jueves, agosto 28, 2014

BAILE DE YUYO

Homenaje a Cortázar

Los hutopos no bailan.
            Bueno, eso es incorrecto. Algunos hutopos bailan, otros lo intentan y algunos más, los menos; no bailan... Cantan tregua y cantan catala. Con mejores o peores voces; cantan, pero no todos bailan. Algunos, como éste, no lo hacen ni en defensa propia.
            No significa que no le guste el baile, sólo que creció un poco demasiado negado para el ritmo... Por eso o a pesar de eso, de hecho; le gusta el baile y a veces, incluso, le gusta salir a bailar, más propiamente; a ver bailar... A verla bailar.

Yuyo baila.
            A veces lo hace en la calle, en medio de la gente y sin que haya música. Sólo detienen su caminar, parece buscar algún aroma en el aire y, de pronto, empieza a bailar... Y el baile de yuyo es un poco lluvia sobre césped y olor a tierra mojada.
            Como diría un argentino, los famas y esperanzas sólo pueden detenerse a mirar el espectáculo un poco escandalizados por lo que pensará el cura o los comisarios; ya se sabe, si algo jode a los comisarios de cualquier parte es que, además, bailemos.
            Y yuyo baila y su baile sabe a tardes de finales de Verano, a un café en alguna calle del centro; a un beso a las puertas del metro... Yuyo baila y este hutopo la ve bailar.

Yuyo baila... Y se detiene, asombrada. Como escribía un argentino, los famas y esperanzas sólo pueden aplaudir.
            Y este hutopo, pobre, se suma al clamor... Y yuyo, sin saber de qué va todo esto, mira a todos lados confundida y echa a reir...

Para Jessica, cuyo baile sabe a tardes de finales de Verano, a un café en alguna calle del centro; a un beso a las puertas del metro.

Mario Stalin Rodríguez.

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miércoles, agosto 20, 2014

LO REAL Y LA REALEZA

Tal vez no te guste lo que voy a decirte, pero créeme si te digo que tiene una razón.
            Verás, no todas las niñas son princesas... Y es mejor que sea así.
            Tal vez conoces el cuento sobre el traje nuevo del emperador; ya sabes, ese en el que al final resulta que el emperador va tan desnudo que sólo viste su propia estupidez... Y es que de eso se trata la realeza, de vestir apariencias vacías, trajes huecos; sólo la propia vanidad. Oropeles sin más sustancia que el humo y los espejos.
            Y lo que es cierto para el emperador, lo es también para las princesas...

Mira aquella de allá, sí la de piel blanca como la nieve y el cabello negro como el carbón; todo su papel en la historia ha sido morder una manzana.
            Aquí hay otra; sólo durmió por cien años y más nada.
            ¿Una más? Tenemos a una cuyo único mérito es calzar de un número determinado...
            Como puedes ver, nada hacen y nada logran; el mundo es el mismo después de su paso por él y todo sería igual si no hubieran pasado por aquí.

No, no todas las niñas son princesas.
            Mira aquella de allá, sí, la que pasa sus días en un laboratorio anotando números; gracias a ella conocemos la radioactividad. Es la única persona que ha ganado dos premios nobel en dos disciplinas científicas... No, no es una princesa, es simplemente una mujer normal.
            Aquí tenemos a la primer mujer que subió al espacio. No, tampoco es una princesa, de hecho, viene de un país donde no existe la monarquía y por ley no se cree en ningún dios.
            ¿Una más? Tenemos a la mujer pequeña e indígena, la que tapó su rostro para que su voz fuera escuchada. Se llamaba Ramona y encaró al poder desde la más alta tribuna de México.
            Y hay muchas otras; la maestra que día a día muestra a sus alumnos como crecer y superar las condiciones y el lugar en el que nacieron. La mujer que luchó toda su vida por lograr un mundo mejor y que aún hoy, ausente, acompaña los pasos de quienes aún caminan para lograrlo. La joven que danza y en su danza muestra futuro y libertad.
            Hay muchas otras... Todas mujeres normales, ninguna princesa.
            ¿Ves lo que intento decirte? No son princesas, no necesitaron serlo. Fueron mujeres normales, como las que ves en la calle todos los días... Mujeres normales, como las que cambian el mundo todos los días.

Por eso, perdonarás si no te he llamado “princesa”.
            Será que cuando te miro, cuando te veo crecer, no aprecio en ti humo ni oropeles, sino las posibilidades de un mundo mejor... Y será que en tu risa no hay vacío. Será que veo tu sonrisa llena de mejores mañanas...
            Por eso, perdonarás si no te llamo nunca “princesa”.

Para Sofia, porque ha sido un placer aprender de ti y escucharte reír.

Mario Stalin Rodríguez

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jueves, agosto 14, 2014

INCERTIDUMBRE

¿Cómo les fue tan fácil?
            No podemos decir que nos haya tomado por sorpresa, sus intenciones eran claras incluso desde antes del principio. Lo sabían los jóvenes que protestaron en la Universidad Iberoamericana, lo sabían quienes inundaron las calles contra una candidatura impulsada desde el poder mediático... Incluso lo sabían quienes por ellos votaron.
            Todos lo sabían, todos lo sabíamos... ¿Cómo les fue tan fácil?

Todos lo sabían; todos lo sabíamos.
            Lo sabían en la dirigencia del principal partido de izquierda; lo sabían cuando firmaban el bastardo Pacto Por México, que no era otra cosa sino el acta de impunidad para el asesinato de una idea de nación. Lo sabían los legisladores que, sin discusión ni oposición, permitieron que las iniciativas del Ejecutivo fueran aprobadas en tiempo récord.
            Todos lo sabían, todos lo sabíamos... ¿Cómo les fue tan fácil?

Lo sabíamos; todos lo sabíamos.
            Lo sabíamos cuando permitimos que el pequeño pelele que gobierna la ciudad de México, distrajera las protestas con sus pequeñas y mezquinas medidas... Sí, incluso entonces lo sabíamos; ¿cómo les fue tan fácil?

Lo sabíamos.
            ¿Cómo les fue tan fácil? ¿Por qué no hemos reaccionado?...


Mario Stalin Rodríguez

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miércoles, agosto 06, 2014

TRAZOS

A veces me dibujo en ti...
            A veces, en sueños, me dibujo en ti.
            Son las noches de mi deseo.
            Porque te deseo, no te extrañes. Deseo tus pechos y tu sexo, el sabor de tu saliva en mi boca, el calor de tu humedad en mi sexo... Sí; te deseo.
            Como deseo tu sonrisa mientras, sentados a la mesa, platicamos y te ríes un poco estridentemente de un chiste malo... Te deseo cuando caminamos por la calle, incluso cuando me adelanto como si caminara con una prisa que no compartes... Sí, incluso entonces te deseo.
            Por eso, a veces, en sueños, me dibujo en ti...


Mario Stalin Rodríguez

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