jueves, octubre 30, 2008

Premio Tortas y Dedales

De la Duquesa de Katmandu, por ser (ella dice) su lector y comentador más fiel...

Mea Culpa

Conociendo tus fantasmas

es que amanezco bordada

de blanco y tonos pastel.


Sabiéndote generoso

es que voy desparramando

tus oídos por mi cuarto.


Conociendo tu belleza

es que visto los escarnios

de la ceguera moral.


Sabiéndote de migajas

aún horneo pasteles

en dedales de gigantes.


La proxima semana retornamos a nuestras anormales divagaciones...

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jueves, octubre 23, 2008

Soledades (quinta)

YO MISMO

Mario Stalin Rodríguez


Durante algún tiempo mis párrafos han retratado a las soledades que me componen, las ausencias que a mi autobiografía dan razón. Se ha hablado pues de distancias, silencios y abismos. Pero mis ausencias no son sólo soledades, no son solo soledades; fueron y son, en algún sentido, compañías.

De todas ellas apropié parte de lo que soy, me nutrí de sus días y amaneceres, de los trabajos que pasamos, del camino, corto o largo, que juntos recorrimos y, en algunos casos espero, recorreremos. Fueron parte de mis explicaciones y son, no se dude, parte importante de mi mismo.

De ahí que aún en sus distancias y silencios me acompañen. De ahí que pese a sus distancias y silencios aún las nombre y defienda mi derecho a recordarlas, a añorarlas con todo el cariño que alguna vez nos unió y aún siento.

Porque en otras partes queda dicho, es absurdo y hasta ridículo, el negar a en quienes fuimos, asumiendo que hoy no somos más su compañía y lo que en ella aprendimos y fuimos... Llamar al olvido es negarnos; traicionarnos.


Pero no somos únicamente nuestras soledades. Otras compañías y distancias nos componen, no se dude; otras soledades.

Compañías extrañas, inesperadas y hasta efímeras que, sin embargo, también componen nuestros días, amaneceres y, por supuesto, madrugadas...

Una de estas compañías extrañas y distantes, justamente, da pretexto a esas líneas; a los últimos párrafos de la serie de mis soledades... Tomo su petición y la interpreto a mi manera para describir los seis momentos que dan cuenta mis soledades y mis felicidades... Finalmente, en otra parte queda dicho que para ser felices necesitamos de los otros y de nuestras tristezas.


1. Recibir de allende el mar el esperado paquete, de la remitente más inesperada.

2. Encontrarme con que un amanecer extranjero lleva mi nombre.

3. Descubrir que la distancia de los océanos o de los subcontinentes es poca, cuando la complicidad existe y las letras de quienes son compañía a través de los párrafos, nos abrazan.

4. Mirarte bailar y saber que pese a todo, te deseo.

5. Caminar sobre Reforma una noche, jugar al balancín y bailar... Mirarnos a los ojos y besarnos.

6. Seguir caminando y descubrir que aún tomamos las calles, nos reconocemos y asaltamos el cielo en busca de otro futuro posible...


P.D. Que se explica

El final de Soledades, lo juro, era distinto... pero Darkie me obligó a replantearlo, no sólo por memearme sin permiso, sino porque me regaló esto y quería agradecerselo...


P.D. Que presume

Driada (cuyo vínculo se actualiza) me regala un amanecer de otras tierras... Yo es que no puedo menos que presumirlo y prometerle que pronto tendrá su descripción


P.D. Que suma

De un tiempo a la fecha también me suelo visitar a

Mi Vecina no Tan Turista

y a las

Ironías de la Vida


P.D. Que se hace publicidad

Por cierto, sabían ya que pueden votar por este simpático Blog en el concursillo ese de 20 minutos (España), en la categoría de "Mejor Blog Latinoamericano"? No lo sabían? Bueno, pues se los informo para que tomen las medidas que consideren pertinentes... Si entre ellas se incluye votarme, les advierto que creo que hay que estar inscritos para hacerlo y ya se cerraron las inscripciones.

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jueves, octubre 16, 2008

Soledades (cuarta)

CONOCIMIENTO EMPÍRICO

Algunas veces, mujer, creo que te entiendo; que comprendo tus cercanías y distancias, silencios y pláticas. Incluso soy conciente de las razones por las cuales ensayo las formas de despertar tu risa y atraer tu mirada... Otras, cuando te deseo y no estás, sé que no te entiendo un carajo.


