jueves, enero 25, 2024

Los falsificadores de la Democracia 46

 LAS FALSAS CENSURAS

Con la llegada del calderonismo a la decadente campaña de Xóchitl Gálvez, la estrategia de contaminar el debate público con noticias falsas y montajes cada vez más absurdos se ha visto fortalecida.

            Así, mientras Aristegui Noticias retoma los patéticos llantos por el cancelado elefante blanco de Texcoco, presentando como “escandaloso” el que el gobierno federal utilice dinero público (el producto de los TUA de AICM) para financiar proyectos públicos (como el tren Maya o el AIFA), Loret de Mola intenta el enésimo montaje del tipo “el sobrino de la hermana del amigo de un señor que una vez pasó por la misma calle donde está la tienda donde un Miércoles de hace 20 años compró un chicle un excompañero de colegio de uno de los hijos de ANLO, recibe la beca Bienestar; ahí hay un claro tráfico de influencias”, que tan bien le han funcionado en el pasado (spoiler: NO).

            Y como de lo que se trata es de contaminar el debate público; entre más basura arrojen y más variada sea la mierda que avientan, mejor creen estar haciendo su trabajo.

            Entonces, a los montajes cotidianos suman el autosacrificio de un espacio francamente desprestigiado, con la esperanza de reavivar algo de la perdida credibilidad de una de sus principales difusoras de noticias falsas.

 

“Azucena a las 10” en Milenio era uno de esos espacios pretendidamente “críticos” cuya única función era difundir montajes de mierda... Su desaparición no implica “censura”, ni obedece a ninguna “llamada desde Palacio Nacional” o “presiones indirectas por parte de López Obrador”, porque ya la presentadora y sus colaboradores se habían encargado de llevar el noticiero a la más absoluta de las intrascendencias.

            Después de su abiertamente criminal cobertura del feminicidio de Debanhi Escobar, en la que pretendió presentarlo como un “accidente”, estigmatizando a la víctima (porque “llevaba algo en su bolso”) y tratando de encubrir al fiscal de Nuevo León, ya era difícil defender su credibilidad y nula ética periodística.

            A ello se sumó, más recientemente, la difusión de un video con audio alterado, en el que pretendía presentar una falsa alarma causada por la explosión de unos cuantos fuegos artificiales, en “una balacera”.

            La credibilidad de Uresti era tan baja que su último intento de “escándalo” en Milenio TV (inventarse un “ejército de drones controlados por el Narco”) recibió menos atención que Xóchitl Gálvez cuando la niña guerrerense la dejo con los brazos extendidos.

            Aquello recibió tan poca atención que ni siquiera hubo necesidad de señalar lo absurdo de la nota, porque ni los bots que habitualmente replicaban los contenidos de su noticiero en redes sociales, retomaron la nota (será qie las granjitas estaban ocupadas inflando algún otro montaje) y la única cuenta que lo replicó en Twitter fue la de Xóchitl Gálvez (días después, cuando el noticiero ya había cerrado).

            Así, instalado en la absoluta intrascendencia, “Azucena a las 10” resultaba el espacio ideal para cerrarlo, permitiéndole a la presentadora emplear un lenguaje lo suficientemente ambiguo como para que las razones detrás del cierre fueran interpretadas como “censura oficial” o incluso “abducción extraterrestre”.

            Lo que le permitió a ella recuperar muy marginalmente algo de su completamente perdida credibilidad y a la opinocracia de los medios de la derecha salir a “defenderla”, hablando de “ataques a la libertad de expresión” y una “dictadura” tan reales como la ética periodística de Denise Dresser.

            Porque, como otro impresentable (Riva Palacio) reconoció recientemente, para la derecha, sus medios y su opinocracia “la verdad es intrascendente”; sólo les interesa contaminar el debate público.

 

Mario Stalin Rodríguez

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