jueves, diciembre 11, 2025

Quien avisa no traiciona

 Pues este Viernes 12 inicia el llamado "Maratón Guadalupe - Reyes" y no es que sea yo un entusiasta participante de este, pero, oigan, parece buena excusa para anunciar que me tomo un breve descanso invernal de estos bites para dedicarme a atender asuntos relacionados al cambio de calendario en ciertas comunidades, las minas de sal y, en general, el mundo palpable, así que...


Y como diría alguien más, "regresaré sólo por tres razones" y mientras cualquiera de estas no suceda; nos vemos en Enero...

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jueves, diciembre 04, 2025

Los museos como discursos

Texto aparecido en el número 4 de la revista "Quiote" que retomo ahora por la aparición de "Grandeza" de Andrés Manuel López Obrador...

 IDENTIDADES


De su Construcción e Imposición

“Yo sólo soy memoria y la memoria que de mí se tenga”

Elena Garro

Los Recuerdos del Porvenir

 

¿Qué es un museo? ¿Cuál es su función?

            Más allá de formalismos que dividen los museos en tecnológicos, de arte, de historia, de objeto, interactivos o bajo cualquier otro criterio taxonómico, los museos son, sobre todo, discursos. Son lo que plantean y lo que de esto apropiamos como individues o como sociedad.

            En este sentido y si Marx tenía razón, los museos forman parte del aparataje supraestructural con el que un orden social, establecido o emergente, se justifica ideológicamente a sí mismo.

            Lo anterior es cierto ya sea que hablemos de macromuseos como el Louvre o el Hermitage, creados a partir de las colecciones que las rancias noblezas de Francia y Rusia dejaron tras de sí y acrecentados, sobre todo el primero, a partir del expolio imperialista que las potencias europeas hicieron en los territorios colonizados (aunque de esto es el Museo Británico el mayor exponente).

            Como también es cierto cuando hablamos de, y sobre todo si hablamos de, los museos nacionales de México.

 

El discurso nacional-vasconcelista

El embrión de lo que sería el primer Museo Nacional se encuentra aún en tiempos del virreinato y tiene más que ver con una serie de descubrimientos accidentales y decisiones obligadas por las circunstancias, que con la intención explícita de crear un espacio museográfico con un discurso específico.

            Durante los últimos tiempos de la colonia y los regímenes postindependentistas del siglo XIX, el convulso ambiente político y los constantes conflictos armados marcaran el destino de las colecciones, con el uso como blanco de tiro que las tropas estadounidenses dieron a la Piedra del Sol (ubicada entonces a los pies del campanario de la Catedral Metropolitana) durante la intervención de 1846-48 y el saqueo hormiga de vestigios históricos que Maximiliano y su camarilla practicaron durante el gobierno del austriaco (1864-67), como ejemplos extremos de esto.

            Es hasta el periodo conocido como República Restaurada que el Museo Nacional toma una forma y sentido claros, con la intención de reivindicar un no demasiado preciso “pasado glorioso” indígena y una linealidad histórica ininterrumpida desde la Colonia, pasando por la Independencia y hasta el Porfiriato, presentando a éste último como el único heredero real y lógico de toda esta grandeza pasada y las “heroicas gestas” que dieron forma al México de ese entonces.

            Es decir; más que la mera exhibición y resguardo de los vestigios arqueológicos e históricos, el museo del palacete de Moneda contaba una historia, sí, pero sobre todo escogía qué partes de esa historia contar.

            La llegada de la Revolución y los regímenes de ésta emanados lejos de cambiar este reduccionista discurso, lo acrecentaron y subrayaron, sobre todo a partir de la adopción del canon vasconcelista a partir del inicio de los años 20 del siglo pasado; la Revolución no cambió el discurso del Museo Nacional, sólo la identidad de quienes lo emitían y la naturaleza del régimen que justificaba.