Mario Stalin Rodríguez

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jueves, octubre 09, 2008

Soledades (tercera)

DE TU PARTIDA

Nadia:


¿Qué tanto pueden decirte mis líneas que no haya dicho ya?


Mi primer recuerdo de ti es antiguo. Éramos niños, creo, tu compañera de mi hermana, sobre todo eso, sólo compañera de mi hermana... Y las circunstancias nos unieron en el ridículo público.

Pero aquí eres una sombra, compañera de mi hermana y compañera de mi ridículo. No tu, sólo una sombra...


Mi primer recuerdo de ti es antiguo. Éramos niños, creo. ¿Fue en la secundaria? Llevabas unos shorts, lo recuerdo porque te mire como sólo puede ver un niño de secundaría, con todo el deseo y la impotencia.

Nos reímos de reencontrarnos. Platicamos de las estupideces que sólo pueden platicar los niños de secundaria y nos separamos, prometiendo estar en contacto... Pero aquí eres el recuerdo de tus piernas adolescentes. No tu, sólo deseo...


¿Cuántas veces después no reencontramos, Nadia? En el bachillerato llegamos a ser incluso amigos (distantes, porque rara vez nos veíamos, pero amigos)... En el gobierno delegacional, ¿lo recuerdas? Cada quien en sus respectivas actividades, distintas entre sí, pero las circunstancias nos unían de vez en vez.

También volviste a ser compañera de mi hermana en la facultad... Y nos veíamos y nos reencontrábamos de cuando en cuando... Y nos reíamos de reencontrarnos... Y platicábamos de estupideces y de nuestras vidas... Y nos separábamos, prometiendo estar en contacto.

Y aquí eres tu, amiga distante... Presencia intermitente... A veces, sólo una anécdota.


Y seguimos reencontrándonos; en la facultad, en la calle, en las movilizaciones políticas y ciudadanas... Nuestro universo compartido era tan pequeño, Nadia, que forzosamente seguimos reencontrándonos.

Fue así hasta que por fin nos encontramos... Tal vez en el peor de los momentos. Tu llorabas la distancia de quien sólo era una voz en el teléfono y yo lamía las heridas de mis ausencias y de mi fracaso por borrarlas en los brazos de mi efímera compañera de apellido extranjero.

No es una historia de amor, no en ese entonces. Porque estaba claro que sólo buscábamos refugio en el otro. No hubo ningún compromiso más allá de la simple compañía, ni promesa que no fuera el mutuo deseo.

Y te fuiste, Nadia, a los brazos de quien moraba en tierras extranjeras...


Por mi parte me descubrí extrañándote.

Compartía mis días aún con quien sólo era promesa y posibilidades no realizadas. Para entonces, principalmente silencio.

En parte para alejarme de ella y en parte para extrañarte menos, volví a las calles, Nadia, a perseguir la explicación del mundo y escribirla en ocho columnas... Fue entonces que volviste y volvimos a encontrarnos.


No fue el mejor momento...

Porque las calles me llamaban, Nadia y no estaba a tu lado. Porque las calles me llamaban, Nadia y me alejaban de tu lado... ¿Cuántos momentos junto a ti perdí? Atascado en las calles, mirando la peor cara del mundo, persiguiendo la explicación tras las sombras.

Pero, lejos de las calles, Nadia, era tu mar salado tempestad entre las sábanas y exploraba tus lunares y conocía tus profundidades y eran nuestros bosques uno solo... Y podía ser a tu lado, Nadia, mi rostro completo sin la suciedad de las calles y hablarte del mundo y consolar mi desesperación en tus oídos... Y trataba que a mi lado, Nadia, fueras tu rostro completo sin la suciedad de las calles y me hablaras del mundo y consolaras tu desesperación en mis oídos...

Y me enamoré... Y el mundo parecía un mejor lugar cuando escuchaba tu risa y las sombras no importaban si despertaba a tu lado... Pero las calles, Nadia, me llamaban y me alejaban de tu lado...


Finalmente te cansaste y por fin me alejaste de tus días.

Y hubo un hueco; las mismas cosas ocupaban los mismo lugares, Nadia, pero había un hueco en el que no estabas.

