jueves, marzo 27, 2008

VERSIONES V

Mario Stalin Rodríguez

Este Erick que acaba de presentarse, obviamente, no es el culpable señalado por las investigaciones oficiales sobre el asesinato, de hecho; éstas dicen que no hay más culpable que la víctima misma.
Pero aún falta mucho para llegar a esta hipótesis; múltiples serán las instancias que sus recursos apliquen al caso y múltiples los caminos que estas investigaciones deberán recorrer. Múltiples serán los callejones que la verdad encuentre, empezando en el primer día.

Desde un principio el trabajo policial despertó más dudas que confianza; los peritos encargados de reconocer la escena del crimen, acompañados por el Procurador General del Distrito Federal, transformaron ésta en un completo desastre apenas pusieron pie en el cuarto: el cuerpo fue movido aún antes de su llegada, los muebles reacomodados y a nadie se le ocurrió hacer un inventario de las cosas pequeñas encontradas ahí.
Las balas incrustadas en el sillón donde fue hallado el cuerpo no fueron recuperadas hasta dos semanas después, un tercer proyectil fue extraído del piso del inmueble, posiblemente el que hirió el muslo de Miriam.
Nadie sabe de donde surgió la bala que sobra, ni cómo llegó a instalarse en los cojines del sillón, el informe de las distintas reconstrucciones de los hechos y la glosa de la investigación ni siquiera se detienen en el asunto; únicamente enumeran los proyectiles encontrados y el sitio del que se extrajeron.

Tres reconstrucciones de los hechos fueron realizadas y el cuerpo de Miriam Gómez fue, según informes oficiales, sometido a dos necropsias. La última de ellas, a un año de su muerte, fue la que valió como argumentación en las conclusiones de la investigación de la Fiscalía Especial. Pero nos adelantamos, esta oficina no ha sido creada aún.

A tres semanas del crimen, se realizó la primer reconstrucción de los hechos por parte de agentes de la PGJDF. En ella se manejó la hipótesis de un asesinato: hay una discusión entre la víctima y su verdugo, los muebles son corridos de lugar y tres disparos se realizan; el primero de ellos, con silenciador (lo que explicaría que los vecinos sólo escucharan dos detonaciones), a uno de los sillones, más como advertencia que con el deseo de herir.
La discusión se torna violenta y Miriam es forzada a sentarse en una silla. Para asegurar que permanezca quieta, el atacante le dispara en una pierna, inmovilizándola; éste es el primer disparo que escuchan los vecinos. Inexplicablemente el arma no tiene ya silenciador; probablemente sea otra del mismo calibre.
Herida, la abogada se incorpora y trata de llegar hasta la puerta, cerrada por dentro (de donde se deduce que conocía a su atacante y que, probablemente, fue ella misma quien le abrió la puerta; que posteriormente éste cerró, tras arrebatarle las llaves). El futuro asesino detiene a la mujer y la arroja gritándole que se quede quieta, ella cae de rodillas en el suelo al lado del sillón.
Los nervios del agresor han recibido mucho más de lo que podían soportar y dispara por tercera ocasión para inmovilizarla, pero en lugar de dar en la otra pierna, la bala entra al cráneo de Miriam, matándole en el instante.
Nervioso, el asesino coloca el arma en la mano del cadáver y pone ésta bajo el pecho, para aparentar un suicidio. Sale rápidamente por una de las ventanas, asegurándose de que la misma quede cerrada (no es una operación difícil). Se marcha cuando los vecinos empiezan a llegar a las afueras del inmueble.

Esta hipótesis arrojaba muchas más dudas de las que presumía resolver. Si existió un silenciador con el que se disparó la primera bala; ¿por qué éste se dejo de usar para los otros dos disparos?
Las tres balas fueron disparadas por la misma arma y, según peritajes, ésta es la misma que se encontró en la escena del crimen. Pertenecía, efectivamente, a Miriam ¿sabía esto el asesino y la atacó deliberadamente con su propia arma o se topó con ella de forma incidental?
Si Miriam conocía a su agresor, ¿qué circunstancias provocaron que la atacara? Si, como se presume, el móvil del crimen tenía que ver con los casos que recientemente había llevado la víctima, ¿Por qué no desaparecen por completo los expedientes de estos, hallados en el lugar de los hechos? ¿por qué únicamente desaparece el CPU de una de las computadoras de la oficina, y ni siquiera era el que Miriam utilizaba?
Estos son los resultados que las primeras investigaciones arrojaron, si resultados se puede llamar a la larga lista de preguntas enumeradas y las que faltarían. De hecho; la ausencia de credibilidad en ellos, provocará la creación de la Fiscalía Especial, pero eso es ya asunto de próximos párrafos.

