Torreón Infantil 03
Mario Stalin Rodríguez
Empezó con una sugerencia del Jefe de Redacción; “Don Mario, por qué no intentas hacer algo sobre pornografía infantil. Obviamente no queremos que te metas en problemas, sólo una nota en la que repases lo que ya se ha publicado en otros medios”. Es febrero de 2006 y era un trabajo sencillo.
Para entonces había dejado atrás mi fallida etapa como editor de un suplemento juvenil en un pequeño diario de provincia y abandonado la comodidad de un empleo con horario fijo y pago seguro, a fin de regresar a lo que, en primera y última instancia, era mi pasión; el periodismo escrito.
El ahora no tan extinto DiarioLa Razón parecía un proyecto interesante, un periódico alejado de las grandes plumas, un medio para que los ilustres desconocidos del oficio trataran por fin los temas importantes de manera libre y sólo de acuerdo a su criterio... Eso, al menos, en teoría.
Pero esa es otra historia; faltan aún varios meses para el desacuerdo final con el editor, aquel que terminó con mi salida del diario y que, eventualmente, me llevó de regreso a un empleo con horario fijo y sueldo seguro. De momento es febrero de 2006 y frente a mi, creía, tenía un trabajo sencillo.
Primeros contactos
El tema, si bien no extraño, era esencialmente nuevo para mi, el único acercamiento a un submundo por demás sórdido era aquello que leía en otros medios, los temas sobre los que mi trabajo de años versaba eran, sobra decirlo, completamente distintos. Elaborar, como se me pedía, una simple nota de repaso sin entender y trasmitir el contexto me parecía, cuando menos, un ejercicio facilista y deshonesto.
Con ello en mete busqué a los especialistas, no a otros periodistas que hubieran tratado el tema o, mejor dicho, no únicamente a otros periodistas que hubieran trabajado el tema, sino (y sobre todo) a quienes enfrentaban el problema de manera directa y de manera cotidiana. Fue así que di conla Fiscal Especial , la directora de ADIVAC y el personal de Casa Alianza.
A través de ellos fue que descubrí un entramado de relaciones y complicidades mucho más complejo del que dejaban ver los casos más publicitados.
La idea era sencilla; conectarme a los sitios electrónicos de pornografía infantil, a fin de conocer la ubicación geográfica de sus servidores y establecer una conexión entre ello y los puntos de mayor incidencia en prostitución infantil. Con ello en mente me inventé un nick y por medio de la cuenta bancaria del periódico, me inscribí a algunas de las innumerables páginas que una simple búsqueda electrónica me proporcionó.
Tomó escasos 15 días ser invitado a una “fiesta de intercambio”.
Era una casa grande, casi una mansión, a las afueras de la ciudad rumbo a Cuernavaca. La mayoría llegaba en coches último modelo, algunos de ellos con escoltas armadas. Tal vez de haber sido más aficionado a las páginas de sociales y a las crónicas del jet set nacional hubiera reconocido a muchos de ellos, tal vez.
Muchos traían a sus “novias” y “amigos”, hombres y mujeres menores de edad por igual que eran “presentados” a los demás concurrentes. Algunos desaparecían escalera arriba con niños o niñas recién conocidos, pero la mayoría permanecía en el salón principal platicando con los demás, tratando temas variados o narrando sus “conquistas” más recientes.
Yo permanecía en rincones apartados, fingiendo beber una cerveza excesivamente cara que se cargaría (como todo mi “consumo”) directamente a la cuenta bancaria del periódico. Trataba de escuchar furtivamente las pláticas, captar algún nombre, algún indicio de la identidad de los reunidos, aquí y allá escuchaba, de vez en cuando, voces de acento extranjero. Fue entonces que ella se acercó a mi.
Más adelante elegirá para sí el nombre de Sofía, de momento es una niña de aproximadamente 16 años, enfundada en un vestido negro con pronunciado escote (sus senos son tan escasos) y falda minúscula, un cinturón de pretendido cuero y joyería varia. Me sonríe con su cara excesivamente maquillada; “¿buscas a alguien o sólo esperas la subasta?” y complementa en un inglés deficiente; “are you looking for someone or only wainting?”
