viernes, septiembre 29, 2023

SEXTIEMBRE 2023 - D

 Pues ya se acaba el Sextiembre 2023, así que toca cerrarlo con una última tirada de dados, cuyo resultado fue...


Sueños Húmedos


 El gato, de un gris tan oscuro que casi es negro y ojos grises profundos, no es un gato; ella lo sabe. Debe ser alguna especie de metáfora para su prolongada soltería o la representación de alguien que no se atreve a reconocer ni inconscientemente, se dice.

            Está en una recámara que sólo conoce por descripciones muy vagas, así que no se sorprende que la cama, que debería ser matrimonial, tenga un tamaño casi infantil, ni de la marcada incoherencia de unas sábanas de seda roja que ni ella ni nadie en cuya recámara pudiera estar usaría.

            Ve al gato que noes un gato acercarse a su entrepierna con los ojos grises profundos fijos en su mirada... No, tampoco se sorprende de comprobar que está completamente desnuda aunque hace mucho tiempo que no duerme así, ni de que el vello de su ingle sea mucho más abundante del que jamás se permitiría a sí misma.

            Reconoce el tatuaje entre sus senos; un ave renaciendo entre llamas... Pensó en hacerse uno así hace mucho tiempo, incluso llegó a pedir algunos diseños preliminares; ninguno se parecía a éste... No le sorprende, en realidad nunca se atrevió a hacérselo. Debe ser algún tipo de pista de mi propia mente, se dice.

            Se pierde en los ojos grises profundos del gato que no es un gato.

            Siente la lengua del gato que no es un gato y no es áspera, de hecho se siente casi humana...

 

Mario Stalin Rodríguez


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jueves, septiembre 21, 2023

SEXTIEMBRE 2023 - C

 Pues sigamos con el Sextiembre 2023 y, siguiendo el método utilizado este año, al tirar de los dados de Google el resultado fue...


Sexo MUY Romántico y Cliché

Sobre “Valsecito – Valsinha
De Chico Buarque
en versión al castellano de Vinicius de Moraes
y voz de Nacha Guevara

 

Cuando regresaron a casa, los pies de ella aún bailaban el danzón de la plaza y él silbaba una canción que nunca había escuchado... Entraron, ella se dirigió a la recámara y él se fue buscar algo que beber en la cocina.

            Ella empezó a desnudarse, colocó el vestido blanco y escotado extendido sobre la cama y sonrió un poco para sí misma pensando en que había salido sin brasier.

            Se iba a desabrochar el liguero más práctico que sensual para quitarse unas medias de red que no recordaba hace cuánto había comprado y estaba convencida de nunca antes haber usado, cuando vio el vestido sobre la cama... Lo tomo entre sus manos y en su mente regresó a la plaza.

            Siguiendo una melodía que sólo sonaba para ella, semidesnuda, bailó; la joyería de vidrio que ella misma se había fabricado desprendía brillos que iluminaban toda la habitación.

            Él entró y la vio... En silencio dejo los dos vasos que traía sobre la cómoda al lado de la puerta y se acercó.

            Ella bailaba sin más pareja que su vestido blanco y escotado cuando sintió las manos de él en sus hombros. Lo sintió acercarse a su oído...

            “Estás muy linda”, le susurró. “Necesitas nuevos lentes”, le respondió ella, ruborizándose.

 

La besó en el cuello, ella se volteó y le beso en los labios.

            Besándose se dirigieron a la cama; él iba desvistiéndose un poco torpemente y ella acabó de quitarse las medias, el liguero y una ropa interior tal vez demasiado grande (“de abuelita” diría una de sus hijas cuando todavía vivían en la casa).

            Se recostó en la cama, él se puso arriba de ella y la miró; “eres bellísima”, le sonrió. “Tonto”, le respondió ella tapándose la cara con las manos.

            “Déjame mirarte”, dijo él apartándole las manos... Ella lo miró y reconoció cada arruga y cada recuerdo. “Mirémonos”, dijo ella y lo besó.

            Piel sobre piel y en la cama, en la oscuridad, siguieron bailando al ritmo de una música que sólo existía para sus oídos...

