MUSEO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA 00
El día de hoy, 1° de Junio, cumplo 10 años de labores en el Museo Nacional de Antropología (México). Algún día relataré la historia de cómo llegué a este recinto, que tiene su gracia, de momento y a manera de celebración, retomo un texto de 2009, originalmente pensado para ser editado como un cuadernillo monográfico sobre la historia del Museo con motivo del 45 aniversario del mismo.
El texto fue revisado, corregido y, finalmente, aprobado por el entonces director del MNA, Arqueólogo Felipe Solís. Lamentablemente, entre la emergencia sanitaria por la influenza H1N1 y el posterior fallecimiento (sin ninguna relación) del Arqueólogo Solís, postergó indefinidamente su publicación.
Por cuestiones de recortes presupuestales, ha sido imposible concretar el proyecto en las dos posteriores administraciones. A lo que habría que agregar que nuevos proyectos y, actualmente, asuntos síndico-laborales me han mantenido por demás ocupado, por lo que el texto ha quedado cada vez más relegado en el cajón de pendientes...
Sin embargo, me sigue gustando bastante y me parece que mi décimo aniversario como trabajador del INAH, es buena ocasión para retomarlo, así que de esta semana y durante las siguientes, iremos hablando sobre la historia de un museo de historia...
A manera de Introducción
Primeras reflexiones museográficas
"¿Solo así he de irme?
¿Como las flores que perecieron?
¿Nada quedará en mi nombre?
¿Nada de mi paso aquí en la tierra?
¡Al menos flores! ¡Al menos cantos!"
Nezahualcoyotl
Cantos de Huexotzingo
¿Qué es un
museo? ¿Para qué sirve?... Históricamente, los museos (del latín musēum
y éste a su vez del griego Μουσείον, casa de las musas) eran colecciones de arte (así, en
abstracto) sin clasificación ni concierto. Algunas veces los templos griegos o
romanos de la antigüedad exhibían las ofrendas o tesoros que resguardaban, no
tanto con un afán de divulgación, como por hacer ostentación de riqueza o
poder. Lo mismo puede decirse de los aristócratas o militares que mostraban a
sus visitantes las obras de arte o riquezas adquiridas u obtenidas en batallas.
Poco o nada tienen que ver estas
antiguas colecciones con la concepción actual de los museos.
Por lo que se
sabe, fue Ptolomeo II de Alejandría quien, hacia el siglo II antes de nuestra
era fundo el Museión, no tanto un
recinto para admirar y estudiar ciertas ramas de la creación humana, como sí un
sitio de reunión para estudiosos, artistas y poetas, dotado de salones de
reunión, laboratorios y una importante biblioteca.
Durante el apogeo del Imperio Romano
y la Edad Media ,
este tipo de centros de estudio desaparece para ser sustituido por el
coleccionismo de tesoros de conquista por parte de los militares y,
posteriormente, la acumulación de riquezas, obras de arte y tesoros por la
nobleza y la iglesia Católica en el Medioevo.
Cabe la acotación, una historia muy
distinta se contaba en tierras árabes y asiáticas, donde si bien la religión
tenía un papel preponderante en la vida cotidiana y, por tanto, en la
generación de conocimiento y resguardo de las creaciones humanas, había, sí, un
interés en su ordenamiento y clasificación.
Es hasta el
Renacimiento que empieza a perfilarse la forma y estructura de los museos
actuales. Por un lado, en Italia, Lorenzo de Medici contrató a Bartolo, un
intelectual laico, para ordenar y conservar sus colecciones de arte. Labor que
fue proseguida por Cosme I de Medici, ya en siglo XVI, quien pidió a Vasarí,
famoso arquitecto de aquella época, planear y construir un edificio
específicamente diseñado para el resguardo ordenado de las colecciones
familiares, el primer museión
moderno; la Galería
de los Ufizzi.
Siguiendo el ejemplo de los nobles
italianos, por toda Europa empezaron a proliferar las galerías privadas, por un
lado y los gabinetes de maravillas, menos estructurados, pero de acceso para el
público en general. Ambas formas de coleccionismo y exhibición se vieron
nutridas hacia el siglo XVI con la llegada de las “creaciones de los naturales
de América”.