            De corte protofascista el vansconcelismo pretendía crear una única versión de la historia e identidad mexicanas. Una nación de “raíces indígenas” (sólo algunas y muy escogidas) y europeas (la mayoría) que se encaminaba a la modernidad homogénea de “la raza cósmica”, donde el abanico multiétnico era reducido a meras expresiones de exotismo regional y los idiomas indígenas sólo “dialectos” destinados al olvido.

            Negando en este discurso, además, la existencia y las contribuciones que trajeron consigo las personas que llegaron esclavizadas desde África y las de otras comunidades migrantes de Asia y el Medio Oriente, como la china y la libanesa entre varias más.

            Con variaciones mínimas esta es la narrativa que se mantiene cuando la colección del Museo Nacional se parte en los acervos “de Historia” (a partir de la Conquista) y “de Antropología y Etnografía” (vestigios arqueológicos y creaciones de las pueblos indígenas), destinando la primera al castillo de Chapultepec durante el cardenismo y la posterior creación de los museos nacionales del Virreinato (1964) y de las Intervenciones (1981) y, principalmente, con la mudanza de las colecciones antropológica y etnográfica al recinto creado por Pedro Ramírez Vázquez en Chapultepec (también en 1964).

            El discurso vasconcelista se presenta en el nuevo espacio museográfico no sólo en la columna del “Paraguas” del patio central del edificio, creada por los hermanos Chávez Morado sobre un guion y conceptos de Jaime Torres Bodet, sino también en el acomodo y museografía de las salas de exhibición.

            Las salas de arqueología se fundamentan en el concepto de Mesoamérica y, de hecho, abren con una sala específicamente dedicada a “explicar”  y fijar este concepto, según el cual las culturas y civilizaciones precolombinas podían explicarse desde reducciones teóricas “comunes” a todas ellas.

            Las lagunas y conflictos propios de este concepto son tales que han producido un debate bastante acalorado ya en los 60 y 70 del siglo pasado, en el que se ha ocupado tal cantidad de publicaciones que sería imposible siquiera empezar a esbozarlo en estos párrafos.

            Por su parte las salas de etnografía del piso superior se crean “para resguardar y dar testimonio de las creaciones materiales de los pueblos indios EN CAMINO A DESAPARECER” según se registra en el proyecto original de la creación del museo.

            Esto es; las comunidades indígenas no eran vistas como sociedades vivas, cambiantes y dinámicas, sino como remanentes de un pasado idólatra y barbárico. Sus manifestaciones culturales son, entonces, sólo exotismos que vender a los turistas mientras les individues que las crean van abandonado sus costumbres y “dialectos” para ser absorvides por la homogeneidad de la modernidad.

            En esta lógica la “identidad” nacional e indígena que presentaban las colecciones del Museo Nacional de Antropología, eran constructos artificiales creados en los salones del poder por una academia blanca, pensados para dar una explicación ad hoc que justificara el orden social imperante y que sólo tocaban tangencialmente las complejidades del pasado precolombino y las dinámicas de las comunidades indígenas reales.

            Pero, si Marx tenía razón, todo orden social establecido conlleva per se sus propias contradicciones... Y es en estas contradicciones donde se gestan y crecen sus contrapartes.

 

Los contradiscursos

Lejos de “desaparecer” las comunidades indígenas protagonizaron durante los 60 y 70 del siglo pasado múltiples movimientos sociales reivindicando sus derechos sobre sus territorios y destinos, con ejemplos como los levantamientos magisteriales-guerrilleros de Cabañas y Vázquez.

            Incluso el exotismo para turistas al que el discurso oficial relegaba las creaciones y manifestaciones culturales de estas comunidades, permitió en alguna medida el mantener y arraigar un cierto sentimiento de identidad y pertenencia entre les individues de las mismas, reivindicando sus derechos culturales, entre estos el derecho a hablar y ser educades en sus propios idiomas.

            Entre 1963 y 1993 (y no con pocas resistencias desde el oficialismo y la academia blanca), múltiples proyectos de educación en idiomas indígenas son impulsados y abrazados por las comunidades. Si bien estos proyectos siempre fueron limitados por la corrupción imperante en todos los aparatajes estatales de los regímenes del PRI y por el racismo imperante entre las autoridades educativas encargadas de su implementación.

