jueves, septiembre 05, 2024

CHINODESCENDENCIA

 Migraciones asiáticas

(vestido de la Dinastía Ming en China, sobre un mapa colonial del puerto de Acapulco)

 Las migraciones asiáticas hacia el territorio de lo que hoy es México empezaron muy temprano, no sólo es que fray de Zumárraga (primer arzobispo de la Nueva España) enlistara, a su llegada a estas tierras en 1528, a esclavos “negros chinos” (probablemente provenientes de la actual Calicut, India) entre sus “pertenencias”; en tiempos tan tempranos como 1535, tan sólo 14 años después de la caída de Tenochtitlán y cuando la administración colonial ni siquiera había empezado a organizarse, los peluqueros del ejército de Castilla instalados en la ciudad de México enviaban una carta a la autoridad colonial para “quejarse” de que “100 personas de origen chino” les “robaban el trabajo” al cobrar mucho más barato a “blancos y naturales (indígenas)” por los cortes de cabello.

            Ya en 1565, tras la conquista española de las islas Filipinas y con el establecimiento de la Ruta de la Seda (conocida como la Nao de China o el Galeón de Manila), esta migración se acrecienta, si bien nunca llega a ser tan masiva como la proveniente de Europa o África, en buena medida por las restricciones establecidas por las autoridades coloniales que veían como “un peligro” el que “la gente de Filipinas” se instalara en la Nueva España, existen registros de capitanes españoles que introdujeron clandestinamente a un número indeterminado de “esclavos chinos” para trabajar en las minas de la región del Bajío.

            Esto motivó que en 1590 se estableciera en Acapulco la Caja de Real Hacienda, para regular adecuadamente la entrada de mercancías, personas y “esclavos chinos”, imponiendo límites bastante estrictos sobre los últimos conceptos “por causa de ofensas muy grandes a dios”; lo que se refería no sólo a la multitud de confesiones religiosas de quienes provenían de Asia, sino principalmente a que muchas de las mujeres asiáticas introducidas como esclavas tendrían como destino ser explotadas sexualmente en la ciudad de México y las minas del Bajío.

            Los archivos coloniales indican que entre 5,000 y 10,000 “personas de China” habrían obtenido permiso legal para residir en la Nueva España habiendo ingresado a través del puerto de Acapulco, durante todo el tiempo en que la ruta del Galeón de Manila estuvo activa (hasta 1815, cuando la inestabilidad política provocada por la guerra de independencia obligó a su cierre).

            Número que obviamente es un sub-registro pues sólo considera a las personas libres que por motivos de matrimonio o negocios realizaban los trámites legales para residir en las colonias americanas, pero no a quienes llegados como tripulantes de la Nao abandonaban clandestinamente el puerto de Acapulco para instalarse en otras regiones de la colonia ni, como queda escrito, a quienes llegaban en condición de esclavitud y eran desembarcades y vendides ilegalmente antes de la llegada del navío al puerto.

            También es importante recalcar que, aunque genéricamente los documentos coloniales se refieren como “chinas” a todas las personas provenientes de Asia o “indios chinos” a quienes provenían de India, Indochina y las Filipinas, esta gente podía provenir de prácticamente toda Asia, incluyendo al archipiélago japonés, algunas islas del Pacífico Sur e incluso las regiones más orientales de Rusia.

            En general les migrantes de Asia se instalaban en el puerto de Acapulco, la región minera del Bajío y la ciudad de México, fundando en ésta lo que sería el primer Barrio Chino del continente americano, si bien nunca fue reconocido como tal por la autoridades de la ciudad, en los alrededores del mercado del Parían. Aunque también se registran grupos importantes de migrantes asiátiques en lugares como Puebla o Tlaxcala, principalmente relacionades a los talleres de alfarería donde surgiría la cerámica de talabera en un intento de imitar la porcelana china.