Platico con ella, le explico que es la primera vez que asisto a una fiesta como ésta y que no sé cómo comportarme o qué es la subasta. Básicamente, me dice, se trata de conocer nuevos “amigos” o visitar a algunas de las chicas de la casa, claro, complementa; también está la subasta donde una “nueva” será ofertada al mejor postor. “Pero para ello todavía falta un rato”, me sonríe; “por qué no subimos y nos divertimos mientras tanto”.
No sé responder a la invitación y ella malinterpreta mi conmoción de la única manera que conoce. Me toma de la mano y me dirige a una recamar escaleras arriba, cierra con seguro y, mientras balbuceo disculpas, empieza a desvestirse; la detengo.
“No soy lo que crees”, le explico. Ella se ríe y vuelve a abrochar su diminuto brassier. “¿Qué eres?”, se burla; “uno de esos que se creen superhéroes y viene a rescatarnos una por una”.
Le platico de mi trabajo, que intento hacer un reportaje sobre pornografía y prostitución infantil. Se ríe de nuevo; “espérame aquí”, me dice, “hay alguien que seguro quiere hablar contigo”. Sale aún en ropa interior, dejándome como única compañía su diminuto vestido negro sobre la cama.
No tengo tiempo de asustarme o intentar un escape, sólo unos minutos después regresa acompañada de cuatro hombres. El más esbelto de ellos me sonríe y toma asiento frente a mi.
Se presenta como Javier (“y para todo efecto, soy el jefe”), me invita a contarle por qué estoy aquí. Sea por miedo o conmoción se lo explico. Él se ríe; “no eres peligroso”, se ufana, “estamos protegidos, más de lo que te imaginas. Pero nos agrada de la honestidad y sólo por eso te vamos a dejar en paz para que te vayas”. Se incorpora y se dirige a la puerta, la niña lo detiene y le susurra algo. Vuelve a mirarme, me sonríe de nuevo; “nos caes bien; vamos a dejar que hagas tu trabajo”.
Hay reglas, claro, no puedo tomar fotografías y estoy obligado a transcribir todas mis grabaciones en un equipo de computo de su propiedad (ellos, obviamente, se quedarán con todos los cassetes), no puedo dar nombres verdaderos ni direcciones específicas. Fuera de eso, vuelve a sonreír, soy libre de escribir lo que quiera y hablar con quien se deje. Es más, finaliza; “incluso te presentaré a otras niñas en otras casas. No esperabas que éste fuera nuestro único changarro, ¿o sí?”.
La “otra casa” es una vecindad semiderruida en las inmediaciones del barrio de Tepito, ahí conviven hacinadas decenas de mujeres de todas las edades. Javier me lleva a ella después de entregar el premio al ganador de la subasta (un hombre mayor, con coronilla, que ofrece poco más de $50,000 por una hora con una niña rubia de 10 años “sin estrenar”).
Llegamos de madrugada, prácticamente al amanecer. Las niñas de Tepito tienen un clientela “abierta”, me explica y es mejor llegar tarde, muy tarde, cuando ya no hay clientes.
De las habitantes de la casa sólo Carla y Sonia acceden a hacer pública su historia, otras la cuentan sólo con la condición de publicar nada que las relaciones directa o indirectamente.
Las siguientes semanas se ocupan en hablar con las niñas de Tepito por la mañana y con Sofía en las tardes, siempre bajo la mirada vigilantes de Javier (en la casa de la carretera a Cuernavaca) o alguno de sus subordinados (en la de Tepito), para ganarme su confianza y reconstruir su historia.
El resultado de estas entrevistas fue plasmado ya en estos bits, pero, queda dicho, el mundo de la pornografía y la prostitución infantil no pueden reducirse a un solo caso.
Un problema de múltiples rostros
Paralelo a los contactos con Javier y sus niñas, contacté con otros periodistas dedicados a este tema a lo largo de la república. Todos coincidían; el problema es grave y, seguramente, mucho más complejo de lo que lo publicado dejaba entrever. La mayoría de los casos conocidos tenían a la impunidad como común denominador.