            En 1994 el levantamiento zapatista en Chiapas lleva el tema indígena al centro de la agenda nacional, obligando a modificar, con su presencia y reivindicaciones, muchas dinámicas sociales y hasta los propios discursos de las instituciones oficiales.

            Tal vez el primer signo de este cambio en el Museo Nacional de Antropología fue la aparición, discreta, de muñecas de trapo con el rostro cubierto por un pasamontañas en una pequeña vitrina de la sala de “Mayas de la Montaña” en la sección de etnografía.

            Ya en el año 2000 se da una gran restructuración del contenido del museo, eliminando la sala de “Mesoamérica” y alejando (si bien no completamente) el discurso museográfico de este concepto, haciendo hincapié ya no tanto en los reduccionismos “unificadores” entre todas las culturas y civilizaciones precolombinas, sino en las dinámicas propias de cada grupo y región geográfica.

            Porque, si Marx tenía razón, las condiciones materiales marcan los desarrollos de las sociedades; es absurdamente simplista pretender homologar los desarrollos de las civilizaciones precolombinas en regiones tan diversas y con recursos naturales tan distintos como, por ejemplo, las costas del Golfo de México y las regiones semiáridas o completamente desérticas del Norte y Occidente.

            Y si bien este cambio discursivo no fue tan notorio en la sección de etnografía, en donde las colecciones exhibidas permanecieron prácticamente sin cambios, manteniendo la omisión sobre la historia y dinámicas de muchas colectividades, como la afromexicana, incluso en las salas dedicadas a las regiones donde su presencia cotidiana era más que notoria como las de las costas del Golfo de México o a la región de la Costa Chica comprendida entre Guerrero y Oaxaca.

            Sí hay una modificación en los cedularios de estas salas, en los que, por ejemplo, se empieza a imponer el uso de los etnónimos de autoidentificación en su idioma original, por sobre los nahualismos y castellanizaciones imperantes hasta ese entonces (v.b. preferir el empleo de “wixarica” por sobre el peyorativo “huichol”).

            Poco a poco, conforme los movimientos indígenas de diversas naturalezas (no sólo el zapatismo, pero en buena medida gracias al zapatismo) iban conquistando espacios en la agenda pública y el debate político del país, aunado a la consolidación de generaciones de académiques indígenas que se instalaban en la academia especializada (llegando a hacerse cargo de la curaduría de varias de las salas de etnografía del museo), los cambios del cedulario se tradujeron en cambios en las exposiciones y el sentido que a éstas se les daba.

            Hasta que, empezando durante la pandemia de 2020-21, entre 2024 y este 2025 se concluyó una remodelación completa de las salas de etnografía, fruto no sólo de un debate académico, sino de un proceso amplio de consulta y diálogo con representantes de diversos movimientos y comunidades indígenas y afromexicanas.

            El renovado discurso museográfico se centra no ya en presentar las manifestaciones y creaciones culturales de cada pueblo como objetos en una vitrina, inmutables al paso del tiempo y los cambios sociales, sino como procesos dinámicos de pueblos y culturas vivas que van cambiando, conforme cambian las sociedades que les practican y crean.

            No ya una identidad que tiende a la homogenización, sino identidades diversas que se nutren de los contactos entre sí para mantenerse coherentes y diversas.

            Si Marx tenía razón, así también se construyen las identidades y los discursos que las reflejan; cuando a un aparataje supraestructural establecido se le oponen narrativas emergentes y logran imponer aspectos de la realidad hasta entonces inadvertidamente omitidos o intencionalmente borrados.

            Obviamente ninguno de estos cambios es, de suyo, suficiente y concluido. Si Marx tenía razón, en una sociedad dinámica los discursos de los museos deberán seguir cambiando conforme va cambiando la sociedad en la que se inscriben.

