miércoles, julio 25, 2007

Correo Celestial

México tal a tal día de tal mes de tal año
Planeta Tierra
Sr. Dios
Nube central, séptimo cielo.

Apreciable Sr.
(o Sra... Bueno, cómo sea)

Sé muy bien que las relaciones entre quien suscribe y su administración distan mucho de ser las ideales. Vamos, ya puestos, Ud. me ignora decididamente y yo, en correspondencia, he decidido que Ud. no existe. Y así todos contentos.
Sin embargo, su nulidad, acontecimientos recientes me obligan a escribir estas líneas con remitente preciso y destinatario incierto. No me malinterprete; sé muy bien que Ud. no existe y que esta misiva (finalmente, sólo otra forma de rezar) encontrará únicamente ojos sordos como las oraciones de sus fieles encuentran oídos ciegos.
No me preocupa ni hay en el escribirle sentido de contradicción alguno. Una de las pequeñas y contadas ventajas que tiene ser animalito fantástico es, justamente, la posibilidad de vivir los imposibles; buscarlos, fabricarlos... Abrazarlos.
Pero me desvío. Escribía que circunstancias recientes (o no tanto) me obligan a estos párrafos como la luz obliga a la polilla (es cierto, mis letras han visto metáforas más afortunadas), como la telaraña obliga a los elefantes a columpiarse.
Verá todo el asunto se trata de una queja. Cuando era yo pequeño e impresionable me enseñaron (o lo intentaron al menos) que todos (TODOS) éramos sus hijos. Ello me dio, además de unas ideas no demasiado equívocas sobre la absoluta falta de responsabilidad paterna, la impresión de que todos (TODOS) teníamos derecho a ciertos privilegios en tanto hijos celestiales.
Uno de dichos privilegios era el contar con un servicio personalizado de protección.

De esto se trata todo, la carencia de dicho servicio.
Originalmente, lo reconozco, estos párrafos deberían ir destinados a mi ángel de la guarda, pero ha sido imposible localizar a tal entidad y quienes deberían saber sobre su paradero (los sacerdotes de cualquier culto, por ejemplo) contestan evasivas o, directamente, me mandan sacar del templo en cuestión.
Así pues he decidido plantear mis exigencias a quien, según el escalafón divino, es, en última instancia, el jefe supremo del orden celestial, es decir, su nulidad, Ud.

La petición es, finalmente, muy sencilla; consiste en dejar de ser este hueco. No ser ya la cáscara que deambula y mira al mundo como desde la periferia. En resumen, dejar de ser el vouyur de mi propia vida.
Como puede ver, no es demasiado pedir y concederlo no debería ser gran problema para quien, como Ud., se supone que todo lo puede.
De ser concedidas mis aspiraciones, le agradecería hacérmelo saber, no ya por nota con acuse de recibo (nada tan mundano) sino por algo que sea prueba innegable de que es su acuse de recibo, es decir; una señal divina.
No se preocupe, no es pero que abra los mares a mi paso o haga brotar agua de las piedras, nada tan espectacular. La señal que pido es mucho más simple; que quien es ausencia arrope de nuevos mis madrugadas con sus palabras... Porque es este, además, un buen primer paso para volver a ser completo.
Una vez concedida mi petición, usted podrá volver a ignorarme y yo a convencerme de su inexistencia y volveremos, cómo no, a ser todos felices (o, al menos, a intentar serlo por nuestra cuenta, que es la mejor manera de ser felices).

Hasta aquí esta carta su nulidad, no me quito más el tiempo.

Mario Stalin Rodríguez
Necio Hutopo

P.D. que dedica
Como suele suceder de vez en cuando, estas líneas tiene otro destinatario además del obvio (la ausencia que mis letras no escucha)... Esto se dedica a María... Como siempre, con todo mi cariño.