Fue justamente uno de estos periodistas quien, en abril del mismo año, se comunicó conmigo para informarme que Angélica María González Ríos accedía, por fin, a hacer pública su historia. La explicación era simple, la juez estaba a punto de dictar sentencia sobre Enrique Busquets Casanova y las presiones y amenazas sobre su esposa, su abogado y los periodistas que cubrían el caso, habían aumentado conforme la fecha se acercaba.
De eso se trataba todo, mi contactó (periodista de un diario local casi desconocido) no seguiría con la cobertura, pues tenía miedo... Y no es posible culparle por ello. Angélica María, por el contrario, sentía que entre más público fuera el caso, más segura estaría ella y sus hijos, por eso había accedido a hablar por fin con la prensa.
La situación era, obviamente, urgente, Sin avisar a la redacción del periódico y siendo mi día de descanso abordé un vuelo económico hasta Coahuila y llegue de madrugada, afortunadamente encontré un hostal que por $200.00 la noche ofrecía sábanas limpias.
Los siguientes dos días los ocupé en leer el expediente judicial del caso que mi contacto me proporcionó (su nombre se omite por petición expresa) y en entrevistarme con Angélica María y Carlos Muñoz padre. La historia de la que ellos son protagonistas ha sido también contada en estos bits.
Actualmente Enrique Busquets purga una condena de 20 años; Javier fue apresado por lenocinio y tráfico de drogas; Sofía ha dejado de despachar en la casa de la carretera a Cuernavaca y su paradero es desconocido; Carla abandonó la casa de Tepito y hoy vive con su novio en alguna colonia popular de la zona conurbana de la ciudad de México; Sonia aún “hace la calle” diariamente.
Obviamente el oscuro y complejo mundo de la pornografía y la prostitución infantil no se agota en estos escasos ejemplos, ni son ellos los únicos de los que me enteré a lo largo de la investigación realizada. Pero otras razones me llevaron a abandonar el periódico y muchos de ellos debieron quedarse en el tintero; conforme nuevos datos vayan siendo cocidos, de algunos se tratará en estos bits en el futuro.
Para entonces había dejado atrás mi fallida etapa como editor de un suplemento juvenil en un pequeño diario de provincia y abandonado la comodidad de un empleo con horario fijo y pago seguro, a fin de regresar a lo que, en primera y última instancia, era mi pasión; el periodismo escrito.
El ahora no tan extinto Diario
Pero esa es otra historia; faltan aún varios meses para el desacuerdo final con el editor, aquel que terminó con mi salida del diario y que, eventualmente, me llevó de regreso a un empleo con horario fijo y sueldo seguro. De momento es febrero de 2006 y frente a mi, creía, tenía un trabajo sencillo.
El tema, si bien no extraño, era esencialmente nuevo para mi, el único acercamiento a un submundo por demás sórdido era aquello que leía en otros medios, los temas sobre los que mi trabajo de años versaba eran, sobra decirlo, completamente distintos. Elaborar, como se me pedía, una simple nota de repaso sin entender y trasmitir el contexto me parecía, cuando menos, un ejercicio facilista y deshonesto.
Con ello en mete busqué a los especialistas, no a otros periodistas que hubieran tratado el tema o, mejor dicho, no únicamente a otros periodistas que hubieran trabajado el tema, sino (y sobre todo) a quienes enfrentaban el problema de manera directa y de manera cotidiana. Fue así que di con
A través de ellos fue que descubrí un entramado de relaciones y complicidades mucho más complejo del que dejaban ver los casos más publicitados.
Tomó escasos 15 días ser invitado a una “fiesta de intercambio”.
Muchos traían a sus “novias” y “amigos”, hombres y mujeres menores de edad por igual que eran “presentados” a los demás concurrentes. Algunos desaparecían escalera arriba con niños o niñas recién conocidos, pero la mayoría permanecía en el salón principal platicando con los demás, tratando temas variados o narrando sus “conquistas” más recientes.