 

Mario Stalin Rodríguez
Asesor Educativo
Museo Nacional de Antropología

"Grandeza" de Andrés Manuel López Obrador es. entonces, no sólo un libro de historia, sino un contradiscurso emergente entre otros muchos contradiscursos emergentes que se oponen al aparataje supraestructural imperante y como tal debe ser entendido.

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jueves, noviembre 27, 2025

LA CRUZADA DEL CASCARUDO

Sobre la representación de Ceridwen, deidad de la lengua y la transformación, en la mitología celta.
Los cascarudos aparecen originalmente en el "El Eternauta" de Héctor Germán Oesterheld*.

La gota que derramó el vaso fue cuando vio escrito “fiestas decembrinas”, dos simples palabras que terminaron por derribar su visión del mundo y, con ello, su tranquilidad.

            Podría ser que a él también el que dos simples palabras le causaran tan efecto le parecería absurdo, pero no llegó siquiera a formar ese pensamientos cuando desde el casco electrónico que él y los otros cascarudos portaban, le dictaron que no eran sólo dos simples palabras, sino un síntoma de todo aquello que le causaba cierto desasosiego... Y, como siempre, el mismo casco electrónico le dictó  que aquello era su propio pensamiento y no algo que le dictaban.

            Pasaba desde ya hace algún tiempo cuando se enfrentaba a casi cualquier cosa que saliera de los dictados del casco electrónico y que implicaba algún cambio al estado de las cosas; que el casco electrónico le dictaba a él y a los otros cascarudos que se sintieran incómodos ante el cambio y que aquella incomodidad era, por supuesto, suya propia y no un dictado del casco electrónico.

            Así que el cascarudo tomó su arma, una edición vieja del diccionario de la RAE (una anterior al cambio de “mujer” por "persona" en la 5ª acepción de “fácil”, porque el cambio, le dictaba el casco electrónico, le causaba intranquilidad), y emprendió una cruzada para recuperar aquello que el casco electrónico le dictaba que era su tranquilidad y visión del mundo.

            Y lo hizo, por supuesto, desde la pantalla de su teléfono... Porque el casco electrónico le dictaba que no necesitaba saber nada del mundo, salvo aquello que el caso electrónico le dictaba que viera en la pantalla de su teléfono.

            Su primer objetivo sería, obviamente, quien fuera que había escrito aquel “fiestas decembrinas”... Porque el cambio, le dictaba el casco electrónico, era peligroso... No para él, no para los otros cascarudos, sino para voz detrás de los dictados del casco electrónico.

Mario Stalin Rodríguez

*Elijo a Ceridwen por sobre otras deidades relacionadas al lenguaje, aunque ni ella ni ninguna otra aparecen en el relato, porque me pareció interesante que dentro de sus atributos estuviera también el cambio y la transformación, porque la lengua es, justamente, cambio y transformación.
Los cascarudos, por su parte, me parecen una metáfora excelente sobre huestes golpeadoras decerebradas que actúan sólo bajo las órdenes de un poder externo... Que tal era su función en la obra de Oesterheld, según declaraciones del propio autor antes de que fuera desaparecido por los cascarudos reales de la muy real dictadura de Argentina.

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miércoles, noviembre 19, 2025

Los Falsificadores de la Democracia 69

 LA DEL PIRATA COJO


 Como queda escrito, no es sólo que la derecha sea estúpidamente predecible, sino que es predeciblemente estúpida.

            Como era de esperarse la “manifestación juvenil masiva” anunciada bajo el falso membrete de “generación Z”, resultó no ser masiva ni juvenil, pero sí abiertamente confrontativa... Para sorpresa de absolutamente nadie.

            No es que sea una estrategia nueva, lo de escalar la violencia para intentar provocar una respuesta que les permitiera victimizarse mediáticamente llevan intentándolo repetidamente, con la “toma del Senado” el año pasado como ejemplo paradigmático... Y en lugar de aprender algo de todas las veces anteriores en que la misma estrategia fracasó, esta vez sólo elevaron las apuestas, con simbología abiertamente nazi incluida.

