La historia no es un relato lineal que
pueda ser reducido a una simple oposición entre protagonistas y antagonistas...
El conflicto al que se refiere el materialismo histórico es algo mucho más
complejo que un “enfrentamiento” entre ellos (“losmalos”) y nosotros (“losbuenos”).
La
historia de la conquista de América en general y de lo que actualmente es
México en particular, es una buena muestra de qué tan fácil es caer en una
narrativa simplista, más propia de una mala opereta que de un proceso
histórico.
La
historia no se trata de “villanos” y “héroes”... Ni siquiera de dos únicos
bandos opuestos...
El
gran problema con la narrativa de oposición es que niega el rico y variado
mosaico multicural que era el actual territorio mexicano antes de la llegada de
los conquistadores europeos, reduciéndolo a un nunca demasiado preciso “nosotros”.
Según
éste, toda la variedad de culturas y civilizaciones que florecían en estas
tierras se reducirían a una sociedad de sabios naturalistas, que vivían en
armonía entre ellos y con su entorno, mientras contemplaban el cielo y
entendían las estrellas... Lo cual, obviamente, es falso.
Sin
negar la crueldad inherente a los conquistadores europeos ni el baño de sangre
que implicó la conquista española del actual territorio mexicano, lo cierto es
que ésta no puede ser explicada en su totalidad sin tomar en cuenta el
correlato de los encuentros y desencuentros entre los distintos pueblos que
convivían y se enfrentaban en estas costas.
Lejos
de la idílica visión de los “sabios naturalistas”, lo cierto es que la mayoría
de las sociedades precolombinas eran esencialmente estados militaristas con una
fuerte división social o bien pueblos tributarios que buscaban una salida a la
dominación de otros.
Ello
explica, entre otras muchas cosas, la alianza estratégica que pueblos como los
tlaxcaltecas y otros formaron con las tropas de Cortés... No una “traición” a
un “nosotros” que no existía, sino una forma de liberarse del yugo mexica, que
les exigía tributos onerosos y utilizaba a sus jóvenes, hombres y mujeres, para
rituales y guerras.
De
hecho, mucho más que acciones bélicas (que sí las hubo y fueron sangrientas),
la conquista española es una serie de acuerdos políticos que se aprovechaban de
la gran división social en las culturas indígenas, para asegurarles cierta
continuidad de privilegios a los grupos gobernantes, mientras el resto de las
personas eran condenadas a la semiesclavitud.
Y
son, justamente, estas alianzas lo que explica en buena medida la continuidad
cultural entre los pueblos precolombinos y varias expresiones culturales actuales
que son, finalmente, resultado de un sincretismo tanto confrontado como
negociado entre la multitud de visiones indígenas y el mosaico de visiones
españolas, árabes, africanas y hasta orientales que la conquista europea trajo
consigo.
Y
es éste, justamente, el mayor pecado de la narrativa de la oposición entre
ellos (“losmalos”) y nosotros (“losbuenos”), que niega la mayor parte de las
raíces que conforman el nosotros sí existente; desaparecen la variedad multicultural
de la América prehispánica y todo aquello que aprendimos y aprehendimos de las
culturas europeas, africanas, árabes y orientales... para asumir una “identidad”
que, en realidad, nunca existió.
Así
que no se trata de “buenos” y “malos”, sino de medir con el mismo rasero empleado
para los conquistadores, a las civilizaciones prehispánicas... Y con éste, ni
los unos ni los otros salen bien parados.
Mario
Stalin Rodríguez
Asesor Educativo
Museo Nacional de
Antropología
Texto preparado con
motivo de los 500 años del desembarco de Cortés en las costas de Veracruz.
Etiquetas: Académico, La Tira de la Peregrinación, tratado sobre la necedad