jueves, junio 26, 2014

DÍAS DE GUARDAR

El Hoy No Circula
sus tiempos y malquerientes

Si no fuera tan triste y hasta peligroso, resultaría cómico lo fácil que es distraer a determinados colectivos con luces parpadeantes; enfrascándolos en batallitas de oropel por privilegios vacíos, mientras sus derechos son sistemáticamente pisoteados y eliminados.
            No, no se trata aquí de hablar de gestas deportivas que son un negocio y de nacionalismos artificiales, sobradamente analizados ambos en los mundialistas tiempos que corren.
            No, se trata de algo mucho más cercano, tan inmediato como las calles por las que transitamos...

Contrariamente a lo que podría pensarse, el anuncio del endurecimiento del programa Hoy No Circula en la ciudad de México, no fue hecho cuando fue hecho, con la intención de aprovechar la distracción futbolera para pasar medidas claramente impopulares... Tanto más, todo parecería indicar que el anuncio fue hecho cuando fue hecho, con la intención manifiesta de provocar una gran reacción en su contra.
            En su versión más actual (y tras una cierta “concesión antes las protestas sociales”, que parecería planeada desde el principio), el programa implica la obligación de no circular dos sábados de cada mes y un día todas las semanas para los automóviles de entre 8 y 15 años, aumentando esta restricción de circulación, para todos aquellos más viejos o con placas foráneas (es decir; que no sean del Distrito Federal, el Estado de México o Morelos), a todos los sábados.
            Las reacciones ante estas medidas son las obvias; oposición férrea a todo aquello que implique una restricción al sagrado derecho de tener un automóvil para poder perder dos o más horas en el tráfico de la ciudad, confundiendo (cualquiera diría que maliciosamente), el derecho al libre tránsito con el sumar un automotor más a las ya de por sí atestadas vialidades de la ciudad de México.
            Pero mucho más que los fácilmente rebatibles argumentos en contra de la medida (que van de lo infantil a lo francamente idiota), conviene centrarse en quiénes y en qué sentido los enarbolan...

Resulta cuando menos curioso ver un convertible biplaza, con asientos de imitación cuero, en la manifestación en contra de la medida y enarbolando argumentos como que ésta “afecta a los que menos tienen” y es “un golpe más a la magra economía de las clases necesitadas”.
            No tan extraño es que los argumentos enarbolados (como el que sea un “atentado con el derecho al libre tránsito”), sean una reproducción exacta de aquellos utilizados por la derecha para exigir, por ejemplo, la restricción de las manifestaciones en las vialidades primarias.
            Un principio mínimo de coherencia mandata que, si para sustentar las razones de tu oposición a una medida de gobierno cualquiera, debes hacer eco de argumentos de grupos como, por ejemplo, los panistas de Polanco; tal vez deberías repensar el por qué te opones a esta medida...
            Sí, los argumentos resultan obvios y la reacción previsible... Y, queda escrito, lo más seguro es que esta fuera la intención.

No se trata, por supuesto, de defender la muy criticable administración de Miguel Ángel Mancera al frente del Gobierno de la Ciudad de México. Ni, mucho menos, de aceptar que detrás de estas medidas existe un interés verdadero por mejorar el medio ambiente y el tráfico de la metrópoli.
            Se trata, sí, de ubicar estas medidas en su contexto exacto y el por qué fueron anunciadas cuándo y cómo lo fueron...
            No sería la primera vez que la administración de Mancera anuncia una medida claramente impopular en tiempos convulsos para la política federal. Lo hizo cuando anunció el aumento al pasaje del transporte subterráneo, distrayendo la atención de las protestas magisteriales en contra de la Reforma Educativa... Y, parecería, lo hace hoy para distraer la atención de la discusión en las cámaras federales de las leyes secundarias de las reformas Energética y en telecomunicaciones.
            Y le ha sido fácil, porque para ciertos colectivos, parece más apremiante defender su capacidad de seguir gastando gasolina que, por ejemplo, la potestad del Estado sobre los recursos energéticos o el espectro radioeléctrico...


Mario Stalin Rodríguez.

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jueves, junio 19, 2014

Para Ana

Este cuento lo escribí hace casi 18 años, un Diciembre de 1996 para el cumpleaños de Ana... Curiosidades de la vida, es uno de los pocos escritos de aquellas fechas que aún conservo... Hoy, que ella ha partido, lo retomo a manera de homenaje.

