DÍAS DE GUARDAR
El Hoy No Circula
sus tiempos y malquerientes
Si no fuera tan triste y hasta peligroso,
resultaría cómico lo fácil que es distraer a determinados colectivos con luces
parpadeantes; enfrascándolos en batallitas de oropel por privilegios vacíos,
mientras sus derechos son sistemáticamente pisoteados y eliminados.
No,
no se trata aquí de hablar de gestas deportivas que son un negocio y de
nacionalismos artificiales, sobradamente analizados ambos en los mundialistas
tiempos que corren.
No,
se trata de algo mucho más cercano, tan inmediato como las calles por las que
transitamos...
Contrariamente a lo que podría pensarse, el
anuncio del endurecimiento del programa Hoy No Circula en la ciudad de México, no
fue hecho cuando fue hecho, con la intención de aprovechar la distracción
futbolera para pasar medidas claramente impopulares... Tanto más, todo
parecería indicar que el anuncio fue hecho cuando fue hecho, con la intención
manifiesta de provocar una gran reacción en su contra.
En
su versión más actual (y tras una cierta “concesión antes las protestas
sociales”, que parecería planeada desde el principio), el programa implica la
obligación de no circular dos sábados de cada mes y un día todas las semanas
para los automóviles de entre 8 y 15 años, aumentando esta restricción de
circulación, para todos aquellos más viejos o con placas foráneas (es decir; que
no sean del Distrito Federal, el Estado de México o Morelos), a todos los
sábados.
Las
reacciones ante estas medidas son las obvias; oposición férrea a todo aquello
que implique una restricción al sagrado derecho de tener un automóvil para
poder perder dos o más horas en el tráfico de la ciudad, confundiendo
(cualquiera diría que maliciosamente), el derecho al libre tránsito con el
sumar un automotor más a las ya de por sí atestadas vialidades de la ciudad de
México.
Pero
mucho más que los fácilmente rebatibles argumentos en contra de la medida (que
van de lo infantil a lo francamente idiota), conviene centrarse en quiénes y en
qué sentido los enarbolan...
Resulta cuando menos curioso ver un
convertible biplaza, con asientos de imitación cuero, en la manifestación en
contra de la medida y enarbolando argumentos como que ésta “afecta a los que
menos tienen” y es “un golpe más a la magra economía de las clases necesitadas”.
No
tan extraño es que los argumentos enarbolados (como el que sea un “atentado con
el derecho al libre tránsito”), sean una reproducción exacta de aquellos
utilizados por la derecha para exigir, por ejemplo, la restricción de las
manifestaciones en las vialidades primarias.
Un
principio mínimo de coherencia mandata que, si para sustentar las razones de tu
oposición a una medida de gobierno cualquiera, debes hacer eco de argumentos de
grupos como, por ejemplo, los panistas de Polanco; tal vez deberías repensar el
por qué te opones a esta medida...
Sí,
los argumentos resultan obvios y la reacción previsible... Y, queda escrito, lo
más seguro es que esta fuera la intención.
No se trata, por supuesto, de defender la
muy criticable administración de Miguel Ángel Mancera al frente del Gobierno de
la Ciudad de México. Ni, mucho menos, de aceptar que detrás de estas medidas
existe un interés verdadero por mejorar el medio ambiente y el tráfico de la metrópoli.
Se
trata, sí, de ubicar estas medidas en su contexto exacto y el por qué fueron
anunciadas cuándo y cómo lo fueron...
No
sería la primera vez que la administración de Mancera anuncia una medida
claramente impopular en tiempos convulsos para la política federal. Lo hizo
cuando anunció el aumento al pasaje del transporte subterráneo, distrayendo la
atención de las protestas magisteriales en contra de la Reforma Educativa... Y,
parecería, lo hace hoy para distraer la atención de la discusión en las cámaras
federales de las leyes secundarias de las reformas Energética y en
telecomunicaciones.
Y
le ha sido fácil, porque para ciertos colectivos, parece más apremiante
defender su capacidad de seguir gastando gasolina que, por ejemplo, la potestad
del Estado sobre los recursos energéticos o el espectro radioeléctrico...
Mario
Stalin Rodríguez.
Etiquetas: Apuntes sobre periodismo, El patético usurpador, Opinión
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