Para Ana
Este cuento lo escribí hace casi 18 años, un Diciembre de 1996 para el cumpleaños de Ana... Curiosidades de la vida, es uno de los pocos escritos de aquellas fechas que aún conservo... Hoy, que ella ha partido, lo retomo a manera de homenaje.
NARRACIÓN
Cuando
despertó el día de su Diciembre, no importa el número, Ana sintió que algo muy
extraño había pasado la noche anterior. Buscó por todo el cuarto, pensando
ilusamente que su padre habría reacomodado aprovechándose de su profundo sueño,
pero todo estaba donde debía (o donde no debía, pues la ropa que había
abandonado al acostarse, estaban aún al lado de la cama).
Confusa se dirigió hacia su closet,
en este cuartucho diminuto noto que, por alguna extraña razón, toda su ropa se
había agrandado, o que ella se había encogido, pero esta opción era demasiado
inverosímil. Entonces giro y se descubrió en el espejo.
Sí; se descubrió, porque la imagen
que el cristal reflejaba no era necesariamente a la que ella estaba
acostumbrada, o mejor dicho, la imagen era a la que estaba acostumbrada hace años.
Parada frente a ella le miraba, sorprendida, una Ana pequeña.
Desnuda como estaba salió corriendo
del closet y de su cuarto, para encontrar a su padre y a sus hermanos, de la
misma edad que la noche anterior, mirando el televisor.
Su hermano pequeño (hasta el día de
ayer), la miro y se ruborizo de inmediato, molestia que se le paso enseguida; ni
tardo ni perezoso, empezó a molestarla.
Su hermana regañó a quien creía su hermana
menor y le exigió que fuera a vestirse. El padre, campechanamente y desde el poder otorgado por los genes, la disculpó
alegando que ese día cumplía y ese era un buen motivo para ciertas
excentricidades.
‑Peró ez ke llo no tenj…‑ Quiso
decir la frustrada protagonista, pero se detuvo a la mitad de la frase al darse
cuenta de que cometía faltas de ortografía al hablar. Después recapacito y
descubrió que uno a tan corta edad, no necesariamente se tiene una buena forma
de escribir ni de "avlar"… De ahí en adelante todo le pareció muy
lógico.
El resto del Día lo pasó muy
holgazanamente disfrutando las atenciones que su familia le propinaba. Disfrutó
al máximo de sus regalos (una bicicleta con dos rueditas a los lados, una
película infantil, un palo saltarín y etcéteras propios de su edad). Se acostó
a las nueve de la noche, tal como debe ser para una niña pequeña.
A las cero horas con un segundo del siguiente
día de Diciembre, despertó sobresaltada pensando que algo había cambiado.
Presurosa se dirigió a la puerta de su closet y se miro en el espejo, una desnuda
y mayor Ana la observaba tranquila desde atrás del cristal.
Volvió a su cama donde, un poco
amodorrado, su pareja le miraba con curiosidad. No dijo nada, se recostó y se
durmió con una sonrisa en los labios, pensando quizá, que alguien le dio la
oportunidad de disfrutar otra vez de ser niña.
Desde un punto indeterminado, todos
los dioses de la humanidad la miraban alegres, se reconfortaban al saber que,
por una y única vez en toda la historia del universo, el mundo giro alrededor
de una sola persona.
Mario Stalin Rodríguez.
Diciembre
de 1996.
In Memorian
Ana Santos
1978-2014
Nos quedan, amiga, los pasos compartidos.
Etiquetas: in memorian, tratado sobre la necedad
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