RIQUEZA DEL LENGUAJE
de mi derecho a decir mierda, culo y verga
(entre otros improperios)
“Que tiene ojo de culo es evidente,
y manojo de llaves, tu sol rojo,
y que tiene por niña en aquel ojo
atezado mojón duro y caliente.”
Francisco de Quevedo
Cuando niño y recién iniciada mi apropiación de lenguaje,
me extrañaba la prohibición de ciertas palabras que, por otro lado, yo había
aprendido por su uso cotidiano, muchas veces, en boca de quienes me prohibían
utilizarlas. Conforme llegué a la adolescencia y mi vocabulario se fue
ampliando, también lo hizo, lógicamente, mi repertorio de improperios y, por
tanto, las ocasiones en que mi discurso era motivo de llamadas de atención y
reprimendas por su florida variedad.
En
cuanto puede racionalizar mi extrañeza, llegué a la conclusión de que existía
una hipocresía verbal generalizada y universalmente aceptada. Es decir; me
parecía lógico que las personas se sintieran molestas si empleaba palabras que
ellas no entendieran, pues ello dificultaba la comunicación entre ellas y yo.
Me parecía lógico, también, que se me reprendiera cuando empleaba mal un
término, modificando su sentido o sin entender yo mismo completamente su
significado.
Pero
que se me reprimiera por la utilización de un término pertinente para mi discurso
y cuyo sentido y significado eran claros para mi interlocutor, era, cuando
menos, ilógico.
Entinéndaseme, no pretendo defender el empleo del
lenguaje soez en sustitución de la riqueza idiomática. Me parece, como a
cualquiera, ofensivo el empleo de un único vocablo (v.b. Güey o Gilipollas)
cada dos o tres palabras en un discurso que, además, viola flagrantemente todas
las normas sintácticas.
Defiendo,
sí, el derecho inalienable a emplear cualquier palabra o sintagma cristalizado
que resulte pertinente para dar idea de gradación, valor o expresividad a mis
dichos.
Defiendo,
también, la utilización del eufemismo como recurso literario, pero no su
imposición en aras de una malentendida pulcritud en el lenguaje.
Es
decir, no acepto, en ningún momento y bajo ninguna circunstancia, que se
pretenda que en mis líneas o vocalizaciones se sustituya el “a huevo” por un “a
fuerza” u “obligadamente”, pues cada uno de estas formas tiene un grado
específico de obligatoriedad y el empleo de uno u otra, puede modificar el
sentido de la idea que deseo transmitir.
Lo
mismo sucede con expresiones como “coño”, “verga” o “culo” y su sustitución por
términos como “recorcholis”, “pajarito” o “nalgas”, cuyo empleo, muy
seguramente, infantiliza cualquier discurso (al menos, claro, que ésta sea la
intención).
Los
ejemplos abundan y enumerarlos todos es tarea, claramente, imposible. Cada
vocablo, incluso los considerados altisonantes, cumple un sentido y significado
y es en función de estos, que puedo o no emplearlos. Si alguien se ofende per
se por su utilización y no por el sentido del discurso todo, no nos estamos
entendiendo.
Algo
similar sucede con la ironía dentro de charlas y discusiones, donde el mero
empleo de ésta parece ser lo ofensivo y no lo que su contenido refleja… Pero de
mi derecho a ironizar sobre los argumentos empleados por mi interlocutor
hablaremos en futuros párrafos.
Mario Stalin Rodríguez
Etiquetas: off topic, tratado sobre la necedad
4 Comments:
Y además es encantador cuando una "pretendida dama" nos pide, en esos momentos en que se consuma el deseo, que empleemos palabras soeces para aumentar la excitación. Esos vocablos tienen su lugar sin duda, y han de ser empleados en tiempo y forma adecuados. Si no, acabamos convirtiéndonos en unos mierdecillas meapilas sin fuste.
Por si te sorpendiera, Jose Etxeberria es el Kanif de antes, (diría mi verdadera identidad si supiera cual es) y blogger, que piensa por mi, se ha encargado de cambiarlo.
¡Un abrazo, Mario!
Y yo, don Mario, suscribo su defensa... Hasta las palabras malsonantes tienen su cabida en el diccionario y en nuestra boca, todo es cuestión (como con todas) de saber emplearlas cuando y como corresponde :)
Besos
Y a mi que me sorprende que tu reivindiques por ahí.
Te daría la razón , pero es que ya la tienes.
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