            Tras repetidos y absurdos llamados a la violencia que lo mismo se escudaban carroñeramente en el asesinato del Carlos Manzo, que en las madres buscadoras o cualquier pretexto que los medios les ofrecieran y ante la evidente ausencia de esa “juventud indignada” a la que convocaban, hubieron de valerse de grupos de choque ligados tanto a los comerciantes de Tepito (movilizados por Alessandra Rojo) como a los grupos porriles que el PRI conserva en las universidades públicas del país.

            La apuesta confesa era llegar a “tomar Palacio Nacional” para provocar una respuesta represiva que ocupara las primeras planas en medios internacionales, con imágenes de cargas policiacas y manifestantes en el suelo... Y obtuvieron imágenes de golpeadores esbozades cargando herramientas pesadas y agrediendo a policías que no portaban más armas que un escudo... Y en el proceso olvidaron por completo todas las banderas con las que convocaron a su fallida manifestación.

            Y ni siquiera estuvieron cerca de “tomar Palacio Nacional” en las cuatro horas que duró su “revolución”, hasta que a las 15:30 se retiraron todes como si se hubiera acabado la jornada laboral.

            El resultado fue más de 100 policías herides y 20 manifestantes con lesiones provocadas lo mismo por jalar las vallas metálicas, que por los empujones y pisotones de les otres manifestantes o por los proyectiles (cohetones y piedras) que les propies manifestantes arrojaban y que no siempre llegaban hasta la línea policial.

            Además de 18 manifestantes arrestades y presentades ante la justicia (de un contingente de 17,000, es decir; una persona arrestada por cada 1000 de las que acudieron a la farsa, lo que difícilmente habla de “detenciones masivas” o “represión generalizada”) y 18 agentes policiacos procesades (y algunes hasta despedides) por abusos de fuerza (lo que tampoco ayuda a la narrativa de la derecha, ciertamente).

            Pero, aún así y como queda dicho (porque son estúpidamente predecibles), las vocerías en redes y mediáticas de la derecha hablan de una “manifestación que demostró el enojo generalizado contra la 4T” y que la respuesta policial mostró “la cara dictatorial del régimen”... Al grado de que una fracción del de por si minúsculo “movimiento” ya ha llamado a una segunda manifestación, previsiblemente aún menos numerosa que la anterior, pero también previsiblemente aún más confrontativa.

            Porque saben perdido el debate público y saben perdido el apoyo popular... Son bestias acorraladas dispuestas a quemarlo todo antes que reconocer su fracaso, total; quienes terminan arrestades son sólo carne de cañón, mientras les convocantes juegan golf o se van de vacaciones pagadas con cargo al dinero público que los partidos políticos de la derecha reciben.

Mario Stalin Rodríguez

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jueves, noviembre 06, 2025

Los Falsificadores de la Democracia 68

 UNA DE PIRATAS


 Inmune a aprender algo de sus múltiples y repetidos fracasos, la derecha mexicana ensaya una vez más lo de esconderse detrás de una “iniciativa apartidista” inflada artificialmente a través de sus granjas de bots, trollcenters, opinócratas y medios, a fin de presentar como “generalizado” algo que se limita a unas cuantas cuentas de redes sociales.

            Como sucediera en su momento con las “caravanas antiAMLO” que devendrían en el ridículo platón de FRENA con sus casitas de campaña vacías, el grupo de “hakers independientes” de los Guacamaya que se dedicaron a distribuir “6 teras” de basura entre los medios que estuvieron dispuestos a pagárselos, la “marea rosa en defensa del INE”, la “candidatura ciudadana” de Xóchitl Gálvez, las manifestaciones de “estudiantes de derecho”, el “paro” (TODO PAGADO) del Poder Judicial y etcéteras locales, ahora intentan posicionar un membrete vacío más; la “Generación Z”.