 

Mario Stalin Rodríguez


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miércoles, septiembre 20, 2023

Septiembre de 2023 - 73 años - 12 años

 Hoy, 20 de Septiembre, mi madre habría cumplido 73 años y hace 12 que partió... Y sus pasos, su memoria, siguen acompañándonos...


Aviso.
Recuerdos 1 de 4.
2 de 4.
3 de 4.
4 de 4.
De Aniversario y Recuerdos.
Persistencia de presencia.
Caminantes.
Persistiendo.
Caminos.
Asalto al cielo.
Como siempre, memoria.
Manos.
Cambios y gerundios.
Referentes.
50 años y 7 años.
Los pasos de Tere.
Matria.
Década.
1950 - 2021.
10 de Mayo 2022.
11 Aniversario luctuoso.
20 de Septiembre, 2022.
12 Años.

Y seguimos, madre, caminando con sus pasos...

In Memorian
María Teresa Cuellar Salina
1950-2011

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jueves, septiembre 14, 2023

SEXTIEMBRE 2023 - B

 Pues es Septiembre y, como más de una persona sabrá, eso significa que se celebra el Sextiembre, así que tirando de los dados de google toca


AQUÍ TE PILLO, AQUÍ TE...


Se abre la puerta del elevador y frente a él, en una esquina, está ella. Se sonríen; “hola, vecina”, dice él. “Hola, vecino” contesta ella. Entra.

            El botón de la planta baja ya está iluminado, así que sólo presiona el que cierra la puerta. Mira distraído el indicador de avance y, cuando han pasado dos o tres pisos, siente las manos de ella en su espalda...

 

¿Cuándo empezó esto?

            Por supuesto que se habían visto en el ascensor o en los alrededores del edificio, aunque no sabían demasiado la una del otro o el uno de la otra; ella sabía que él tenía dos perras tal vez un poco demasiado grandes para vivir en un departamento, a las cuales sacaba a pasear con regularidad dos o tres veces al día. Él sabía que ella tenía tres gatos por aquella vez que se encontraron el consultorio veterinario cercano, cuando llevó a sus mascotas a revisión y él acudió de urgencia porque una de sus perras se comió un calcetín.

            Ella sabía, por las veces que se cruzaban en el elevador, que él vivía en el piso siete, él que ella vivía más arriba, probablemente entre el 12 y el 16, aunque seguramente no en los departamentos de lujo por arriba del 20.

            Fuera de eso toda su interacción era una cortés inclinación de cabeza cuando sus caminos se cruzaban y un discreto “hola, vecino” – “hola, vecina” después de su encuentro en el veterinario.

 

Así era, hasta el día en que el elevador se detuvo entre el piso cinco y el cuatro.

            A él se le había acabado el café, así que debió salir en una hora que no acostumbraba. En el caso de ella a su gata Cawlan (“Gris” en somalí) le tocaba una revisión de rutina y el veterinario sólo tenía cita libre para esa hora.

            Cuando la puerta del elevador se abrió él la vio recargada en una esquina; llevaba una camiseta blanca a tirantes que dejaba ver su abdomen, en el cual una pequeña línea de vello descendía hasta perderse bajo unos diminutos shorts de mezclilla. A su píes, enfundados en unos tenis rojos tal vez demasiado grandes para su talla, la gata maullaba indignada desde su transportador.

            “Un atuendo demasiado juvenil para su edad”, pensó él y se recriminó a sí mismo casi inmediatamente después; eran días de demasiado calor y ella tenía todo el derecho del mundo a vestirse como le diera gana

            “Hola, vecino”, saludó ella cuando él entraba. “Hola, vecina”, contestó. La puerta se cerró y él se puso a ver el indicador de los pisos sobre la puerta... De pronto, entre los pisos cinco y cuatro, el elevador se detuvo.

            Él presionó el botón de alarma y esperó que le contestaran a través de la bocina; sólo recibió silencio... “Seguramente se darán cuenta pronto de la falla” comentó mirándola con una sonrisa. “Ojalá” contestó ella.

            Siguió un silencio incómodo.

            Él tocaba el botón de alarma buscando una respuesta que no obtenía y ella miraba al techo, hasta que los maullidos de la gata se hicieron insoportables... “¿Te importa si la saco?” Preguntó ella, “nunca le ha gustado el transportador”.