P.D. que enlaza
En la parte derecha de sus pantallas, con ustedes
Quien, sin duda, es una las persona que mejores respuestas ha dado al imp0ertinente en turno... Nada más por eso merece toda mi admiración y el enlace (no, el que a penas me haya dado cuenta de que, por su parte, me tiene enlazado no tiene nada que ver... Eso sólo es muestra de mi poco poder de observación)
Y, nada más porque hacía rato que me moría por poner este enlace, Javi de
Una de las mejores tiras que leído por internet (y no, él no me tiene enlazado... Pero Lorz tampoco y ya ven, ahí sigue su enlace y ella tan campante)

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miércoles, julio 18, 2007

AUSENCIAS

Mario Stalin Rodríguez
Fue un sueño, probablemente un bello sueño, pero sólo un sueño...

Cierra los ojos y aún la ve, desnuda, sobre las sábanas, sonriendo cansada, a un paso del sueño. Puede sentir el calor de su cuerpo sobre el colchón. Aspirar el aroma de su cabello, a frutas, cuando recién salía de bañarse, o ácido, mezclado con sus sudores; tan parecido al de su aliento, cuando yacía desnuda, sobre las sábanas, sonriendo cansada... A un paso del sueño.
Aún puede probar el sabor salado de su mar. Sentir en el rostro el bosque de su vientre. Cierra los ojos y juega los juegos perdidos, la intensidad que era marea, volcán, sudor, saliva y ternura. El tacto aún recuerda sus suavidades, su piel húmeda, cuando yacía desnuda, sobre las sábanas, sonriendo cansada, a un un paso del sueño.
Cierra los ojos y aún la ve. En la madrugada, cuando intenta dormir, extiende el brazo buscándola y se descubre solo, en el frío... Abre los ojos y sólo mira su vacío; el hueco de su ausencia.

Sucede siempre así; la sueña, y el sueño trae consigo la conciencia de su ausencia. Entonces despierta, porque el dormir le es imposible. Mira el reloj y se insulta en la oscuridad; han pasado sólo 15 minutos desde que se acostara para intentar descansar.
Palpa el buró al lado de su cama en busca de la cajetilla de cigarros. Inconscientemente se la echa a la bolsa del pants que hace las veces de pijama y sale a la azotea; se ríe de si mismo.
Siente el frío de la madrugada y busca entre las nubes una estrella, búsqueda inútil. Ve la puerta abierta, adentro la calidez de las cobijas lo llama... Sería tan cómodo, recostado en su cama, encender el cigarrillo y disfrutar del olvidado placer de fumar en su propia casa.
Así la recuerda... Cierra la puerta, se llama patético, frota los brazos y saca la cajetilla. De nuevo se insulta, sólo tres cigarros y más de cuatro horas lo separan del amanecer. Enciende uno y se recarga en la barda, observando las luces de la ciudad desde la privilegiada posición de una azotea en los cerros que la rodean.
Trata de reconocer avenidas, calles, lugares importantes. Pero se distrae, como siempre, en las luces que mira, sólo ve los lunares del cuerpo ausente... Se insulta un poco y se ríe de si mismo mientras consume, lentamente, el cigarro.

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miércoles, julio 11, 2007

FANTASMAS DE CRONOPIO

Mario Stalin Rodríguez

Homenaje a Cortázar (2)

La historia demuestra que en este mundo jamás se arriba a lo posible si no se intenta repetidamente lo imposible
Max Weber.

No son los fantasmas del cronopio las sábanas ridículas que flotan a dos centímetros exactos del suelo, no los espantajos de utilería con los que la pantalla amedrenta a las mentes pueriles, no las trasgresiones menores y magnificadas que los comisarios de la mente implantan en el imaginario de los famas. No son los fantasmas del cronopio los espíritus de historias tristemente inconclusas.
Tanto más, son los fantasmas del cronopio alegres compañeros de los sueños e interlocutores de los desvelos. Son los fantasmas del cronopio indispensables en las rutas del animalito húmedo... Cuando un cronopio ha perdido el camino y está a corta distancia de ser fama triste, es conveniente (y hasta imprescindible) tener a mano sus fantasmas, como señalización alegre de la otra vereda; a la izquierda, sobre el rojo.

Platica el cronopio con sus fantasmas, no de recriminaciones; de presentes. No son los fantasmas del cronopio anclas del pasado, sino explicaciones del mañana, el que se construye, sobre todo, desde la memoria... Eso son los fantasmas del cronopio, memoria.
Memoria del camino y de quienes en él lo acompañaron y acompañan... No recuerdos; memoria, porque los recuerdos son pasado estático y la memoria explicación del amanecer por venir.

