MUSEO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA 01
Continuamos con la historia del Museo Nacional de Antropología (México), con motivo de mi décimo aniversario trabajando en el área educativa de éste.
200 años y más, aprehendiendo la memoria
“Si me preguntáis en dónde he estado
debo decir ‘sucede’.
Debo hablar del suelo que oscurece las
piedras,
del río que durando se destruye
Si me
preguntáis de dónde vengo,
tengo
que hablar de cosas rotas”
Pablo Neruda
No Hay Olvido
Aprender y
aprehender, ya lo sabía el uruguayo Mario Benedetti, son verbos distintos;
aprendemos aquello que los otros o la propia experiencia nos enseñan,
aprehendemos aquello que apropiamos y volvemos parte de nosotros mismos…
Aquello que nos cambia y nos permite ser coherentes.
En realidad, no
puede decirse que México se haya distinguido particularmente por su interés en
el pasado. Desde algún punto de vista bastante relajado, se puede considerar
que los propios toltecas y mexicas hicieron un ejercicio de antropología
primitiva al “rescatar” y reivindicar el pasado teotihuacano… Sin embargo, lo
suyo fue más la invención de un mito y la apropiación de una identidad
inventada, que un intento serio de entender el pasado y aprender de él.
Esto fue notable sobre todo entre
los pobladores de Tenochtitlan, que además de inventarse una historia para sí
mismos, hacían lo propio con los pueblos conquistado; imponiéndole un sistema
social, nuevos dioses y reescribiendo sus códices, es decir, su historia (véase
el mito de las ciudades gemelas impuesto a Tlatelolco).
El periodo de la
conquista y la mayor parte de la
Colonia se caracterizan mucho más por la mutilación y
negación del pasado indígena, que por su conservación o cualquier intento de
aprender de él… La mayor parte de la
Colonía , queda escrito, hasta has las últimas décadas, para
ser precisos, hasta Agosto de 1790…
El 13 de aquel mes, durante los
trabajos de nivelación de la plaza central ordenada por Virrey de Revillagigedo
para “embellecer la capital del
Virreinato” fue encontrado el monolito monumental de La Coatlicue y, siguiendo
la moda europea, pero ante la carencia de una institución mínimamente
museográfica, fue enviada a la Universidad Pontifica para su resguardo (La historia del doble descubrimiento de la Coatlicue ya fue contada, en su momento, en estos bites).
En Diciembre de aquel año, aún
durante las obras de la plaza central, fue descubierta la Piedra del Sol, la cual
corrió una suerte muy distinta a la de su predecesora. Debido a la
monumentalidad del monolito y a su claramente simétrica estética, los Maestres
Mayores de la Catedral
solicitaron al Virrey que se les permitiera exhibirla en la Torre Poniente , donde fue
colocada para exhibición pública, transformándose así en el primer esfuerzo
real de acercar al pueblo de México a su pasado indígena.
Ya en 1791 aparece la Piedra de Tizoc en el atrio
de la catedral y, un año después, la cabeza gigantesca de la Xiouhcoatl , misma que
fueron envidas también a la Universidad
Pontificia para su resguardo, donde fueron exhibidas junto a la Coatlicue tras su segundo
descubrimiento, tal como lo muestran grabamos y óleos de la época.
Tras el triunfo de
una de las facciones del movimiento independentista se traslada al mismo patio
la escultura de Carlos IV (conocida popularmente como El Caballito), aunque es hasta 1825 que el recinto es nombrado
formalmente Museo Nacional (hay un iniciativa anterior, pero la corta duración
del periodo imperial de Iturbide no le
permitió concretarla).
La colección de este embrionario
Museo Nacional estaba constituida, además de las piezas ya mencionadas, por
objetos provenientes de las excavaciones de la Isla de los Sacrificios y los recuperados durante
los viajes de Guillermo Dupaix (realizados a lo largo del país entre 1805 y
1808). La pobreza de esta primera colección debe ser entendida en el contexto de
la prohibición casi absoluta a estudiar y exhibir objetos relacionados a las
culturas indígenas, impuesta por las autoridades eclesiásticas a lo largo de
casi todo el periodo colonial. En la actualidad, el único catálogo completo de
aquella primera colección (realizado por Maximilian Frank en 1829) se conserva
en el Departamento de Etnografía del Museo Británico.
Dos hechos influyen claramente en
los destinos del Museo. El primero de ellos es el saqueo hormiga que los bienes
arqueológicos sufren a manos de instituciones y coleccionistas extranjeros
principalmente europeos (como los códices de la colección Bortulini, adquiridos
ilegalmente y trasportado a Francia, dónde a pesar de múltiples peticiones
diplomáticas y al programa de repatriación de bienes culturales de UNESCO,
permanecen bajo custodia de la Biblioteca
Nacional de Paris). La segunda es la inestabilidad política
de la época, que traía consigo un mínimo interés por el pasado histórico del
país y una muy inmediata preocupación por los asuntos actuales y los posibles
futuros de los actores políticos.
Es hasta 1831 que
por decreto de don Lucas Alamán (Ministro de Gobierno en la administración del
general Anastasio Bustamante) se regula formalmente el Museo Nacional,
dividiendo sus responsabilidades generales en tres departamentos, a saber;
Antigüedades, Productos de la
Industria y, con el jardín botánico, Ciencias Naturales.
La colección del Museo creció
considerablemente. Para 1841, además del patio de la Universidad , ocupaba
ya una buena cantidad de aulas en la planta alta del edificio, tal cual se
registra en el testimonio de Brantz Meyer, diplomático norteamericano que
trabaja en nuestro país en aquellos años.
Mario Stalin Rodríguez
Asesor Educativo
Comunicación Educativa
Museo Nacional de Antropología.
Texto de 2009, revisado, corregido y aprobado por el
Arqueólogo Felipe Solís, en aquel entonces, Director del Museo Nacional de
Antropología.
Etiquetas: Académico, Arte, tratado sobre la necedad
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