            “Sin problema”, respondió él mientras volteaba. La vio inclinada para abrir la puerta de la gata; sus senos sin sostén asomaban a través de la apertura de la blusa de tirantes... Ella sintió su mirada y, mientras animaba a la gata a salir del trasportador, volteó hacia arriba mientras sonreía.

            Él desvió la mirada hacia el techo, sonrojándose; “perdón”, dijo tímido. Sintió la mano de ella sobre su abdomen. “No importa”, dijo ella y le besó en la mejilla.

            Él bajó la mirada y se encontró con los ojos de ella; empezó a tartamudear algo y ella le besó en los labios... Se abrazaron y muy pronto sus lenguas se encontraron.

            La gata, ahora silenciosa, olisqueaba en los rincones del elevador.

 

Entre el abrazo y los besos, una mano de él bajó hasta los glúteos de ella. La de ella llegó a la entrepierna de él y sintió su erección, empezó a acariciarlo por sobre el pantalón.

            Cuando ella desabrochó el botón del pantalón, él se apartó un poco; “no tengo condones”, dijo. “No importa”, contestó ella; “algo improvisaremos”. Terminó de liberar el miembro de él y empezó a masturbarlo.

            Él la besaba y una mano buscó por debajo de los minúsculos shorts hasta que encontró el sexo de ella; empezó a juguetear con los dedos por entre los vellos.

            Entre besos llegaron casi al mismo tiempo al climax; él eyaculó en la mano de ella, manchando también sus muslos y el piso del elevador. Ella mojó los dedos de él, su propia ropa interior y hasta los diminutos shorts.

            La gata soltó un ligero maullido, mirándolos desde una esquina.

 

Sentades contra una de las paredes, un tanto exhaustes y satisfeches, platicaban. Él sobre su empleo en el departamento de arte de una empresa de videojuegos, lo que le permitía trabajar desde casa y atender a sus dos perras. Ella sobre sus actividades como diseñadora gráfica free lance.

            Ni ella ni él se preguntaron sus nombres, pero sí los de sus mascotas.

            De pronto una voz sonó desde la bocina bajo los botones del elevador; se disculpaba por la tardanza en la atención, pero que no se preocuparan, el personal de la empresa ya acudía para liberarles.

            Se miraron con un poco de preocupación y algo de diversión; sin importar que ya hubieran recompuesto sus ropas, el olor del sexo inundaba el pequeño elevador... La gata los salvó defecando en un rincón y el penetrante aroma disfrazó cualquier otro olor, justo en el momento en que las puertas se abrieron.

 

Desde entonces ni ella ni él se olvidan de traer un condón en el bolsillo, cartera o bolsa.

            Se han encontrado en el elevador otras veces. No recuerdan si fue ella o él quien descubrió el cómo detenerlo sin activar la alarma... Nunca hay una cita concertada, a veces pasan días o semanas sin encontrarse; incluso llegaron a estar un mes y medio sin verse.

            No siempre van sin compañía en el elevador, entonces sólo hay un “hola, vecino” y un “hola, vecina” de regreso... En otras, incluso estando sin nadie más, sólo detienen el elevador para platicar... Hasta hoy ni ella ni él se han preguntado sus nombres.

 

Mario Stalin Rodríguez


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jueves, septiembre 07, 2023

Sextiembre 2023 - A

 Pues como alguien sabrá (o no) es Septiembre y eso significa que, salvo en fechas muy específicas, por aquí (y por allá) andaré celebrando

EL SEXTIEMBRE

Como en años pasados no me pondré a hacer el calendario completo (porque ya lo hice una vez y acabé como acabé), sino que semana a semana tirare del azar para ver cuál de los temas ahí enumerados abordar, sólo que ahora no recurriré a RandomPuntoOrg, sino a la tirada de dados de google y en esta ocasión el resultado fue...


STRIPTEASE


Abre la puerta, le da una pequeña propina a la camarera que la acompañó hasta ahí y ella le entrega la tarjeta-llave al tiempo que le dedica un sonrisa cómplice.

            Recuerda cuando empezó a hacer esto, entonces la miraban raro, pero conforme fue pasando el tiempo fueron acostumbrándose a ella y a lo que hacía y se volvió, poco a poco, el pequeño secreto cómplice de quienes trabajan en los hoteles de paso a lo largo de la calzada de Tlalpan. Incluso le hablan de ella y de lo que hace a quienes recién empiezan a trabajar.