P.D. que se anuncia
¿En verdad la novela no les parece lo suficientemente interesante como para hacer un poco de esfuerzo y averiguar cuál es la respuesta al concurso de aniversario de este blog?...

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jueves, marzo 20, 2008

EFÍMERO

del tránsito, el transporte público y la aglomeración...
lo que raramente sucede

Mario Stalin Rodríguez

Febrero 14, ciudad de México... Noche.

No recuerdo quien dijo aquello de “nunca se está tan solo, como en medio de la multitud”. Quien haya sido tenía razón, aunque probablemente no pensaba en el transporte público de la ciudad de México cuando lo planteó.
En éste la soledad es sobrecogedora y cálida, una soledad agradable a veces, apretada la mayor parte del tiempo.

Tal vez es la fecha o la hora, pero en este trasporte viajamos sólo nosotros, los solitarios de todo tipo. Lo podemos ver desde la fila de espera, en la noche, en el frío; nadie se mira a los ojos, no hablamos entre nosotros.
Está ausente la pareja a la que siempre veo en este mismos lugar a esta misma hora, los que se hablan a gritos como anunciando al mundo que están juntos y felices. Tampoco se encuentra el matrimonio que cree en arreglar sus diferencias en el trasporte público, tal vez para que los niños en casa no sepan que sus padres también son humanos y tiene, como todos, problemas.
No, estamos nosotros, los solitarios de todo tipo. Los demás tal vez cedieron a la efemérides comercial y se encuentran en restaurantes, hoteles o casas celebrando la compañía, mientras los solitarios ponemos cara de no-nos-importa y cumplimos con la rutina; a la misma hora de siempre regresamos de nuestros trabajos cansados.
Nos aislamos de los otros por los audífonos, la lectura o simplemente mirando al frente; actuando exageradamente nuestras desesperación por el transporte que no llega.

Finalmente, cual si fuera el pasaje a la tierra prometida, nos hacinamos en un autobús demasiado pequeño para todos. Curiosamente logró tomar asiento al lado de la ventanilla, justo junto a la puerta trasera. Abro mi libro y la veo subir.
Le es difícil sostenerse del pasamanos mientras sujeta el teléfono celular entre el hombro y el oído, con el otro brazo batalla con su bebe. Cruza el pasillo con paso vacilante, es la única persona en pie; a su alrededor hombres y mujeres fingen mirar a otro lado o dormir convenientemente.
Suspiro, cierro la novela que leo y me levanto. No cruzamos palabras, no hay necesidad; es un acuerdo tácito. Acaso sonríe cuando pasa a mi lado y el niño, demasiado grande para ser de brazos (pienso ahora), trata de sujetar mi libro.
Con la lectura balanceada en una mano, sujetándome con la otra, en precario equilibrio empieza el viaje.

El transporte se va llenando conforme pasa el tiempo, eventualmente la lectura se complica, pero años de práctica no pasan en vano y con la música a todo volumen en los audífonos, avanzo no sin trabajos por los párrafos.

Lo primero que supe de ti fue tu risa, estruendosa y molesta; hablabas a gritos con una amiga. No supe cuando abordaste, sólo que de pronto tu risa se sobrepuso a la música.
No te vi en ese entonces, sólo arrugue el entrecejo, maldije a la humanidad en general y a la juventud en particular (porque tu risa sonaba joven) y acerqué más el libro a mis ojos. Poco después alguien llegó a su destino, abriéndose paso a la puerta de salida por medio del consabido truco de empujar a cuanto ser se interpusiera en su camino.
Entonces tu pierna se colocó en medio de las mías, tu espalda empujo mi libro y tu cadera tocó mi entrepierna. Era un calor agradable, una calidez húmeda. Aún reías platicando con tu amiga, como indiferente al tacto accidental, tu cabello redondo olía a tabaco y cerveza... Y te reías, sin retirarte ni reacomodarte, te reías.