A veces lo acepté y me aleje de tus mañanas, me refugié en las calles y en la peor cara del mundo, en la explicación que buscaba entre las sombras... Pero tu volvías, Nadia y me llamabas a tu lado.


Compartía entonces tus días, tus noches, tus madrugadas, tus preocupaciones y tus trabajos... Dejaba mis calles, mis días y mis noches sólo para poder ver tu sonrisa. No te sorprendas, Nadia, más de una vez deje a quien a mi lado dormía para correr al ritmo de tu voz.

Después te marchabas... Volvía a unir los pedazos de mi vida, a encontrarme con quien abandonaba por tu nombre. Volvía a las calles, a la peor cara del mundo y las sombras que ocultaban explicaciones... En suma; volvía a esperarte.


Y así fue, Nadia, hasta que finalmente te marchaste. Fue sólo una llamada, ¿lo recuerdas? No un adiós, no una explicación... Sólo una llamada, después silencio; ausencia.

Y volviste una vez más... Y me llamaste a tu lado, a tus días, a tus noches, a tus madrugadas, a tus preocupaciones y tus trabajos... Y corrí gustoso dejando atrás mis calles, mis días y a quien a mi lado dormía; sólo para escuchar otra vez tu risa.

Y de nuevo te marchaste, Nadia, sin adiós, sin llamada; sólo silencio, ausencia...


Sería mentira decirte que me quedé esperado tu regreso... Volví a unir los pedazos de mi vida, a las calles y a la peor cara del mundo. Extrañándote y cargando el hueco en el que no estás.

Sería mentira decir que no deseo tu regreso, que no te extraño... Pero es una carga con la que sé vivir. No un peso inmovilizante, sino parte de quien soy; de la forma en que aprehendo al mundo.

Mi soledad tiene tantas caras, Nadia, que he aprendido a vivir con ella. A no detenerme, a regresar sobre mis pasos, a recoger los cadáveres de mis esperanzas, a darles respiración de boca a boca y volverlas a guardar en el bolsillo izquierdo.


¿Qué tanto pueden decirte mis líneas que no haya dicho ya?

No me malinterpretes... Son estos, mis últimos párrafos, sólo un homenaje. No ya a tu distancia o silencio, sino a tu presencia y recuerdo; a la forma en que me enseñaste a ver el mundo y a todo lo que de tu imagen aprehendí.

Un homenaje, Nadia, hoy que nuevos nombres habitan mis compañías y mis soledades...


Mario Stalin Rodríguez

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miércoles, octubre 01, 2008

EXTRAÑO TRIANGULO RUMBO A CUATRO CAMINOS.

Por causas de fuerza mayor
dos post por el precio de uno
Aca el otro...

Mario Stalin Rodríguez


"No quiero parecer insistente, pero..." La frase adornaba un anuncio monumental a la altura de Barranca del Muerto, yendo sobre Periférico. Alfredo parecía ajeno a todo esto, más bien le importaba si la chica sentada enfrente en el pesero se interesaría en compartir una sonrisa con él.

"Como te ves me vi, y como me viste; me vestí..." Eran las palabras de un anuncio monumental de brasieres, recientemente censurado. Beatriz miraba como desde lejos el paisaje que surcaba la combi, rumbo a Cuatro Caminos. Se preguntaba por qué el chico de el asiento de al lado no le quitaba la vista a la chica del asiento de enfrente y la ponía en ella, después de todo, se decía, no tenia mucho que envidiarle.

"... ovalados, para gente bien diferente..." alcanzo a leer Estefanía antes de que el monumental desapareciera de su vista, pensó que tal vez debería fumar esa marca de cigarrillos, en lugar de los del vaquerito; que últimamente ya no le sabían a nada; después de todo ella era lo que se podía catalogar una "gente bien diferente". Mientras pensaba esto miraba a la niña sentada frente a ella, para no aparentar más de veinte años no estaba nada mal, se dijo a si misma.

"Atrévete y prueba..." decía el ultimo anuncio de la ruta, por supuesto que se refería a una marca de licor, pero los tres lo interpretaron de una manera personal.


Alfredo a Estefanía: "Disculpe Ud., pero llevo todo el tramo observándola y debo decirle que sus ojos me parecen de los más bellos”...

Estefanía, sin prestar atención a lo que le decía el chico, a Beatriz: "No suelo decir esto, niña, pero debes saber que despiertas mi”...

