lunes, abril 24, 2017

OPORTUNIDAD

Tollán, una noche hace demasiado tiempo.
            Lo ve a la distancia, tambaleándose.
            Seguro es por algún reto estúpido, propio de los varones demasiado ocupados en demostrar quién es el mejor... Pero no es propio de él, del monarca. No, nada propio de quien bajo de los cielos y tomó a los hombres salvajes, les enseñó a sembrar el maíz y a construir templos... No, para nada es propio de los dioses; nada propio de su hermano.
            Su otro hermano lo acompaña. Él se ve entero, no es extraño; siempre ha sido mejor para soportar la bebida... Mucho más divertido, sin la seriedad agotadora del mayor, sin la necesidad de aparentar solemnidad que trae el mando.
            Los ve dirigirse al templo dedicado al mayor.
            A la distancia observa como, entre gritos y risas, su hermano mea sobre las paredes en las que sus súbditos le oran. Mientras su compañero va proporcionándole, cada que lo pide, más bebida.
            Los ve... Y fragua un plan.

Él fue quien bajo al inframundo y robó los huesos de los ancestros para crear la humanidad.
            Él fue quien subió a los cielos y robó el fuego a sus hermanos para regalárselo a los hombres.
            Él es quien gobierna sobre todo y todos.
            Y ella... Ella tiene un plan.

Entra en la casa de él y espera.
            Entre risas del mayor, escucha como su hermano lo deja en la puerta, recomendándole descansar para bajar la embriaguez... El monarca protesta, pero está demasiado alcoholizado para resistirse realmente.
            A oscuras extiende el petate sobre el suelo y se tumba sobre él... Cuando ya casi cae en el sueño reparador, siente como una mano femenina empieza desvestirlo.
            Ella lleva el miembro flácido hasta sus labios y lo introduce en su boca; pronto empieza a llenarse de sangre y crecer... Demasiado embriagado como para controlarse, el hermano mayor eyacula sobre el rostro anónimo... Ella sonríe.
            Besándolo, comparte con él el sabor de su semen.
            Va desvistiéndose a sí misma mientras le acaricia y le besa... Él, ignorante de la identidad de su acompañante y, probablemente, creyendo que es alguna especie de sueño producido por el alcohol, corresponde gustoso a las caricias y besos.
            Tumbado sobre el petate, siente como ella se monta sobre él e introduce su miembro, aún erecto, en el húmedo sexo.
            Ella gime quedamente mientras va de arriba hacia abajo, cada vez más rápido... Él, en medio del sopor alcohólico, cree reconocer la voz femenina, pero no puede precisar bien a quien pertenece.
            Llega al clímax y, en voz alta, grita el nombre de su hermano mientras le abraza... Él por fin reconoce la voz, el cuerpo y el rostro de su hermana... Y eyacula por segunda vez en la noche, en el interior de ella; con mayor placer que la anterior ocasión.
            Se quedan dormidos, exhaustos, uno al lado del otro...

Ella despierta a la mañana siguiente, para encontrar que él se ha marchado.
            No sabe, no puede saberlo, que avergonzado por las acciones de la noche anterior, el monarca se ha marchado abandonando su reino... Mientras recuerda la noche anterior, lleva la mano a su entrepierna y, sonriendo, empieza a masturbarse mientras murmura el nombre de su hermano.

Mario Stalin Rodríguez
Sobre el relato del Mito de Quetzalcoatl contenido en los códices Borgia, Florentino y Matritence, entre otras fuentes.

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