“Aletheia
Moritat” de Santiago Bergantinhos
De Santiego ya he hablado, cuando amablemente accedió (casi sin presiones ni cabezas de
caballo en su cama) a escribir un texto para el 5° aniversario de este blog.
Es un curioso personaje que lee libros que en mi vida se me ocurriría abrir y
otros cuya lectura compartimos. Ve películas en idiomas raros y blockbusters
hollywoodenses sin hacer distinción alguna... Y escribe sobre todo ello y de
temas compartidos, en textos kilométricos; siempre con un humor mordaz, una
crítica certera y la firme convicción de que la realidad es, per se,
estupefaciente.
Tras la casi extinción de la humanidad, una
sociedad distópica, gobernada por la oscura figura de la Homologación y sus
Inteligencias Artificiales “amigas”, se enfrenta a su más grande reto; el
asesinato de un estudiante sobresaliente en una de las más prestigiosas
facultades de informática en el mundo.
La
solución a este misterio y, tal vez, la salvación del mundo tal cual lo conoce,
recae en el Marshall Harshvardhan Wettin, quien, acompañado de su fiel IA
Cassandra, deberá lidiar con los Omeguistas, los Ludistas, los miembros de la
propia Homologación y su creciente fama, para desentrañar el misterio detrás
del Moritat que, probablemente, nunca llegará a presentar ante la Narración.
La
novela, que bien podría considerarse una especie de continuación-precuela-negación-corrección
de algunos relatos previo del autor y, en sus propias palabras, se inscribe
dentro de una posible saga distópica centrada en la figura de Wettin, funciona
perfectamente por sí misma y como tal puede ser leída.
Al
margen de la historia policiáca, de suyo interesante, lo que realmente llama la
atención del relato es el mundo que retrata; una sociedad en la que aún son
reconocibles múltiples fragmentos de la nuestra, que se esfuerza en
reconstruirse tras un cataclismo sobre el que el autor da muy pocas pistas y
camina, a pasos apresurados, hacia su propia destrucción por causa de sus
propias contradicciones.
Tanto la versión electrónica como la
impresa de la novela son ilustradas por un perfecto desconocido (que a saber de
dónde sacó el autor); yo mismo.
Mario
Stalin Rodríguez