Beatriz, sin pelar a la chica de enfrente (que seguro quería cantarle bronca), a Alfredo, que no la escucha: "Escúchame especie de patán, no se que le ves a esa, pero yo te”...


La escena que siguió fue una total confusión, tres personas intercalando un "Disculpe Ud., ¿Decía algo? No le escuche..." al mismo tiempo, y contestando al unísono; "No nada...".

Al llegar a Cuatro Caminos, la terminal de la ruta, los pasajeros del transporte colectivo descendieron como si nada extraño hubiera ocurrido en el camino.

“Por dios”, pensaba Alfredo; “realmente necesito un auto”.


Décima Uva...

P.D. que se da palmaditas en la espalda
Pues muchas gracias a Nani por el Premio Proximidad que, obviamente, ya acompaña a lo demás que la gente me ha dado...

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02 de Octubre

1968-2008
A 40 años
hoy más que nunca
LA MEMORIA ES NECESARIA

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Soledades (segunda)

Por causas de fuerza mayor
dos post por el precio de uno
Aca el otro...

INSOMNIO DE TI


Fabiola:


"'Y un día de éstos te daré unos papeles que tengo por ahí. Para que los leas'. '¿Secretos?', preguntó ella, sonriendo. 'No. Papeles. Cosas escritas'."

José Saramago

Manual de Pintura y Caligrafía, Pág. 301.


Llegaste a saber de mi tantas cosas; de mis días, de mis recuerdos, de mis esperanzas (no todas), de algunos de mis fantasmas y hasta de mis desvelos. Por qué no contarte, entonces, de la forma en que mi insomnio de ti comenzó.

A la mañana siguiente, mujer, comprendí que te amaba y me eras ajena. Es a partir de ese día que empecé a repetirme, por su causa mis líneas de ti hablaban y mis trazos tu ausencia dibujaban. Para cuando el sol iluminó la ciudad, mi dolor tenía ya nombre; el tuyo.


Será preciso empezar. Esa mañana me desperté, sin sospechar nada, confuso; tu imagen, en la que hasta entonces no pensaba, pobló mis sueños. Ese día te vería; a ti, a quien conocía y llamaba mi amiga, después de una ausencia no demasiado prolongada.

Tal vez esa era la razón, argumenté; me había acostumbrado a nuevas presencias; la tuya y otras, mi rutina ya la constituías y el ambiente en el que nos veíamos me era ya cotidiano. Tu imagen, Fabiola, sólo resumía la nostalgia por los nuevos hábitos.


Me mentía; cuando te vi llegar, tarde, ya me encontraba rodeado de la nueva-vieja rutina; hablaba y reía con quienes también representaban la cotidianidad en los pasados meses adquirida. Aún así, mujer, me sorprendí mirándote, aprehendiendo tu imagen, aprendiéndome cada rasgo de tu rostro; aún las imperfecciones que te describían.

Tu risa, por poco tiempo lejana, me pareció música; tu voz, y hasta la conversación intranscendente, me resultaban indispensables: Tus ojos buscaba, tus labios atraían mi atención y me sorprendí deseándote.

No me malinterpretes: te deseaba, sí, pero en el deseo entraba tu risa en mis mañanas, tus ojos en mis atardeceres, tu voz en mis pláticas y tu comprensión para mis cursilerías.

No entraré aquí en detalles, resultan o banales o demasiado esclarecedores. Ese día, mujer, de ti me despedí y supe, en ese orden, que compartiríamos tiempo, mucho tiempo, para nosotros solos. Sorprendido, confuso y feliz cumplí mis otras obligaciones.


Esa noche regresé a mi casa solo a enfrentarme, como cada noche, con las imágenes de Mariana, hace tanto tiempo ausente.

Esa noche, tarde, de madrugada, me tendí entre mis sábanas frías y de pronto, las supe solitarias. Sentado en mi cama desnudo, contemplándola, sin nombrarte, la comprendí incompleta. No ya por el fantasma de quien la muerte me arrebató, sino por tu ausencia.

Traté de dormir, no te engañes, pero al cerrar los ojos tu imagen indiferente poblaba el valle de Morfeo, tu risa lejana me despertaba y tu ausencia me desvelaba.

