poder.
            No importa si se hace desde “la lucha de clases debe ser general y no centrarse en reivindicaciones de un único colectivo”, no importa si para ello se recurre a oscuros ensayos de oscuras “feministas moderadas-verdaderas feministas-feministas socialistas”, casi siempre apócrifos.
            No importa si se hace a sabiendas o porque se está “genuinamente convencido” de lo que se “defiende” al defender paredes... Es complicidad con el poder.

No son errores de apreciación productos de un análisis pobre, no son “posiciones distintas” que parten desde la distinta experiencia, ni siquiera “opiniones” que surgen desde el desconocimiento... Son ejercicios de deshonestidad intelectual que pretenden preservar privilegios que saben injusto, incluso por el costo de la vida de las mujeres.

Mario Stalin Rodríguez

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