HAITÍ
La principales ciudades de Haití presentan una destrucción que varía entre el 50 y 90 %, el 75% de la cosecha se perdió como consecuencia del terremoto del pasado 12 de Enero. Haití depende hoy, como nunca antes en su historia, de la ayuda extranjera para sobrevivir.
Ayuda necesaria, sí, pero ¿a qué precio?
Poco más de 60,000 extranjeros se mueven entre Puerto Príncipe y las provincias de Haití en brigadas de rescate, reconstrucción y médicas. De ellos, casi 13,000 son soldados estadounidenses… Soldados, no rescatistas, no médicos, ni ingenieros; soldados, cuya principal misión, en su propia voz, es imponer el orden entre la masa de desesperados y el ejército solidario.
Ello es notorio desde el primer día de su estancia en el país caribeño, donde realizaron un desembarco de película entre los restos de lo que fue el palacio de gobierno, para posteriormente tomar el control del desorganizado aeropuerto, expulsando a los periodistas que ahí acampaban.
Los reporteros de todo el mundo han sido expulsado también de los campos de refugiados bajo control del ejército estadounidense (casi todos en la capital y los más grandes en el interior), de los hospitales de campaña y de la improvisada sede de gobierno, en lo que fueran los cuarteles de policía de Puerto Príncipe.
Es cierto, a raíz de la llegada de las fuerzas de Washington la distribución de ayuda humanitaria se organiza y agiliza (si bien, a la fecha, aún con serias deficiencias). También es cierto que, a la para del agua y las raciones de comida, el ejército estadounidense mueve otros materiales.
A las afueras de las ruinas de ciudades como Leogane (90% de destrucción) o Jacmel (60%) grandes campamentos con edificaciones prefabricadas de tabla roca empiezan a crecer; no son campamentos para los damnificados que se cuenta por miles (más cada día, conforme los desesperados que escupe Puerto Príncipe van llegando), son las bases semifijas de la 82 división aerotransportada.
Esta tragedia, señala Bob Martínez (médico Haitiano de raíces cubanas), “puede ser el inicio del fin de nuestras desventuras (…) Pero hay que estar atentos y no ser tan inocentes en la intencionalidad que (los estadounidenses) puedan tener”.
“Más bien parecen haber venido a controlar a la población, a formar un cerco para evitar una oleada de migrantes que intenten alcanzar Florida por mar”, concluye.
Enero de 2010
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