COMUNIÓN
Los dioses sobrevivieron.
El
extranjero de la cruz llegó con su metal, su pólvora y sus enfermedades... El
extranjero de la cruz persiguió a sus fieles hasta casi exterminarlos. Impuso
su fe a sangre y fuego... Y los dioses sobrevivieron.
Fueron
escondidos en los templos del extranjero de la cruz. Mudaron sus pieles y
nombres... Se alimentaron, escondidos, en los rituales del extranjero de la
cruz.
Los
dioses sobrevivieron... Y aún necesitan de la devoción de los mortales.
La joven novicia, en realidad, no está
demasiado convencida de su convicción.
En
las noches, insomne, alimenta sus dudas mientras pasea por el templo solitario.
Mira al mártir de la cruz y ningún sentimiento sublime se le despierta; no
siente el amor ni la gracia divina descendiendo sobre ella... Es simplemente un
pedazo de sadismos que la mira con ojos vacíos.
No
así la virgen morena... Mira la imagen y despiertan en ella sentimientos
sublimes, aunque, probablemente, no de la forma en que la madre superiora le ha
dicho que deben ser los sentimientos sublimes.
La
virgen no le inflama el corazón de pasión pía... Algo se inflama en ella, sí y,
por supuesto, lo hace con pasión... Pero no es en el corazón, sino algo más
abajo; entre sus piernas...
Sí, los dioses sobrevivieron... Y esta
noche la diosa que se esconde en el manto de estrellas busca alimento.
Tal vez es su imaginación. De pronto, la
novicia ve como la imagen de la virgen morena le sonríe.
Extrañada
por su falta de miedo, se acerca a ella y, para su sorpresa, no siente el frío pétreo
que esperaba, sino el calor de una piel tersa... Una mano cálida le acaricia la
mejilla y la hace voltear hacia arriba; unos ojos brillantes le miran y una cara
morena le sonríe.
Bajando
de su nicho, la virgen toma el rostro de la novicia entre sus manos y la atrae
hacia sí. Los labios de la santa saben dulces y salados, las lenguas se
encuentran...
La
novicia siente más que ver, cómo el vestido estampado de la virgen cae a sus
píes, revelando el cuerpo desnudo y la piel tersa... Va besando primero el
cuello, la clavícula, el plexo solar, los senos de la santa. Sigue por el abdomen
y, finalmente, se encuentra con el vello púbico.
Se
pierde en el aroma y el sabor del sexo de la virgen.
Mientras
prueba la humedad, una mano palpa un seno y, con la otra, levanta la falda de
su hábito y, con sus dedos, entra en sí misma.
Mientras
besa el sexo y juega con su mano, siente como llegan, juntas, al primer
clímax... Otro sabor y otra humedad le llegan a la boca desde el sexo de la
virgen; haciendo aumentar su deseo.
Se
despoja de sus hábitos.
En
mutuo entendimiento, se tumban sobre el suelo del templo, envueltas en abrazos
y besos... La novicia siente como los dedos de la virgen la penetran y corresponde...
Así abrazadas llegan al segundo clímax.
Exhausta, la novicia se tumba sobre el velo
estrellado de la virgen, mientras está va besando su cuello, su espalda, sus
glúteos... Siente como le abre la piernas empieza a beber de su sexo.
Mientras
besa y prueba el sabor con la lengua, la penetra con los dedos, lo mismo en el
sexo que en el ano... La novicia arquea las caderas y, con sus manos, juega con
sus senos... Grita el nombre de la virgen cuando llega al tercer y más intenso
clímax...
Sí, los dioses sobrevivieron... Y aún se
alimentan de la devoción de los mortales.
Mario
Stalin Rodríguez
Etiquetas: Cosas que suceden, Entrada programada, off topic
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