Más adelante elegirá para sí el nombre de Sofía, de momento es una niña de aproximadamente 16 años, enfundada en un vestido negro con pronunciado escote (sus senos son tan escasos) y falda minúscula, un cinturón de pretendido cuero y joyería varia. Me sonríe con su cara excesivamente maquillada; “¿buscas a alguien o sólo esperas la subasta?” y complementa en un inglés deficiente; “are you looking for someone or only wainting?”
Platico con ella, le explico que es la primera vez que asisto a una fiesta como ésta y que no sé cómo comportarme o qué es la subasta. Básicamente, me dice, se trata de conocer nuevos “amigos” o visitar a algunas de las chicas de la casa, claro, complementa; también está la subasta donde una “nueva” será ofertada al mejor postor. “Pero para ello todavía falta un rato”, me sonríe; “por qué no subimos y nos divertimos mientras tanto”.
No sé responder a la invitación y ella malinterpreta mi conmoción de la única manera que conoce. Me toma de la mano y me dirige a una recamar escaleras arriba, cierra con seguro y, mientras balbuceo disculpas, empieza a desvestirse; la detengo.
Le platico de mi trabajo, que intento hacer un reportaje sobre pornografía y prostitución infantil. Se ríe de nuevo; “espérame aquí”, me dice, “hay alguien que seguro quiere hablar contigo”. Sale aún en ropa interior, dejándome como única compañía su diminuto vestido negro sobre la cama.
No tengo tiempo de asustarme o intentar un escape, sólo unos minutos después regresa acompañada de cuatro hombres. El más esbelto de ellos me sonríe y toma asiento frente a mi.
Se presenta como Javier (“y para todo efecto, soy el jefe”), me invita a contarle por qué estoy aquí. Sea por miedo o conmoción se lo explico. Él se ríe; “no eres peligroso”, se ufana, “estamos protegidos, más de lo que te imaginas. Pero nos agrada de la honestidad y sólo por eso te vamos a dejar en paz para que te vayas”. Se incorpora y se dirige a la puerta, la niña lo detiene y le susurra algo. Vuelve a mirarme, me sonríe de nuevo; “nos caes bien; vamos a dejar que hagas tu trabajo”.
Hay reglas, claro, no puedo tomar fotografías y estoy obligado a transcribir todas mis grabaciones en un equipo de computo de su propiedad (ellos, obviamente, se quedarán con todos los cassetes), no puedo dar nombres verdaderos ni direcciones específicas. Fuera de eso, vuelve a sonreír, soy libre de escribir lo que quiera y hablar con quien se deje. Es más, finaliza; “incluso te presentaré a otras niñas en otras casas. No esperabas que éste fuera nuestro único changarro, ¿o sí?”.
Llegamos de madrugada, prácticamente al amanecer. Las niñas de Tepito tienen un clientela “abierta”, me explica y es mejor llegar tarde, muy tarde, cuando ya no hay clientes.
De las habitantes de la casa sólo Carla y Sonia acceden a hacer pública su historia, otras la cuentan sólo con la condición de publicar nada que las relaciones directa o indirectamente.
El resultado de estas entrevistas fue plasmado ya en estos bits, pero, queda dicho, el mundo de la pornografía y la prostitución infantil no pueden reducirse a un solo caso.
Paralelo a los contactos con Javier y sus niñas, contacté con otros periodistas dedicados a este tema a lo largo de la república. Todos coincidían; el problema es grave y, seguramente, mucho más complejo de lo que lo publicado dejaba entrever. La mayoría de los casos conocidos tenían a la impunidad como común denominador.
Fue justamente uno de estos periodistas quien, en abril del mismo año, se comunicó conmigo para informarme que Angélica María González Ríos accedía, por fin, a hacer pública su historia. La explicación era simple, la juez estaba a punto de dictar sentencia sobre Enrique Busquets Casanova y las presiones y amenazas sobre su esposa, su abogado y los periodistas que cubrían el caso, habían aumentado conforme la fecha se acercaba.
De eso se trataba todo, mi contactó (periodista de un diario local casi desconocido) no seguiría con la cobertura, pues tenía miedo... Y no es posible culparle por ello. Angélica María, por el contrario, sentía que entre más público fuera el caso, más segura estaría ella y sus hijos, por eso había accedido a hablar por fin con la prensa.