El ir y venir de la gente y la propia inercia de un trasporte en movimiento, prolongaron y estrecharon el contacto. Muy pronto fingir que leía me resultó imposible, tu te encontrabas prácticamente de espaldas frente a mi.
Sólo podía oler tu cabello y atisbar tu perfil cuando volteabas a seguir platicando con tu amiga.
Aún reías. Tal vez fue mi imaginación o mis propios reflejos inconscientes, pero a cada carcajada tu cadera se movía y se repegaba contra mi entrepierna. A veces echabas la cabeza hacías atrás y yo tenía que ladear la mía para evitar un golpe.
Tal vez fue mi imaginación, queda escrito, pero fue en uno de esos movimiento en que recargaste tu cabeza en mi hombro y te entretuviste un poco más de la cuenta. Me miraste con esos ojos tuyos, cafés, cansados, inyectados de sangre. Me sonreíste y volviste a platicar con tu amiga.

Eras joven, no demasiado, tal vez unos pocos años arriba de la veintena. Vestías un pantalón de mezclilla excesivamente entallado, tanto que parecía pintado sobre tus piernas y cadera, una blusa negra a tirantes escotada y una chamarra de imitación de cuero intencionalmente plástica (la moda tiene razones que la razón no entiende).
Tenías un lunar en medio de tus senos y otro al lado de la boca, casi cubierto por el maquillaje deslucido. Tal vez habías ido a una fiesta que celebrara la amistad; más seguramente, por la plática que sostenías con tu amiga, a una sita doble que probablemente resultó un bochorno, porque te reías de un él y de los hombres todos.
Tu voz era aguda y tu risa, lo he dicho ya, estridente y molesta. Tal vez fue mi imaginación o mis propios reflejos inconscientes, pero a cada carcajada tu cadera se movía y se repegaba aún más contra mi entrepierna. A veces echabas la cabeza hacías atrás y yo tenía que ladear la mía para evitar un golpe.

Entonces se acabaron los accidentes. Por el ir y venir de la gente y la inercia propia de un transporte en movimiento, las personas se interpusieron entre tu y tu amiga. Eran pocas, tal vez no llegaban a la decena, pero eran una barrera que te impedía verla y le impedía vernos.
Entonces tu mano tocó mi cadera y empezaste a bailar al ritmo de una música que yo no escuchaba. Tu otra mano me quitó los audífonos como invitándome a seguir tu danza. Tu cabeza volvió a apoyarse en mi hombro, me sonreíste y me besaste rápidamente antes de volver a mostrarme la nuca... Tu cadera seguía moviéndose.
Te abracé por la cintura, desabroché los dos botones de tu chamarra y subí mano hasta tu pecho. A través del escote, bajo tu sujetador, toqué tus senos. Mi otra mano bajó, desabotoné tu pantalón y, torpemente, baje el cierre. Metí la mano bajo el encaje hasta que encontré bello y un calor húmedo, agradable.
Frente a nosotros, sentadas, dos mujeres de edad se sonrojaron; una de ellas parecía querer decir algo, la otra le detuvo. Escuché un chits breve y ambas miraron la calle por la ventanilla.
A nuestro lado escuché algunas risas femeninas disimuladas; los demás nos ignoraban o fingían ignorarnos.
Nos besamos, yo jugaba con tu calor húmedo y tus senos, tu movías tu cadera. A veces reías, pero no con esa carcajada estridente, sino una risa leve; contenida... A veces gemías. Nos besamos, tu cabello olía a cerveza y tabaco, tu boca sabía a alcohol y pastillas de menta...

¿Cuánto duró nuestro encuentro? Poco, minutos acaso. De pronto diste un gemido prolongado, todo tu cuerpo se estremeció y lanzaste tu cabeza hacía atrás, hacía mi hombro, sonriendo con la boca abierta; lanzándome tu aliento de alcohol y pastillas de menta.
Abriste los ojos y me sonreíste. Quise decir algo, quisiste decir algo, pero la voz de tu amiga llegó a través de las personas; era momento de bajar. Te acomodaste el sujetador y la camisa, abotonaste tu pantalón a prisa y, sin voltear de nuevo, te alejaste.
A través de la ventanilla te vi platicar a cuchicheos con tu amiga, la vi voltearse y lanzar un risilla. El trasporte arrancó de nuevo, mientras nos alejaba te vi sonreír y lanzar dos besos.