NARRACIÓN

Cuando despertó el día de su Diciembre, no importa el número, Ana sintió que algo muy extraño había pasado la noche anterior. Buscó por todo el cuarto, pensando ilusamente que su padre habría reacomodado aprovechándose de su profundo sueño, pero todo estaba donde debía (o donde no debía, pues la ropa que había abandonado al acostarse, estaban aún al lado de la cama).
            Confusa se dirigió hacia su closet, en este cuartucho diminuto noto que, por alguna extraña razón, toda su ropa se había agrandado, o que ella se había encogido, pero esta opción era demasiado inverosímil. Entonces giro y se descubrió en el espejo.
            Sí; se descubrió, porque la imagen que el cristal reflejaba no era necesariamente a la que ella estaba acostumbrada, o mejor dicho, la imagen era a la que estaba acostumbrada hace años. Parada frente a ella le miraba, sorprendida, una Ana pequeña.
            Desnuda como estaba salió corriendo del closet y de su cuarto, para encontrar a su padre y a sus hermanos, de la misma edad que la noche anterior, mirando el televisor.
            Su hermano pequeño (hasta el día de ayer), la miro y se ruborizo de inmediato, molestia que se le paso enseguida; ni tardo ni perezoso, empezó a molestarla.
            Su hermana regañó a quien creía su hermana menor y le exigió que fuera a vestirse. El padre, campechanamente y desde  el poder otorgado por los genes, la disculpó alegando que ese día cumplía y ese era un buen motivo para ciertas excentricidades.
            ‑Peró ez ke llo no tenj…‑ Quiso decir la frustrada protagonista, pero se detuvo a la mitad de la frase al darse cuenta de que cometía faltas de ortografía al hablar. Después recapacito y descubrió que uno a tan corta edad, no necesariamente se tiene una buena forma de escribir ni de "avlar"… De ahí en adelante todo le pareció muy lógico.
            El resto del Día lo pasó muy holgazanamente disfrutando las atenciones que su familia le propinaba. Disfrutó al máximo de sus regalos (una bicicleta con dos rueditas a los lados, una película infantil, un palo saltarín y etcéteras propios de su edad). Se acostó a las nueve de la noche, tal como debe ser para una niña pequeña.
            A las cero horas con un segundo del siguiente día de Diciembre, despertó sobresaltada pensando que algo había cambiado. Presurosa se dirigió a la puerta de su closet y se miro en el espejo, una desnuda y mayor Ana la observaba tranquila desde atrás del cristal.
            Volvió a su cama donde, un poco amodorrado, su pareja le miraba con curiosidad. No dijo nada, se recostó y se durmió con una sonrisa en los labios, pensando quizá, que alguien le dio la oportunidad de disfrutar otra vez de ser niña.
            Desde un punto indeterminado, todos los dioses de la humanidad la miraban alegres, se reconfortaban al saber que, por una y única vez en toda la historia del universo, el mundo giro alrededor de una sola persona.

Mario Stalin Rodríguez.

Diciembre de 1996.

In Memorian
Ana Santos
1978-2014
Nos quedan, amiga, los pasos compartidos.

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miércoles, junio 11, 2014

Correo Mundano (05)

CASUALIDADES Y CAUSALIDADES
Jessica:

Tal vez te hayas dado cuenta... Tal vez no; resulta que no sé escribir cartas.
            No suelo iniciar como se inician estas cosas, no suelo ir por los caminos por los que transitan estas cosas y nunca sé cómo cerrar como se cierran estas cosas... Tal vez te hayas dado cuenta, no sé escribir cartas.
            Pero hay una cosa que quiero decirte.
            No es que sea importante, ni siquiera novedosa; es sólo una cosa que quiero contarte... Así que me siento esta madrugada antes esta pantalla y empiezo a teclear.

Verás; casualidad y causalidad no son la misma cosa, eso seguramente lo sabes y no, no ello de lo que quería hablarte. Lo que tal vez no está tan claro es que, a veces, se complementan... Y sí, de eso se tratan estas líneas.
            Fue casualidad, mujer, que yo haya estado ahí aquella tarde cuando, por casualidad, tú llegaste. También fue casualidad que, en aquel entonces y por diversas razones, nadie acompañara mis madrugadas ni buscara con quien caminar mis caminos... Como fue casualidad que estuvieras sola en aquel entonces y, por diversas razones, nadie te acompañara a caminar tus caminos.
            Fue casualidad entonces, mujer, que aquella tarde hace tres años (más o menos), tu camino y el mío se encontraran...
            No me malinterpretes, sólo se trata de la verdad; no hay un plan maestro ni destino alguno que, por distintos caminos, nos llevaran, a ti y a mí, a esa tarde y a aquel lugar. Si nos encontramos, mujer, fue sólo por casualidad.

