Soledades (segunda)
INSOMNIO DE TI
José Saramago
Manual de Pintura y Caligrafía, Pág. 301.
A la mañana siguiente, mujer, comprendí que te amaba y me eras ajena. Es a partir de ese día que empecé a repetirme, por su causa mis líneas de ti hablaban y mis trazos tu ausencia dibujaban. Para cuando el sol iluminó la ciudad, mi dolor tenía ya nombre; el tuyo.
Tal vez esa era la razón, argumenté; me había acostumbrado a nuevas presencias; la tuya y otras, mi rutina ya la constituías y el ambiente en el que nos veíamos me era ya cotidiano. Tu imagen, Fabiola, sólo resumía la nostalgia por los nuevos hábitos.
Tu risa, por poco tiempo lejana, me pareció música; tu voz, y hasta la conversación intranscendente, me resultaban indispensables: Tus ojos buscaba, tus labios atraían mi atención y me sorprendí deseándote.
No me malinterpretes: te deseaba, sí, pero en el deseo entraba tu risa en mis mañanas, tus ojos en mis atardeceres, tu voz en mis pláticas y tu comprensión para mis cursilerías.
No entraré aquí en detalles, resultan o banales o demasiado esclarecedores. Ese día, mujer, de ti me despedí y supe, en ese orden, que compartiríamos tiempo, mucho tiempo, para nosotros solos. Sorprendido, confuso y feliz cumplí mis otras obligaciones.
Esa noche, tarde, de madrugada, me tendí entre mis sábanas frías y de pronto, las supe solitarias. Sentado en mi cama desnudo, contemplándola, sin nombrarte, la comprendí incompleta. No ya por el fantasma de quien la muerte me arrebató, sino por tu ausencia.
Traté de dormir, no te engañes, pero al cerrar los ojos tu imagen indiferente poblaba el valle de Morfeo, tu risa lejana me despertaba y tu ausencia me desvelaba.
A la mañana siguiente, me repito, comprendí que te amaba y me eras ajena. Es a partir de ese día que empecé a repetirme, por su causa mis líneas de ti hablaban y mis trazos tu ausencia dibujaban. Para cuando el sol iluminó la ciudad, mi dolor tenía ya nombre; el tuyo.
En otros días, sin embargo, eras compañía... Nunca completa, siempre a hurtadillas y alejados de otras miradas, llegamos incluso a ser cómplices y compañeros; complementos. Y compartimos noches y madrugadas, esfuerzos y descansos, risas y lágrimas, pesares y alegrías... A veces, el camino éramos tu y yo caminándolo.
Pero entonces volvían los otros, volvíamos a los otros y la cercanía se transformaba en sólo recuerdo, experiencia efímera. Éramos amigos, cercanos, sí; pero no cómplices... Así volvía yo a mi insomnio de ti.
Pero entonces volvías, sin abandonar del todo a los otros ojos y los amaneceres ajenos, volvías. Y éramos de nuevo cómplices y complementos y compartíamos otras noches y madrugadas, esfuerzos y descansos y el camino era de nuevo tu y yo andándolo.
Y otras vez regresaban los otros, regresábamos a los otros. Y de nuevo eras en otros ojos y te buscabas en amaneceres ajenos. Y despertaba en otras sábanas y te buscaba en otras risas y me encontraba en otros sexos... Y volvía a mi insomnio de ti.
Tal vez te cansaste por fin de mi. Tal vez, sin querer reconocerlo, me había cansado por fin del juego. Y te alejaste, Fabiola, condenándome al silencio; escondiéndote tras la traición de quien las mentiras para tu distancia te proporcionó.
Me culpaste, Fabiola, y yo no pude (tal vez, por cansancio, no quise) defenderme de las falacias que te contaban, sobre todo quien se llamaba a sí misma y llamé mi amiga... Me culpaste, Fabiola, y me condenaste al insomnio de ti.
Quizá alguna vez quisiste regresar, no ya a la complicidad que negabas, sino a la amistad que construimos. Tal vez, por cansancio, me negué y me condené a tu silencio y distancia; al insomnio de ti.
Así, mujer, finalmente nos perdimos.
Te alejaste, Fabiola, y tal vez fue mejor así. Porque la seguridad es probablemente mejor que los baches que el otro camino ofrecía, porque la tranquilidad es preferible a los abismos que tendrías que enfrentar... Te refugiaste, Fabiola, y tal vez (sólo tal vez) negaste así tu propia grandeza.
Por mi parte, te amé y aún amo en ti las posibilidades, lo que pudo ser y no será nunca. Incluso aún hay noches en que tu rostro, junto al de otras ausencias, vuelve a mi insomnio... Aunque hace mucho, Fabiola, que mi soledad no lleva ya tu nombre.
Y bien, desde un tiempo a la fecha este animalito fantástico también visita a:
y
Sólo por avisar y para que sepan que ya están junto a los otros, en el menu de enlaces
Etiquetas: Soledades
6 Comments:
Puestos a comparar soledades, me parece mucho más entrañable la que cuentas aquí. Será porque el pasado es siempre ese país en el que todo es mejor.
Y gracias por el enlace
Estas historias tuyas sobre amores y desamores , no acaban de tener una explosión feliz.Miraba la cara del gatito y se le ve muy muy triste.
Un abrazo y me alegro de poderte leer ya te echaba yo en falta
Y bueno, a veces no es posible más que esas posibilidades. Creo que cuando la complicidad se termina no hay retorno, no?
Beso
Ese día, ese primer día que te das cuenta que estas pensando en esa persona y… joder, eso es la perdición…
Llamé a un amigo, trabaja en el Ayuntamiento, es militante y trabaja para el Partido Comunista. Le pregunté: “¿Qué haces?” y él: “Fotocopias” y yo: “¿Fotocopias? Al menos serán de papeles confidenciales” y él: “Bueno, si te gusta pensar eso…” Serían eso, papeles, cosas escritas…
Kisses
Hay que ver, Mario, la de soledades que te acompañan... Bueno, seamos más precisos: hay que ver, Mario, la de soledades que nos acompañan a todos al cabo de los años....
Besos
Será que alguna vez dejará de acompañarte la soledad??
Que triste insomnio,se perciben en tus letras.
Publicar un comentario
<< Home