CALLES
A veces se despierta con un mal sabor de boca, se sienta
al borde de la cama y pasa inventario a sus dolores y achaques. Le toma tiempo
reunir valor suficiente para incorporarse, tiempo y, a veces, varios cigarros.
Algunos
días desayuna, otros sólo toma un café y sale a la calle...
La
calle.
La
calle no es hostil, sólo ajena.
No
se trata del miedo a las sombras que asechan, a los fantasmas de la inseguridad
que insisten en vender por la televisión y otros medios… No, la calle no es
hostil, sólo ajena.
Las
aceras no le pertenecen; no son suyos los bulevares ni camellones, tampoco el
pavimento ni el paisaje citadino... Antes lo eran, no más.
Es
un poco un sentimiento de desarraigo, no como quien se marcha de un territorio
antes conocido y regresa a él sintiéndose extraño, más bien el sentimiento de
quien permanece en un mismo lugar y huye hacia sí mismo.
Sí,
es eso; el desarraigo del exilio en uno mismo.
Camina
por la calles y siempre busca refugio en los lugares encerrados, sean estos su
casa u oficina.
Hoy
es exactamente igual a otros días... Hasta que se ve rodeado.
Ellos
cantan y se apropian de las calles; toman los bulevares y camellones y declaran
propios los paisajes citadinos… Y así, junto a ellos, desconocidos y extraños,
poco a poco, él también recupera la calle.
Mario Stalin Rodríguez
Etiquetas: tratado sobre la necedad
1 Comments:
Esos que cantan hacen ¡por fin! que se olviden los achaques ... ya va siendo hora.
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