            El guion es exactamente el mismo que en cada ocasión; una “iniciativa espontánea” en redes recibe mágicamente la atención de los medios, conforme se infla en redes y medios, les opinócratas empiezan a hablar de “preocupación en Palacio Nacional” ante el “crecimiento del apoyo popular” (que se reduce, en términos reales, a publicaciones en redes provenientes de las granjas de bots y trollcenters)... Y así sucesivamente hasta que aquello estalla en lo que ha estallado todas las veces anteriores; UN FRACASO.

            Esta vez, además, con el añadido del uso de símbolos de una obra (“One Piece”) que o bien no han leído (la obra lleva publicándose desde 1997, con poco más de cien tomos a la fecha), ni visto su adaptación animada (con poco más de mil capítulos) o siquiera la serie occidentalizada (8 capítulos) que se lanzara recientemente en una plataforma de streaming... O, de haberlo hecho; NO LA ENTENDIERON.

            Como sucedió con la máscara de Guy Fawkes que se extrajera no tanto del cómic de “V for Vendetta” sino de la película que le adaptara, la bandera del cráneo sonriente es despojada por completo de todo contenido y transformada en un mero recurso estético para adornar un “movimiento” sin más profundidad que la tela en la que lo imprimen.

            De aquí a la fecha de su convocatoria, sus vocerías seguirán apareciendo en medios ligados a la derecha para decir que “no son ni de izquierda ni de derecha”, mientras las granjas de bots y trollcenters inflan “tendencias” y HTs en redes sociales... E, independientemente del número que logren convocar, dirán que su “marcha” fue un “éxito”.

            Y tal como lo hicieron en las recientes movilizaciones en Michoacán, si el número de asistentes se los permitieran, intentarán acciones de “hartazgo social” tan artificiales como las banderas que enarbolan... Y es por ello que su falsedad debe ser exhibida en cada ocasión, porque son bestias desesperadas dispuestas a atacar lo que sea y quemar lo que se ponga en frente, antes de aceptar su derrota.

Mario Stalin Rodríguez

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domingo, noviembre 02, 2025

CONVITE 2025

 

A mi madre, siempre y primero que nada a mi madre, que me enseñó a tener las puertas abiertas y un lugar en la mesa para la familia (la de sangre y la elegida), para las amistades y para quienes no lo eran tanto e incluso para les extrañes; para quienes necesitaran un lugar seguro, un escondite, oídos que escuchan y hasta abrazos cómplices... A mi madre, siempre y primero que nada a mi madre, porque sus pasos son todavía parte importante de nuestros caminos.

 

A la familia, a quienes nos unió y nos une sangre y cariño, a quienes a sus formas y a sus tiempos nos enseñaron formas de ver el mundo, de entender el mundo... De cambiar el mundo.

 

A la familia elegida, a quienes nos unieron y unen lazos más fuertes que la sangre y tan fuertes como el cariño de los caminos compartidos; de los mañanas que juntos soñábamos.

 

A las amistades con quienes caminamos nuestros pasos, con quienes construimos nuestros días; de quienes construimos nuestros días.

 

A las compañías efímeras con quienes compartimos pocos pasos, con quienes no departimos y acaso intercambiamos unas cuantas palabras o sólo silencios, pero de quienes nos sabíamos cómplices soñando el futuro.

 

A les extrañes con cuyos pasos jamás coincidieron nuestros caminos y éramos, a pesar de ello, compañeres en busca de un mismo horizonte desde distintas geografías.

 

A las inocencias asesinadas por las caras del tirano, a las vidas que las balas y las bombas de los distintos nombres del sistema genocida cortaron, cuya sangre fue derramada por la injusticia y la ignominia... A las infancias, a las mujeres, a los hombres, a elles todes; nuestra mesa, nuestra memoria y la exigencia de justicia y castigo a sus asesines.

 

Y, por supuesto, a nuestras compañías de otras formas; que compartieron sus vidas, días, noches, tristezas, dolores y alegrías con nosotres y fueron, por supuesto, parte de nuestras vidas, días, noches, tristezas y alegrías.

