SUCESIÓN
y otros anacronismos
La idea de la existencia de un derecho
divino al poder, suena mucho más al argumento de un cuento de hadas de los
hermanos Grimm, que a un sistema de gobierno propio de la primera mitad del
siglo XXI. Sin embargo...
No
se trata de hablar de regímenes de países pequeños en los que el “monarca” es
una figura temporal impuesta por el bando ganador de la última batalla en la
eterna guerra intestina... No, se trata de gobiernos de países tan
pretendidamente democráticos, que incluso se dan el lujo de apoyar a Estados
Unidos en su perpetua lucha contra gobiernos legítimamente electos y sostenidos
por sus poblaciones. Se trata, entonces, de las monarquías europeas.
Al referirse a familias como los Windsor en
Inglaterra o los Borbones de España, no se puede hablar de remanentes de una
época feudal, más apropiados para la vitrinas de un museo que para los grandes
palacios que aún ocupan. No, porque a pesar de los ridículos protocolos, los patéticos
vestuarios y los escenarios de opereta en los que se mueven, amabas familias
llegaron a su actual posición, obedeciendo mucho más a intereses políticos y
económicos, que por un pretendido “derecho divino a la corona”.
En
el caso particular del abdicante Juan Carlos I, éste fue sentado en el trono no
por los españoles (ni siquiera por los monárquicos), sino por el dictador Franco,
como un actor más del teatrillo que se llamó “transición a la democracia”, cuyo
papel era, como el de todos los demás involucrados, garantizar la impunidad
para el caudillo, sus allegados y, sobre todo, sus herederos (de la que aún hoy
gozan).
En
el mejor de los casos, Juan Carlos I fue y será, hasta el último día de su
reinado, un bufón patético utilizado por lo peor que puede ofrecer la sociedad
española, ya fuera para tapar la hediondez de las cloacas de la política interna
del país ibérico o como golpeador en lo que se refiere a la política exterior.
A
cambio de sus servicios, se le extendió una carta de impunidad para las
corruptelas de él y su familia, de las que el escándalo encabezado por su yerno
no es más que la punta de un iceberg titánico...
Y
no, no hay ningún dato o razón que permitiera pensar, objetivamente, que la
coronación de Felipe de Asturias y Grecia (sic, suponiendo que Grecia, un país
que abolió la monarquía, pudiera tener “príncipes”), vaya a cambiar el papel
asignado a la casa Borbon en ningún aspecto.
El
Príncipe de Asturias, a sus casi 50 años, no ha tenido otras responsabilidad
que la de ser el representante de los intereses de la élite económica de España
en el extranjero y más nada, ni si quiera ha ocupado cargos de oropel en
empresas o fundaciones, como sí lo han hecho sus dos hermanas (por los cuales,
recuérdese, una de ellas hubo de presentarse como imputada ante las cortes
ibéricas).
Es
decir, en el mejor de los casos, el futuro Felipe VI será sólo una cara más joven,
para el mismo bufonesco papel de títere que se padre ha venido representando
desde 1975.
Mario
Stalin Rodríguez
Etiquetas: Apuntes sobre periodismo, El patético usurpador, Opinión, tratado sobre la necedad
2 Comments:
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
A mí me da más satisfacción la reacción del pueblo español ante esto: el haber demostrado públicamente que están dispuestos a recuperar su autodeterminación y soberanía, que tan violentamente les fue arrebatada por una injusta guerra civil. El camino para llegar a ello será muy largo, más del que generaciones anteriores han recorrido, lleno de obstáculos (su necia clase política y las leyes que ellos protegen y una policía que parece haber salido desde las mismas piras de Apókolips), y tal vez no lleguen a verlo, pero a diferencia de otros, ellos son capaces de transmitir esas ideas a sus hijos, y de hacerlas crecer. Estoy seguro que si no dejan de insistir desde la calle y conquistando su derecho a representarse, lo van a lograr y cambar su propio destino. Bien haría nuestra nación en verse en ese espejo, y aprender a tomar conciencia de lo que tenemos y estamos dejando pasar.
Ernesto Maldonado Lozada
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