            Cabe destacar que la discriminación racial y religiosa hacia las personas asiáticas era común durante la época colonial, lo que provocó que muchas de estas personas, principalmente esclaves evadides, aprovecharan algunas similitudes morfológicas, como los “ojos rasgados” o el color de piel, con algunas poblaciones indígenas para ocultar su origen y hacerse pasar por “naturales de América”.

            Como se ha establecido, la migración asiática hacia el territorio de lo que hoy es México se interrumpió de tajo con el cierre de la Ruta de la Seda y, aunque ésta intentó restablecerse en varias ocasiones ya en el México independiente, nunca se logró restablecer un flujo de mercancías y personas similar al de la época colonial.

            Es hasta finales del siglo XIX en que hay una segunda gran oleada de migración de personas chinas o chinodescendientes, muchas de las cuales no provenían directamente desde Asia, sino de los Estados Unidos a causa de la Ley de Exclusión China promulgada por el gobierno de este país en 1882, que expulsaba de su territorio a la población de origen chino e impedía la llegada de más migrantes, desviándoles hacia territorio mexicano.

            Esta migración se instaló principalmente en los estados del Norte, alrededor de las líneas férreas impulsadas por el porfiriato, ya fuera como empleades o proveedores de servicios como el de alimentos o de lavandería y hasta bancarios, transformándose pronto en parte importante de la economía de la región.

            Sin embargo el racismo contra la población asiática que los empresarios estadounidenses concesionarios de los ferrocarriles traían consigo, se instaló pronto y profundamente entre la población de estas regiones, hasta que a inicios del siglo XX, aprovechando la inestabilidad política provocada por el proceso revolucionario, se desencadenaron diversos eventos violentos en contra de estos grupos, como la masacre de Torreón en 1911, en la que más de la mitad de la población china o chinodescendiente de la ciudad fue asesinada por la misma turba que saqueó sus negocios.

            Ello provocó que los núcleos de esta población en los estados del Norte se disgregaran, para instalarse en la ciudad de México y varios estados del Sur del país, muchas veces ocultando su origen y hasta cambiando su identidad (el apellido Chen, por ejemplo, muy común en ciertas regiones de China, era cambiado por “Cinco”), dedicándose principalmente al comercio y la industria restaurantera, aunque, obviamente, no ofrecían ni productos ni platillos chinos.

            Es hasta la década de los 30, una vez pasada la inestabilidad revolucionaria, que se empieza a reconocer la identidad de esta población en parte debido a la popularidad de los “cafés de chinos” en la ciudad de México, hasta que finalmente se reconoce de manera oficial el Barrio Chino de la ciudad en la década de 1950.

            Toda esta historia y el papel que las poblaciones chinodescendientes y chinomexicanas jugaron durante la colonia y el nacimiento y transformación de México, fueron vergonzosamente borrados en los libros y la academia, como si el no hablar de ello eliminara la violencia racista y la discriminación sufridas por estas comunidades.

            Es hasta finales del siglo XX que el interés de algunas personas chinomexicanas instaladas en las academias por descubrir sus orígenes, empieza a desenterrar estas historias para contarlas... Y es importante contarlas, sobre todo ahora cuando una nueva ola de migración asiática, impulsada principalmente por el auge económico de China y otros países de la región, ha provocado el resurgimiento de discursos xenofóbicos impulsados por medios de mierda como El Universal (“Acaparan chinos locales en el centro”; 02/09/2024), Proceso (“Catean inmuebles en la CDMX: detienen a 11 chinos” 11/05/2024), Animal Político (“Cómo China utiliza a México como puerta trasera”; 01/05/2024), Aristegui Noticias (“Clausuran megaplaza de productos chinos”; 11/07/2024), Reforma (“Pierden 100 mmdp por invasión china”; 17/06/2024) y varios otros, a los que nos les importa propagar discursos de odio mientras les aseguren algunos clicks...

 

Mario Stalin Rodríguez

 

Dedicado a Cristina Alvarado Engfui, orgullosa chinomexicana, que ha prestado conocimiento, tiempo y paciencia para arrojar luz sobre toda esta historia.

Etiquetas: ,