Los siguientes dos días los ocupé en leer el expediente judicial del caso que mi contacto me proporcionó (su nombre se omite por petición expresa) y en entrevistarme con Angélica María y Carlos Muñoz padre. La historia de la que ellos son protagonistas ha sido también contada en estos bits.
Obviamente el oscuro y complejo mundo de la pornografía y la prostitución infantil no se agota en estos escasos ejemplos, ni son ellos los únicos de los que me enteré a lo largo de la investigación realizada. Pero otras razones me llevaron a abandonar el periódico y muchos de ellos debieron quedarse en el tintero; conforme nuevos datos vayan siendo cocidos, de algunos se tratará en estos bits en el futuro.
Etiquetas: Infancia Robada
13 Comments:
Lamentablemente el tema no se acaba ahí y me temo que nunca acabará. Es lastimoso que existan ese tipo de ¿seres humanos?
Besos
Mario, acabo de leer todo este post, incluidas historias de las niñas (te dejo comentario). Estoy helada de frío. Sigo diciendo que es horrible que siga pasando, que sea probablemente en el entorno del niño/a y que según parece, va en aumento en vez de disminuir.
Gracias de nuevo, por ser tan..., bueno tú ya lo sabes.
Besos muchos,
nani
¿pero eso te pasó de verdad?madre mia...y luego creo yo que estoy comprometida con la sociedad...¡ole tu, por tu acción! si todos denunciasemos las cosas que nos parecen mal y no nos cayásemos tantas y tantas injusticias, todo sería, por lo menos, diferente...
Un beso enorme de enhorabuena por esta crónica bien hecha y bien actuada..., sombrero quitado por ti!!
Bueno, para ser mi primera entrada a tu blog me has dejado completamente alucinada!!! Poquito a poco iré poniéndome al día, mientras te felicito por tu valor.
Besotes
¡¡¡ahhh!!! se me olvidó decirte que me encantó la ilustración...
Simplemente impresionante Mario, tanto la experiencia que viviste como el trabajo que sacaste de ello, te aplaudo y de verdad que impresionante, tu trabajo debería hacer más eco y recibir más atención.
Es mas alrgo que un día sin pan, pero estremecedor.
Yo, sinceramente, a los que un médico me dijera que tienen muchas posibilidades de reincidir les capaba y santas pascuas.
A los proxenetas la carcel les viene muy bien ya que pasan a ser putas. Saldrán con el culo como un túnel de dos carriles...
A los traficantes de droga yo los mandaría asesinar pinchandoles primero con su mierda y luego dejandoles morir con el síndrome de abstinencia.
Quien a hierro mata, que a hierro muera.
Me llevo, con permiso, tu post y me lo leo más tarde (las obligaciones, me hacen posponer los buenos momentos)
Tiene mi permiso... No es que lo necesite, pero lo tiene
Gracias por tus comentarios, veo que pasas mucho por mi blog, a mi tambien me gusta el tuyo aunque creas que no te leo o no comente mucho si te voy hechando un vistazo de vez en cuando hoy solo he podido leer por encima porque ahora mismo me marcho a clase (sigo estudiando) hasta otra Huto!!
Don Mario:
Simplemente, y conste que no es adulación sin más, wow (¿o se escribe guau?).
De verdad que, sin demeritar las dos entregas anteriores, por mucho esta tercera fue la que más me convenció.
Aunque, para ser honesto, creo que hay casos en que uno como reportero (o, en mi caso, como alguien que aspira a serlo) debe guardar sus secretos, su "detrás de la historia", me parece muy ilustrativo e incluso didáctico que relates lo que hubo después de estos bits. Un aporte muy valioso, revelador.
Mis firmes felicitaciones. Nos estamos leyendo.
Mau
Los secretos que se guardan son, obviamente, aquellos que se prometió guardar (nombres, ubicaciones geográficas exactas, etcétera)... porque más que guardar secretos, nuestro trabajo (en tanto periodistas, aspirantes a o ex) es exponerlos...
Don Mario
Me quedo agarrada en la silla que hayas vivido semejante relato. Y La valentia que demuestras al llevarlo a la luz aunque los nombres y los lugares no salgan
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