No recuerdo quien dijo aquello de “nunca se está tan solo, como en medio de la multitud”. Quien haya sido tenía razón, aunque probablemente no pensaba en el transporte público de la ciudad de México cuando lo planteó... Porque en éste, a veces, las soledades encuentran en un calor húmedo y agradable; efímero.
En otro Orden de ideas:
Sonríe
No Nos Vamos a Dejar

P.D. que se titula:
PREMIO SE ESCRIBE CON DOBLE N
De la inumerable respuesta (bueno, está bien, exagero... son cinco) al concurso convocado por este blog, dos han acertado, ellas son:
Quienes ya tienen en sus manos la novela Versiones, además de un bonito dibujo y texto hechos por quien esto escribe en exclusiva para sus blogs... Que colgaran o no, dependiendo de si les gustó.
Cómo? Cómo qué cual concurso? Pues éste:
PRIMER GRAN CONCURSO DE ANIVERSARIO NECIO HUTOPO 2008
Como algunos se habrán dado cuenta, un nombre da pretexto a no pocos de los textos y dibujos aquí publicados... No, no es el mío; es otro. Uno que se esconde para ser encontrado, uno que reeescribe la ortografia de la esperanza y la ausencia... La idea es ésta: Quien me haga llegar por correo (stalin76@gmail.com) este nombre, recibirá a vuelta de correo el archivo de la novela Versiones, para que pueda saber de qué va el asunto antes que casi nadie... Y, como eso para algunos puede resultar redundante; me comprometó a hacer un escrito y/o dibujo en exclusiva para el blog de quienes acierten (en el caso, por supuesto, de que tengan un blog).
Por supuesto, quedan excluidos de esta convocatoria quienes por cualquier razón ya conocen el nombre (e incluso, la persona) de quien se habla...
Y, mira tu qué cosa, como entiendo que se atravesó un periodo vacacional y todo, el concurso queda abierto hasta la próxima semana.

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jueves, marzo 13, 2008

VERSIONES IV


Refugio. Una simple palabra, un complejo sentimiento. Iniciar el día nunca ha sido fácil para Héctor; salir de su casa para enfrentar la ciudad y sus calles repletas de ausencia requiere, todas las mañanas, un gran esfuerzo de su parte, no siempre lo logra.
Hubo días en que faltaba injustificadamente a sus citas y labores, sólo porque la soledad y el miedo de descubrirla ajena le obligaban a quedarse entre aquello que le era familiar. Otros días caminaba inseguro por los calles de su ciudad, temiendo encontrarla, deseando verla.
Fueron los días de la ausencia, casi todos. Pero desde que la esperanza llegó a vivir entre sus paredes no hubo más necesidad de refugiarse. Porque no era ya el refugio, sino los ojos de ella. No necesitaba más protección que el recuerdo de su aroma.
Pero hoy ni los labios de Diana, ni los muros de su hogar le ofrecen seguridad, parecen invadidos por la ausencia; los cuadros, los libros y los muebles le gritan los nombres de su soledad, el espejo sólo le regresa el retrato de la confusión.
Por ello Héctor sale huyendo, sin apenas despedirse de Diana, en camino a las aulas que escaso alivio prometen.

Queda escrito que Héctor se refugia en las clases, porque María no perteneció nunca a este ambiente y ella, la otra ausencia, hace años que permanece alejada de estos pasillos. Son estos edificios terreno neutro, que al negarlas las reafirma.
Dos clases lo esperan; la primera de 11:00 a 13:00 y otra de 16:00 a 18:00, todos los Lunes y Jueves. Habitualmente aprovecha el intervalo para salir a comer con Diana u otra persona o para preparar sus escritos para la revista. Cuando nada hay que hacer, permanece en el cubículo que la Coordinación de Comunicación le asignó, adecuadamente provisto de una computadora, televisión, consola de videojuegos y radio. En estos espacios, más la explanada de la Facultad, desarrolla Héctor su vida académica.
Esta escuela es, en suma, su refugio: Pero aún este claustro será invadido.

