jueves, abril 27, 2017

COMUNIÓN

Los dioses sobrevivieron.
            El extranjero de la cruz llegó con su metal, su pólvora y sus enfermedades... El extranjero de la cruz persiguió a sus fieles hasta casi exterminarlos. Impuso su fe a sangre y fuego... Y los dioses sobrevivieron.
            Fueron escondidos en los templos del extranjero de la cruz. Mudaron sus pieles y nombres... Se alimentaron, escondidos, en los rituales del extranjero de la cruz.
            Los dioses sobrevivieron... Y aún necesitan de la devoción de los mortales.

La joven novicia, en realidad, no está demasiado convencida de su convicción.
            En las noches, insomne, alimenta sus dudas mientras pasea por el templo solitario. Mira al mártir de la cruz y ningún sentimiento sublime se le despierta; no siente el amor ni la gracia divina descendiendo sobre ella... Es simplemente un pedazo de sadismos que la mira con ojos vacíos.
            No así la virgen morena... Mira la imagen y despiertan en ella sentimientos sublimes, aunque, probablemente, no de la forma en que la madre superiora le ha dicho que deben ser los sentimientos sublimes.
            La virgen no le inflama el corazón de pasión pía... Algo se inflama en ella, sí y, por supuesto, lo hace con pasión... Pero no es en el corazón, sino algo más abajo; entre sus piernas...

Sí, los dioses sobrevivieron... Y esta noche la diosa que se esconde en el manto de estrellas busca alimento.

Tal vez es su imaginación. De pronto, la novicia ve como la imagen de la virgen morena le sonríe.
            Extrañada por su falta de miedo, se acerca a ella y, para su sorpresa, no siente el frío pétreo que esperaba, sino el calor de una piel tersa... Una mano cálida le acaricia la mejilla y la hace voltear hacia arriba; unos ojos brillantes le miran y una cara morena le sonríe.
            Bajando de su nicho, la virgen toma el rostro de la novicia entre sus manos y la atrae hacia sí. Los labios de la santa saben dulces y salados, las lenguas se encuentran...
            La novicia siente más que ver, cómo el vestido estampado de la virgen cae a sus píes, revelando el cuerpo desnudo y la piel tersa... Va besando primero el cuello, la clavícula, el plexo solar, los senos de la santa. Sigue por el abdomen y, finalmente, se encuentra con el vello púbico.
            Se pierde en el aroma y el sabor del sexo de la virgen.
            Mientras prueba la humedad, una mano palpa un seno y, con la otra, levanta la falda de su hábito y, con sus dedos, entra en sí misma.
            Mientras besa el sexo y juega con su mano, siente como llegan, juntas, al primer clímax... Otro sabor y otra humedad le llegan a la boca desde el sexo de la virgen; haciendo aumentar su deseo.
            Se despoja de sus hábitos.
            En mutuo entendimiento, se tumban sobre el suelo del templo, envueltas en abrazos y besos... La novicia siente como los dedos de la virgen la penetran y corresponde... Así abrazadas llegan al segundo clímax.

Exhausta, la novicia se tumba sobre el velo estrellado de la virgen, mientras está va besando su cuello, su espalda, sus glúteos... Siente como le abre la piernas empieza a beber de su sexo.
            Mientras besa y prueba el sabor con la lengua, la penetra con los dedos, lo mismo en el sexo que en el ano... La novicia arquea las caderas y, con sus manos, juega con sus senos... Grita el nombre de la virgen cuando llega al tercer y más intenso clímax...

Sí, los dioses sobrevivieron... Y aún se alimentan de la devoción de los mortales.


Mario Stalin Rodríguez

Etiquetas: , ,