 

Mario Stalin Rodríguez

Noviembre de 2025

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miércoles, octubre 29, 2025

Siempre Mujeres (Apéndice V)

 LÁGRIMAS DE SERPIENTE

De la deformación de los mitos

 No es extraño que en distintas cosmovisiones precolombinas las deidades no tengan una única identidad, sino distintas advocaciones cada una con sus distintas historias, potestades y atribuciones, sin dejar de ser la misma deidad. De ahí que para los pueblos nahuas muchas de las deidades femeninas fueran, al mismo tiempo, ellas y advocaciones de Tonantzin u otras deidades, dependiendo de las potestades que se les atribuyeran.

            La Cihuacoatl es un excelente ejemplo de ello, como advocación de Tonatzin fue la encargada de moler los huesos de las personas de los cuatro primeros soles que Quetzalcoatl rescatara del inframundo, mezclándolos con la sangre del dios para formar el barro con el que dio forma a las mujeres y hombres del quinto sol.

            Al mismo tiempo, como advocación de la Yaocihuatl (Mujer Guerrera) era la deidad a quien se encomendaban las huestes guerreras antes de entrar en batalla y, como advocación de Quilaztli, una especie de oráculo que anunciara desgracias para quienes iban a entrar en batalla.

            Es sobre esta última potestad que ya en tiempos coloniales se le incluyó como parte de los “presagios funestos”, relatos orales que circulaban entre las poblaciones indígenas sobre supuestas visiones que avisaban de la llegada de los conquistadores europeos y las desgracias que traerían consigo, como una forma de reivindicación de un pasado glorioso en contraste con las condiciones de sumisión y vasallaje en las que incluso la élite indígena vivía, exponenciada infinitamente entre la población en general.

            Según este relato en los tiempos anteriores al arribo de la armada de Cortés a las costas veracruzanas, en las calles y canales de Tenochtitlán se vio a la Cihuacoatl en la forma de una mujer de larga cabellera negra, rostro pálido y ropajes blancos, que lloraba por el destino de su descendencia, en alusión a sus atributos de la madre creadora y de oráculo funesta.

            Obviamente estos relatos, surgidos ya cuando el régimen colonial se encontraba consolidado, al reivindicar la identidad indígena y sus deidades, convenían poco a las autoridades coloniales que les veían como un obstáculo para el proceso de evangelización y un peligro que podría exacerbar la resistencia indígena que, en realidad, persistió a lo largo de todo el periodo colonial.

            Así, desde las curias y parroquias, el aparataje eclesiástico utilizó a indígenas evangelizades, mestices y criolles para difundir distintas versiones del mito de la mujer que lloraba en las calles de la capital novohispana.

            En la más difundida de estas versiones se le despojaba por completo de todas sus potestades y atribuciones divinas, para transformarla en una mujer indígena de clase baja, amante de un peninsular acaudalado, con quien habría procreado a varias infancias (el número varía en cada versión). Cuando la esposa legítima del hombre arriba a la Nueva España desde la península ibérica, éste pone un fin abrupto al concubinato, amenazando a su antigua amante de que si su esposa llegara a enterarse, él mismo se encargaría de entregarla a las autoridades judiciales acusándola de comercio carnal.

            Asustada ante la posibilidad de terminar ante un tribunal del Santo Oficio, la mujer llevó a su descendencia hasta un río en el que les ahogó, volviéndose loca después de ello y recibiendo el castigo divino de vagar por las calles de la CDMX, en busca de hombres a quienes condenar mientras llora por el destino de sus hijes.

            Al igual que sucedió con otras historias que reivindicaban la identidad y la resistencia indígenas, como la de Eréndira entre les purépechas o la de Ixtab-Xtabay entre les mayas, se tomó a una figura femenina y se le transformó en un “espíritu funesto” no de reivindicación, sino de castigo.

            Es hasta tiempos muy recientes que la figura de la Llorona-Cihuacoatl empieza a ser reivindicada y a contarse completa, incluyendo sus orígenes divinos.

 

Mario Stalin Rodríguez

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