La primera clase transcurrió como siempre; cuarenta jóvenes no muy convencidos de querer estar en donde están y un profesor no demasiado atento a lo que hasta estos muros lo trajo. No hay historia que valga la pena contarse entre estos pupitres; todas ellas son obvias a su mera mención.
Parado frente a sus estudiantes, Héctor habla sobre todo para superar el silencio de murmullos y no porque piense que en realidad alguien le presta atención; la ayudante de profesor revisa por centésima vez los trabajos que ha calificado y se promete, como siempre, que los próximos sí serán leídos por completo; distribuidos en grupos y grupúsculos, los estudiantes atienden al murmullo general y no a la clase, alguno de ellos, si acaso, toman apuntes distraídos de las partes más irrelevantes.
El cuadro es el común y como tal es apreciado por la cabeza que asoma a través de la mirilla de la puerta; el corte militar desaliñado da a este personaje un aspecto poco común en estos pasillos acostumbrados a variedades más estridentes. Su ropa gris y sucia llamaría la atención de cualquiera que por aquí pasara, pero no lo hará, él se ha asegurado que nadie le vea.
Es uno de los fantasmas vivos y pronto encontrará su papel en esta historia.

Semirecostado ante su escritorio, Héctor se soba los ojos de cansancio e intenta comprender la enmarañada redacción de los trabajos que ante sí tiene, con un suspiro de pena compadece, como siempre, a Less, su profesora adjunta, por el trabajo que tiene al calificar cotidianamente estos atentados al idioma, él, por lo menos, sólo tiene que hacerlo una vez al mes.
Un café, se dice, le ayudaría a concentrarse en su trabajo y a calmar el temblor de sus manos que casi le impide leer lo que con ellas toma. Entrecerrando los ojos, visualiza como promesa de salvación la máquina expendedora que se haya justo afuera de la Coordinación de Comunicación, a sólo unos pasos y a pocos pesos de distancia.
Con ese pensamiento, se rasca la cabeza y decide levantarse del sillón, entonces escucha un golpe leve en la ventana de su cubículo; nada de importancia, ésta da a uno de los jardines posteriores de la facultad, un espacio que igual es utilizado para demostraciones nada púdicas de cariño y deseo, que para juegos de pelota o para fumar hierba presuntamente a escondidas. El que alguien arroje una piedra y ésta de, accidentalmente, en una ventana es asunto de todos los días y todas las horas.
Un nuevo golpe le detiene en la puerta de su cubículo, una tercera roca acierta en la ventana antes de que logre llegar hasta ella para ver quién es el responsable.
Parado en medio del prado se encuentra un fantasma: su corte militar desaliñado, su ropa gris y sucia, su botas militares con las agujetas sueltas, la barba casi lampiña que demuestra días de descuido, la tez morena, la ojeras que dan a su cara un aspecto casi de cadáver; entre los pliegues de su chamarra se adivina el bulto de un arma, metida a fajo en la cintura del pantalón.
El fantasma saluda con la mano e intenta sonreír, hace un gesto para invitar a Héctor a ir a buscarlo al jardín.

Parece nervioso, voltea recelando de todos los que por ahí pasan, se lleva la mano al bulto de su cintura a cada inesperado ruido, su ojos no paran de moverse de un lado a otro, como si esperara un ataque desde cualquier flanco. Se siente desprotegido, extraña la seguridad que las paredes de su refugio le proporcionan.
Héctor se acerca precavido, nada hay en la pinta del extraño que le inspire alguna confianza, incluso ha pedido a su vecina de cubículo que vigile el encuentro a través de la ventana y que llame a la policía a la menor sospecha.
El extraño se limpia con el pantalón el sudor de la palma de la mano y se la extiende al extrañado profesor, no espera el gesto de correspondencia; toma la mano de Héctor cuando ésta se encuentra aún pegada a su costado y la agita vigorosamente.
-No se moleste en presentarse, sé quién es usted -las palabras salen atropellándose de su boca y su voz suena familiarmente ronca-; me llamo Erick y maté a Miriam Gómez hace dos años... Pero ella no se quedó muerta.

P.D. que se la prolonga...
Y bueno, debido al éxito no obtenido... El concurso sigue abierto una semana más...
Cómo? Cómo qué cual concurso? Pues este:
PRIMER GRAN CONCURSO DE ANIVERSARIO NECIO HUTOPO 2008
Como algunos se habrán dado cuenta, un nombre da pretexto a no pocos de los textos y dibujos aquí publicados... No, no es el mío; es otro. Uno que se esconde para ser encontrado, uno que reeescribe la ortografia de la esperanza y la ausencia... La idea es ésta: Quien me haga llegar por correo (a gmail, la dirección está en mi perfil de blogger) este nombre, recibirá a vuelta de correo el archivo de la novela Versiones, para que pueda saber de qué va el asunto antes que casi nadie... Y, como eso para algunos puede resultar redundante; me comprometó a hacer un escrito y/o dibujo en exclusiva para el blog de quienes acierten (en el caso, por supuesto, de que tengan un blog).
Por supuesto, quedam excluidos de esta convocatoria quienes por cualquier razón ya conocen el nombre (e incluso, la persona) de quien se habla...

