VERSIONES XI

El clamor del descontento fue tal que la PGR , aprovechando la coyuntura, atrajo para sí el caso. El gobierno federal vio en la situación una oportunidad invaluable para continuar con el constante ataque hacia las autoridades de la ciudad, surgidas del principal oponente electoral del partido en el poder.
A seis meses de la muerte de la defensora de los Derechos Humanos, por decreto presidencial, fue creadala Fiscalía Especial.
La primera acción de Olga Montes, cabeza visible de la recién estrenada oficina, fue declarar inválidas las investigaciones de la PGJDF y anunciar el reinicio de las pesquisas desde un nuevo ángulo; no había existido asesinato, sino suicidio.
Bajo tal argumento reiniciaron los interrogatorios y se realizó una segunda reconstrucción de los hechos en el departamento que servía de oficina y hogar a la desaparecida abogada.
Aquella tarde, según esta hipótesis, Miriam había estado revisando los datos de sus últimos casos. Tal vez se dio cuenta de que alguno (o más) estaba estancado, sin posibilidad real de absolver a sus clientes o de culpar a otros de lo que se les acusaba. Tal vez fue una llamada de su novio (que no tenía) o de algún amigo ocasional (aunque ni su identificador de llamadas, ni su celular, ni la compañía telefónica tengan registro de algo así). Tal vez sólo fue un repentino ataque de histeria. Como sea, la abogada se desesperó.
Sabiéndose sola, empezó a dar gritos por toda la oficina; recriminando a los jueces que no veían la ley como a ella le gustaría, acusando a su novio (que no tenía) o a su amante (que tampoco tenía) de incomprensión o abandono, culpando a la vida de sus problemas y debilidades.
Tal vez fue una inspiración repentina, que le vino cuando encontró la pistola en el cajón del escritorio. Tal vez ya lo tenía todo planeado.
-Nadie creerá de mi muerte que fue suicidio -pensaba, según esta hipótesis-; culparán al sistema y a sus representantes y, al final, no estarán tan equivocados.
Tal vez fue una conjunción de las dos cosas. Lo cierto es que redactó dos cartas de despedida; a su madre y a sus compañeros de trabajo. Ambas misivas fueron encontradas hasta quela Fiscalía Especial revisó la escena de la muerte (seis meses después) y todos a quienes se ha consultado, han negado que la letra y el estilo de las mismas sean de Miriam Gómez.
Siempre pensando en cómo desviar la atención de un suicidio, arrojó un CPU por la ventana (mismo que, hasta la fecha, no ha sido encontrado, aunque la abogada careciera de la fuerza necesaria como para arrojarlo demasiado lejos) y empezó a desordenar la oficina.
Se disparó en el muslo y se arrastró hasta el sillón, cuando por fin consideró suficiente el escándalo realizado, se pegó un tiro en la cabeza. No, esta hipótesis no explica el cómo llego su mano a estar debajo del cojín del sofá ni habla de la tercera bala (que, sin embargo, sí se enumera entre los objetos hallados en la escena del suicidio).
No es necesario enumerar las taras de origen de esta investigación.
Los resultados fueron presentados con bombo y platillo en una conferencia de prensa a sólo dos meses de iniciados los trabajos de la Fiscalía Especial.
Los medios de comunicación, sobre todo los canales privados de televisión, se apresuraron a respaldar esta versión y presentarla como verdad absoluta, acompañada de gráficas, documentos y animaciones por computadora.
Pocos o verdaderamente nadie creyó en estos enunciados.
A seis meses de la muerte de la defensora de los Derechos Humanos, por decreto presidencial, fue creada
Bajo tal argumento reiniciaron los interrogatorios y se realizó una segunda reconstrucción de los hechos en el departamento que servía de oficina y hogar a la desaparecida abogada.
Aquella tarde, según esta hipótesis, Miriam había estado revisando los datos de sus últimos casos. Tal vez se dio cuenta de que alguno (o más) estaba estancado, sin posibilidad real de absolver a sus clientes o de culpar a otros de lo que se les acusaba. Tal vez fue una llamada de su novio (que no tenía) o de algún amigo ocasional (aunque ni su identificador de llamadas, ni su celular, ni la compañía telefónica tengan registro de algo así). Tal vez sólo fue un repentino ataque de histeria. Como sea, la abogada se desesperó.
Sabiéndose sola, empezó a dar gritos por toda la oficina; recriminando a los jueces que no veían la ley como a ella le gustaría, acusando a su novio (que no tenía) o a su amante (que tampoco tenía) de incomprensión o abandono, culpando a la vida de sus problemas y debilidades.
-Nadie creerá de mi muerte que fue suicidio -pensaba, según esta hipótesis-; culparán al sistema y a sus representantes y, al final, no estarán tan equivocados.
Tal vez fue una conjunción de las dos cosas. Lo cierto es que redactó dos cartas de despedida; a su madre y a sus compañeros de trabajo. Ambas misivas fueron encontradas hasta que
Siempre pensando en cómo desviar la atención de un suicidio, arrojó un CPU por la ventana (mismo que, hasta la fecha, no ha sido encontrado, aunque la abogada careciera de la fuerza necesaria como para arrojarlo demasiado lejos) y empezó a desordenar la oficina.
Se disparó en el muslo y se arrastró hasta el sillón, cuando por fin consideró suficiente el escándalo realizado, se pegó un tiro en la cabeza. No, esta hipótesis no explica el cómo llego su mano a estar debajo del cojín del sofá ni habla de la tercera bala (que, sin embargo, sí se enumera entre los objetos hallados en la escena del suicidio).
No es necesario enumerar las taras de origen de esta investigación.
Pocos o verdaderamente nadie creyó en estos enunciados.
Etiquetas: Versiones