Esta proliferación crecimiento de
colecciones públicas y privadas llevó al flamenco Samuel Quichenberg a postular
en su manual “Mesografía” (1565), que las obras deberían ser exhibidas de
acuerdo a un orden preciso, a saber:
Objetos asociados a la gloria del propietario, como
banderas o árboles genealógicos.
Piezas de orfebrería, como monedas o medallas, objetos
pequeños, pero valiosos, ya fuera por el material del que estaban elaborados o
por su valor meramente simbólico.
Curiosa
naturali (curiosidades naturales),
elementos de los tres reinos de la naturaleza reconocidos para aquel entonces
(animal, vegetal y mineral).
Productos de las artes mecánicas, como relojes,
instrumentos musicales o cualquier otro mecanismo.
Arte; principalmente pintura, dibujo y grabado, con
apenas un escaso interés por la escultura.
Cabe acotar que las “creaciones de los naturales de
América”, independientemente de su naturaleza o material, eran agrupadas en una
única clasificación.
Hacia finales
del siglo XVI, Felipe II de España funda en El Escorial una “Cámara de las
Maravillas” abierta al público.
El incipiente
racionalismo del siglo XVII dará lugar a una separación entre el gusto estético
y el estudio de las creaciones humanas y de la naturaleza. Tendencia que
predominara a partir de la Ilustración.
Ya en el siglo XVIII empieza a
entenderse a las colecciones y cámaras de las maravillas más como un compendio
de objetos de estudio científico con un alto valor pedagógico, que como
gabinetes de curiosidades. Exponentes del estudio de la naturaleza y del
progreso humano, antes que meras rarezas.
A partir de la “Nueva Museografía”
de Nieckel (aprox. 1750) se da una distinción entre el estudio de la naturaleza
y el de la historia y creaciones humanas, dando lugar a la proliferación de los
Museos de Historia Natural.
La nueva concepción pedagógica de
los museos permite abrir sus puertas al público en general y no únicamente a la
nobleza ilustrada, siendo una las exposiciones más espectaculares aquella que
Luis XV exhibe en el palacio de Luxemburgo para disfrute de sus súbditos.
Otros museos importantes fueron el British Museum, abierto al público en
1759 y la transformación de la Pinacoteca
Nacional de Francia en el museo del Louvre, mismo que, tras la Revolución Francesa
y la posterior incautación de los bienes de la iglesia y la nobleza, se
transforma en el primer Museo público (administrado por el Estado) en 1791.
La tendencia de estatizar museos y
separarlos temáticamente alcanzará su mayor apogeo hacia finales del siglo XVII
y principios del XIX. Sin embargo, el surgimiento de conflictos sociales y
económicos a los largo del orbe provocó que, en su mayoría, los muesos
sufrieran un notable deterioro y la casi total pérdida de su función pedagógica
ante el tamaño y nula selección de las colecciones.
Ya en 1926 la Sociedad de las naciones
crea la Oficina
Internacional de Museos, tratando de homogenizar los
criterios museográficos. A la transformación de la Sociedad de la Naciones en la actual
ONU, la OIM se
convierte en el Consejo internacional de Museo, no ya tanto un órgano regulador
centralizado, como un espacio de intercambio de experiencias.
Uno de los cambios más notables que
trae consigo la nueva concepción de los museos es reconocer que el objetivo
final del museo es el aprendizaje y disfrute del público y no tanto la mera
conservación de las colecciones, por lo que las piezas exhibidas empiezan a ser
seleccionadas en tanto a su utilidad simbólica y pedagógica en vez de la mera
acumulación temática.
El museo se transforma, entonces, de
un almacén visitable a un espacio multimedia encaminado no tanto a la
exhibición por la exhibición misma, sino al disfrute y aprendizaje del
patrimonio histórico y científico.
¿Qué es un
museo? ¿Para qué sirve?... Un museo es, por supuesto, un recinto del saber,
sí…. Pero, sobre todo, un museo es un recipiente para la memoria.
Mario Stalin Rodríguez
Asesor Educativo
Comunicación Educativa
Museo Nacional de Antropología.
Texto de 2009, revisado, corregido y aprobado por el Arqueólogo Felipe Solís, en aquel entonces, Director del Museo Nacional de Antropología.
Etiquetas: Académico, Arte, tratado sobre la necedad
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