Por casualidad nos encontramos... Pero es la causalidad la que nos trae al aquí y al ahora.
            Porque no fue casualidad, mujer, lo que en ti encontré, ni lo es, estoy seguro, la forma en que nos cambiamos; tú a mí, yo en ti.
            No se trata aquí de que nos complementemos el uno al otro; no somos mitades que buscaban completarse. Tú y yo éramos completos en nuestras distintas soledades y, por tanto, no buscábamos una parte que no nos faltaba. Fue, ya lo he dicho, sólo por casualidad que nos encontramos.
            Se trata, más bien, de cómo al encontrarnos empezamos a construir algo nuevo; algo en lo cual seguir siendo completos, pero de distinta forma. Algo en que seguir siendo nosotros, pero cambiando, porque estamos juntos; tú conmigo y yo en ti.

Sí, no nos engañemos; fue por casualidad que llegaste esa tarde. Pero es por causalidad que despierto a tu lado...
            Y por esta misma causalidad, porque eres tú y porque voy cambiando cuando camino a tu lado y caminas en mi que espero construir amaneceres en los que estés conmigo y yo en ti.

Mario Stalin Rodríguez

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jueves, junio 05, 2014

SUCESIÓN

y otros anacronismos

La idea de la existencia de un derecho divino al poder, suena mucho más al argumento de un cuento de hadas de los hermanos Grimm, que a un sistema de gobierno propio de la primera mitad del siglo XXI. Sin embargo...
            No se trata de hablar de regímenes de países pequeños en los que el “monarca” es una figura temporal impuesta por el bando ganador de la última batalla en la eterna guerra intestina... No, se trata de gobiernos de países tan pretendidamente democráticos, que incluso se dan el lujo de apoyar a Estados Unidos en su perpetua lucha contra gobiernos legítimamente electos y sostenidos por sus poblaciones. Se trata, entonces, de las monarquías europeas.

Al referirse a familias como los Windsor en Inglaterra o los Borbones de España, no se puede hablar de remanentes de una época feudal, más apropiados para la vitrinas de un museo que para los grandes palacios que aún ocupan. No, porque a pesar de los ridículos protocolos, los patéticos vestuarios y los escenarios de opereta en los que se mueven, amabas familias llegaron a su actual posición, obedeciendo mucho más a intereses políticos y económicos, que por un pretendido “derecho divino a la corona”.
            En el caso particular del abdicante Juan Carlos I, éste fue sentado en el trono no por los españoles (ni siquiera por los monárquicos), sino por el dictador Franco, como un actor más del teatrillo que se llamó “transición a la democracia”, cuyo papel era, como el de todos los demás involucrados, garantizar la impunidad para el caudillo, sus allegados y, sobre todo, sus herederos (de la que aún hoy gozan).
            En el mejor de los casos, Juan Carlos I fue y será, hasta el último día de su reinado, un bufón patético utilizado por lo peor que puede ofrecer la sociedad española, ya fuera para tapar la hediondez de las cloacas de la política interna del país ibérico o como golpeador en lo que se refiere a la política exterior.
            A cambio de sus servicios, se le extendió una carta de impunidad para las corruptelas de él y su familia, de las que el escándalo encabezado por su yerno no es más que la punta de un iceberg titánico...
            Y no, no hay ningún dato o razón que permitiera pensar, objetivamente, que la coronación de Felipe de Asturias y Grecia (sic, suponiendo que Grecia, un país que abolió la monarquía, pudiera tener “príncipes”), vaya a cambiar el papel asignado a la casa Borbon en ningún aspecto.
            El Príncipe de Asturias, a sus casi 50 años, no ha tenido otras responsabilidad que la de ser el representante de los intereses de la élite económica de España en el extranjero y más nada, ni si quiera ha ocupado cargos de oropel en empresas o fundaciones, como sí lo han hecho sus dos hermanas (por los cuales, recuérdese, una de ellas hubo de presentarse como imputada ante las cortes ibéricas).
            Es decir, en el mejor de los casos, el futuro Felipe VI será sólo una cara más joven, para el mismo bufonesco papel de títere que se padre ha venido representando desde 1975.


Mario Stalin Rodríguez

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