A la mañana siguiente, me repito, comprendí que te amaba y me eras ajena. Es a partir de ese día que empecé a repetirme, por su causa mis líneas de ti hablaban y mis trazos tu ausencia dibujaban. Para cuando el sol iluminó la ciudad, mi dolor tenía ya nombre; el tuyo.


No fue ni sería, Fabiola, la única noche en que insomnio de ti padecí. A partir de entonces dormía cuando el cansancio me vencía y me despertaba, sin descanso, cuando tu imagen aparecía. Desde ese día mis noches fueron tu ausencia y en mis días tu amistad, distante, me transformaba en mi cáscara.

En otros días, sin embargo, eras compañía... Nunca completa, siempre a hurtadillas y alejados de otras miradas, llegamos incluso a ser cómplices y compañeros; complementos. Y compartimos noches y madrugadas, esfuerzos y descansos, risas y lágrimas, pesares y alegrías... A veces, el camino éramos tu y yo caminándolo.

Pero entonces volvían los otros, volvíamos a los otros y la cercanía se transformaba en sólo recuerdo, experiencia efímera. Éramos amigos, cercanos, sí; pero no cómplices... Así volvía yo a mi insomnio de ti.


En la rutina diaria, mujer, buscabas otros ojos y en amaneceres ajenos te entretenías. Yo despertaba en otras sábanas y bebía de otras sonrisas; buscaba tu aroma en el bosque de otros vientres... En aquellas noches, cuando a mi lado descansaban otros oleajes, velaba mi insomnio de ti.

Pero entonces volvías, sin abandonar del todo a los otros ojos y los amaneceres ajenos, volvías. Y éramos de nuevo cómplices y complementos y compartíamos otras noches y madrugadas, esfuerzos y descansos y el camino era de nuevo tu y yo andándolo.

Y otras vez regresaban los otros, regresábamos a los otros. Y de nuevo eras en otros ojos y te buscabas en amaneceres ajenos. Y despertaba en otras sábanas y te buscaba en otras risas y me encontraba en otros sexos... Y volvía a mi insomnio de ti.


¿Cuántos años fuimos distancias y compañía efímera, Fabiola? A cada regreso de los otros, a cada vuelta a los otros la distancia crecía. Hasta que llegó el momento en que volver a ser cómplices fue imposible.

Tal vez te cansaste por fin de mi. Tal vez, sin querer reconocerlo, me había cansado por fin del juego. Y te alejaste, Fabiola, condenándome al silencio; escondiéndote tras la traición de quien las mentiras para tu distancia te proporcionó.

Me culpaste, Fabiola, y yo no pude (tal vez, por cansancio, no quise) defenderme de las falacias que te contaban, sobre todo quien se llamaba a sí misma y llamé mi amiga... Me culpaste, Fabiola, y me condenaste al insomnio de ti.


Tal vez me refugié en la compañía de apellido extranjero y junto a ella pretendí alejarme de ti. Pero incluso ella, al negarte, te reafirmaba... Tanto, que fue por tu nombre, mujer, que ella se alejó de mis días.

Quizá alguna vez quisiste regresar, no ya a la complicidad que negabas, sino a la amistad que construimos. Tal vez, por cansancio, me negué y me condené a tu silencio y distancia; al insomnio de ti.

Así, mujer, finalmente nos perdimos.


Te alejaste, Fabiola, refugiándote en el delicado equilibrio de apariencias y mentiras en el que fundabas tu tranquilidad. Abrazando la seguridad de no arriesgarte y no comprometerte, siempre en los límites de lo que te dijeron era la felicidad.

Te alejaste, Fabiola, y tal vez fue mejor así. Porque la seguridad es probablemente mejor que los baches que el otro camino ofrecía, porque la tranquilidad es preferible a los abismos que tendrías que enfrentar... Te refugiaste, Fabiola, y tal vez (sólo tal vez) negaste así tu propia grandeza.

Por mi parte, te amé y aún amo en ti las posibilidades, lo que pudo ser y no será nunca. Incluso aún hay noches en que tu rostro, junto al de otras ausencias, vuelve a mi insomnio... Aunque hace mucho, Fabiola, que mi soledad no lleva ya tu nombre.


Mario Stalin Rodríguez




P.D. que agrega
Y bien, desde un tiempo a la fecha este animalito fantástico también visita a:
y
Sólo por avisar y para que sepan que ya están junto a los otros, en el menu de enlaces

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