            Reconoce la habitación, aunque no sabe si es porque ya ha estado antes en ésta o porque ha estado en tantas idénticas o muy similares. Recorre con la mirada la cama, los sillones y los demás aditamentos de una habitación de este estilo en un establecimiento de este estilo... Justo donde era de esperarse ubica a la única persona que será su público.

            Sonríe y recibe una sonrisa de regreso.

 

Entra al baño para prepararse, no le sorprende que la puerta sea de cristal y que la única parte de éste que queda oculta al resto de la habitación sea el excusado.

            Abre el agua, se desviste y entra a la ducha para quitarse todo el día en la oficina y la larga jornada en el transporte público. Conforme se desprende de sus ropas de diario va dejando, junto a éstas, los pendientes de la vida de diario; la capacitación que empieza temprano y a la que aún le faltan dos semanas, los encuentros y desencuentros con sus compañeras de oficina, las exigencias de su jefa... Su vida de diario queda ahí, en espera, a lado de su ropa de diario.

            Entra en la ducha, mientras se enjabona mira su entrepierna y se pregunta si debió depilarse o, al menos, recortar un poco en la zona. Descarta la idea casi de inmediato, le gusta el tacto del vello bajo las yemas de sus dedos.

            Sale de la ducha y ve la ropa que preparó para la ocasión... De vaquera, ¿en qué momento se le ocurrió que era buena idea vestirse de vaquera?... Suspira para sí y, tras la puerta de cristal, empieza a vestirse; los calzoncillos color vino con encaje le aprietan, tal vez tomó por error unos de su hija mayor, tal vez ha subido de peso desde la última vez que los usó, tal vez los compró algunas tallas más pequeños por “error”.

             Sonríe para sí y con un suspiro sale del baño.

 

Conoce estas habitaciones, ni siquiera debe voltear para localizar el control de la luz y dejar sólo una tenue iluminación, desde su teléfono pone la música para la ocasión que, de inmediato, empieza a sonar en las bocinas de las paredes... Se equivoca de pista; las Pussy Riots entonan “Kropotkin-Vodka”.

            Piensa en corregir su error, pero al alzar la cara su mirada se cruza con la de la única persona que es su público. Sonríe y recibe una sonrisa de regreso... Empieza a bailar.

            Primero se despoja del sombrero y empieza, coqueta, a desabrocharse la camisa a cuadros. Se deshace de las botas que son tan incómodas para bailar y desabrocha un botón más de la camisa.

            Sigue bailando. Se quita la falda de mezclilla y termina de desabrochar la camisa, aunque no se la quita; sigue con ella un par de compases más. Mira coqueta hacia la única persona que es su público, sonríe y recibe una sonrisa de regreso; nota que empieza a excitarse.

            Se deshace de la camisa y queda en ropa interior... Sigue bailando, de vez en cuando dirige la mirada hacia la única persona que es su público y a cada movimiento se excita un poco más.

            El brasier le juega una mala pasada y el broche en la espalda se atora. Durante un par de compases, sin dejar de moverse al ritmo del punk ruso, forcejea sin ningún resultado. Dirige una sonrisa incómoda hacia la única persona que es su público y recibe una sonrisa incómoda de regreso; su excitación crese.

            Finalmente logra quitarse el brasier sin desabrocharlo, sacándolo por la cabeza como si fuera una camiseta... La canción casi acaba, así que a prisa se libera de los calzoncillos color vino con encaje que le quedan chicos; queda completamente desnuda justo cuando la música se termina.

            En silencio y completamente excitada se dirige con paso coqueto hacia la única persona que es su público; sonríe y recibe una sonrisa de regreso... A solas en la habitación se besa a sí misma en el espejo.

            Lleva una mano hacia sus senos y hace círculos alrededor de su pezón. Con un dedo de la otra mano recorre las marcas que los calzoncillos color vino con encaje dejaron sobre su piel, hasta notar el tacto del vello su yema.

            Mirándose en el espejo, como tantas otras veces en habitaciones como ésta, empieza a hacer el amor consigo misma.

 

Mario Stalin Rodríguez

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