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miércoles, marzo 05, 2008

DIFERENCIAS

Mario Stalin Rodríguez

Sin embargo aquí seguía; confundido, cansado, herido... Y aquí seguía.
No era fácil, algunas veces pensaba en darse por vencido, en encerrarse en la comodidad del nada hacer, en el no darse cuenta... Era tan tentador; únicamente despertar, ir a trabajar, alimentarse, tal vez conocer a alguien con quien estar, regresar a su casa y dormir... Después despertarse, ir a trabajar, seguir conociendo a ese alguien y etcétera... Era tan tentador.
Sin embargo aquí seguía.

Ella, por el contrario, se había marchado. Segura, cansada y herida, se había marchado.
Le fue fácil; un día despertó cansada de todo esto, de sus sueños de juventud, de alimentar imposibles futuros, de preocuparse... Despertó cansada y buscó seguridad... Y la encontró. Halló su tranquilidad en despertarse, ir a trabajar, alimentarse. Encontró la tranquilidad en quien a su lado está, en seguir trabajando, en ir a su casa y dormir. Después despertarse, ir a trabajar, ignorar los pequeños o grandes errores de su pareja, seguir trabajando, etcétera... Encontró la seguridad.
O tal vez no... Porque de vez en vez, cuando miraba las cómodas noticias en el cómodo canal de televisión, sentada en su cómodo sillón junto a su cómoda pareja... A veces, recordaba que la realidad era otra.
Pero cerraba los ojos y recordaba que se había marchado a encerrarse en el no darse cuenta.

Él, sin embargo, aquí seguía; confundido, cansado, herido... Y aquí seguía.
Iba a trabajar, conocía nuevas y viejas presencias, volvía a su casa, afilaba la esperanza y salía de nuevo a construir otro mundo... A ser herido y derrotado de nuevo... A volver a levantarse.
Y cuando salía se aseguraba de dejar la puerta abierta... Por si acaso ella regresaba.

Tercera Uva... Nehls Matínez Nadia Regresa

P.D. que se celebra
Hace dos años, el primero de Marzo de 2006, quedó escrito en estos bits:
"He visto a las mejores mentes de mi generación destruidas por la falta de locura"
Carlos Monsiváis Días de Guardar
Desde entonces y a la fecha algo ha cambiando en este blog: Ha sido un espacio meramente acaémico, para la realización de un proyecto editorial. Ha sido una forma de comunicación entre los habitantes de la efímera ciudad de los toldos en Reforma. Finalmente, desde Noviembre de 2006 se transformó en un espacio para expresar eso que a veces pasa por mi cabeza (pensamientos... Creo que les dicen).
Desde entonces y a la fecha algo ha cambiado, pero locura nunca ha faltado... Y como no hay cumpleaños que se precie sin regalos... Valga aquí el:
PRIMER GRAN CONCURSO DE ANIVERSARIO NECIO HUTOPO 2008
Como algunos se habrán dado cuenta, un nombre da pretexto a no pocos de los textos y dibujos aquí publicados... No, no es el mío; es otro. Uno que se esconde para ser encontrado, uno que reeescribe la ortografia de la esperanza y la ausencia... La idea es ésta: Quien me haga llegar por correo (a gmail, la dirección está en mi perfil de blogger) este nombre, recibirá a vuelta de correo el archivo de la novela Versiones, para que pueda saber de qué va el asunto antes que casi nadie... Y, como eso para algunos puede resultar redundante; me comprometó a hacer un escrito y/o dibujo en exclusiva para el blog de quienes acierten (en el caso, por supuesto, de que tengan un blog).
Por supuesto, quedam excluidos de esta convocatoria quienes por cualquier razón ya conocen el nombre (e incluso, la persona) de quien se habla... Ni modo Farifedas, de lo contrario sería muy fácil para ti.

P.D que crece...
Por cierto... Señoras, Señoritas, Señores y Quimieras, con ustedes Zafferano de
sobre educación, viajes, superpoderes y los misterios de la vida diaria... Y ya está, venga a con los otros

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