sábado, abril 29, 2017

ROLES

En verdad odia quedarse hasta tarde a calificar exámenes.
            Mientras repasa las respuestas, casi siempre erróneas o, en el mejor de los casos, incompletas, va pensando en descansar en casa... También recuerda que, de un tiempo para acá, la cosa no ha estado bien en el hogar.
            No es que haya problemas grandes, es sólo que la rutina se ha ido imponiendo en su matrimonio... La monotonía ha invadido no sólo las actividades del día a día, sobre todo ha invadido el sexo, que pareciera hacerse sólo por compromiso...
            De pronto escucha un carraspeo...

Se sorprende al verla en la tercera fila de pupitres, enfundada en un uniforme tal vez demasiado pequeño, su cabello rubio sostenido por dos pasadores demasiado cursis y las gafas medio caídas.
            Empieza a decir algo, pero ella le interrumpe preguntando sobre sus notas y el resultado del examen que califica... Confundido, empieza a negar... Y ella vuelve a interrumpirle con un gemido de queja; entonces, afirma más que preguntar, así de mal le fue.
            Extrae algo del bolsillo de la camisa que mantiene oculto en la mano... Sonriendo empieza a desabotonar su camisa, mostrando sus pequeños senos sin sostén... Eleva una de sus piernas hasta el borde del asiento, las infantiles pantaletas se enrollan en su tobillo...

Él se queda sin palabras, mientras ella se incorpora y camina hacia el escritorio. Mientras va avanzando se va despojando del uniforme, dejando la ropa tirada en el trayecto. Para cuando llega junto al hombre, sólo lleva los calcetines.
            Él diría algo, pero la visión del pubis sin vello lo enmudece...
            Ella se pone en cuclillas frente a él y dice algo sobre un trabajo para conseguir créditos extras... Le desabrocha el pantalón y deja salir el pene ya erecto. Mientras lo lleva a su boca, abre la mano para mostrar los dos sobres de condones que ocultaba.
            Incapaz de controlarse, él eyacula pronto... Ella deja que la semilla le bañe los pequeños senos. Se incorpora para besarle, embarrando el saco y la camisa del hombre con su propio semen.
            La toma de los hombros para apartarla y la tumba sobre el escritorio... Todas sus preguntas se han perdido en la niebla del deseo. Se desnuda y coloca un condón, mientras ella lo observa risueña, sin decir ni una palabra.

La penetra de píe con los pantalones en los tobillos.
            Desde el filo del escritorio, ella mueve sus caderas y lleva sus píes a los hombros de él. Entre gemidos y risas contenidas, dice algo sobre merecer, al menos, un nueve.
            Cuando siente que él está punto de llegar al clímax, se mueve para obligarle a salir... Con las manos le quita el condón y lo presiona entre sus muslos, moviéndolos, provocando que eyacule sobre su abdomen.
            Se incorpora y, con más sugerencia que fuerza, lo empuja hacia la silla acolchonada. Abre el segundo sobre y, antes de que el pene pierda su erección, se lo coloca y se monta sobre él.
            El besa sus senos, probando el sabor de su propia semilla. Lleva sus manos hasta los glúteos de ella, los presiona y, con sus dedos, busca el ano… Ella, entre besos, le pide que no. Él obedece y lleva sus manos a la cintura de ella.
            Llegan juntos al clímax, él eyacula en el condón dentro de ella... Sí, dice ella; esto bien vale un nueve cinco.

Desnudo, con los pantalones en los tobillos, exhausto, sentado ante su escritorio y con los exámenes que había estado calificado revueltos sobre éste o tirados en el suelo junto a los condones usados, la ve salir del salón desnuda; el uniforme que vestía aún se encuentra entre los pupitres.
            De un casillero del pasillo, ella saca una muda de ropa interior recatada, una camisa de vestir y un traje sastre que le da un aire estricto. Mientras se retira los pasadores del cabello y se lo acomoda.
            Mientras entra en su despacho de directora de la escuela, sonríe...


Mario Stalin Rodríguez

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