Memoria, queda escrito, porque de memoria también construye el cronopio sus mañanas. El brillo del sol sobre el pelo de quien es ausencia, la música de su risa, su mar salado, el que era tempestad sobre las sábanas del cronopio. Su aroma, cuando yacía cansada, sudorosa, a su lado.
Son los fantasmas del cronopio la nostalgia. No el recuerdo estéril, ese que inmoviliza en la tristeza; la nostalgia. Memoria que avanza junto al cronopio y, de vez en vez, lo hace regresar sobre sus pasos, recoger el cadáver de un proyecto, darle respiración de boca a boca y arroparlo en su bolsillo, el de la izquierda, junto al corazón.

Por eso los fantasmas del cronopio no se están tranquilos, no se quedan en el rincón de los recuerdos y, a fuerza de memoria, asaltan el presente para imponer el mañana... Por eso los fantasmas del cronopio asustan a los famas y a sus comisarios (los de la mente y los otros).
Por eso ellos, los comisarios, alistan sus navajas y atacan los sueños del cronopio. Por eso mienten, roban, engañan y tratan de arrebatar al cronopio el amanecer tan duramente construido... postergarlo.
Pero el cronopio, acompañado de sus fantasmas, afila la esperanza... Mientras silba.

P.D. que dedica...
Para Don Fer, para que luego no diga...

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miércoles, julio 04, 2007

PERMANECIENDO

Mario Stalin Rodríguez
Reflexiones Matemáticas Sobre el Popol Vuh

"Que el segundo hijo de Vacub-Caquix sea también vencido. Esta es nuestra voluntad. Porque no está bien lo que hace sobre la tierra, exaltando su gloria, su grandeza y su poder, y no debe ser así"
Popol Vuh, Pág. 45.

Los soberbios gobiernan la tierra; sus truenos hacen y derriban las montañas. Nosotros, los pequeños, escuchamos con espanto, indignación y coraje la soberbia de los grandes.
Así es como lo quieren. Por eso el estruendo y por eso las montañas se levantan y caen a su paso; para que entendamos la diferencia de tamaño y nos sepamos pequeños; para que entendamos que, por pequeños, estamos solos.
Porque los soberbios son pocos, grandes, sí, pero pocos. Los soberbios se saben escasos; por eso los pequeños debemos permanecer solos, por su voluntad. Porque somos numerosos.
La fuerza de los pequeños es poca, de eso no cabe duda; pero de la suma de los pequeños sólo puede surgir grandeza. Por eso nos separan y dividen, para que no aprendamos a sumarnos y a mirar el mismo mañana juntos.

Sucede que, cuando algunos pequeños aprenden a sumarse en vez de restarse o dividirse entre sí mismos, los soberbios los llaman delincuentes. La suma es considerada delito porque al final de toda ecuación hay siempre un igual a, y lo peligroso de la suma, para los soberbios, es que por la suma nos reconocemos como iguales.
Por eso el saber debe ser exterminado. Por eso cuando los pequeños aprenden a sumarse son perseguidos, apresados y exterminados; para seguir imponiendo la resta y no la suma como forma de vida.
Cuando los pequeños sumadores son exterminados sus restos son expuesto, su cabeza es exhibida en un árbol, para que los demás entiendan la naturaleza de la suma y comprendan su inutilidad.

Pero sucede que la cabeza se pierde entre los frutos, sucede que la víctima se funde en su martirio y el árbol de la infamia es ya un signo de suma. Así, en el castigo al saber yace la semilla del mañana.
Por eso los soberbios prohíben hablar luego del martirio del delincuente, por eso pretenden el olvido. La aniquilación es total; nunca existió lo que hemos exterminado.
Pero sucede que siempre habrá alguien dispuesto a recoger la semilla de la suma, a cargarla en si vientre, para que la suma permanezca y podamos seguir reconociéndonos iguales.

A un año, no olvidamos... RESISTIMOS (o, como diría mi hermana:
Sonríe... Nos vamos a desquitar
)


Bibliografía
Popol Vuh, Versión de Adrián Recinos, Ed. Fondo de Cultura Económica, México 1988, PP. 185.

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