ANIMUS IOCANDI

del humor y los intolerantes

“Hace tiempo que me importa un comino
que el último jalón de mi camino
caiga lejos de Roma.
Hace tiempo no juego al acertijo
tan esdrújulo de un padre y un hijo
y una blanca paloma”

Javier Krahe
El Cromosoma

Ante todo, supongo, es necesaria la declaración personal a modo de cura en salud... Cualquier lector mínimamente suspicaz supondrá que quien esto escribe no profesa religión alguna, tanto más, la idea de dios (cualquier dios) me parece, cuando menos, infantil y ridícula.
Tampoco comulgo con la idea de que toda opinión es respetable; respeto el derecho de todos a expresar la propia por todos los medios que se hallen a su alcance. Como reivindico mi derecho a burlarme de toda opinión que considere risible o despreciable.
Finalmente, es el derecho de todo ser humano darse cuenta de la ridícula y vergonzosa desnudes del monarca y proclamarla a los cuatro vientos.

Dicho lo cual, es menester reconocer que desprecio la doble moral que tacha de intolerantes a los musulmanes que protestan por la caricaturización de su profeta con una bomba en el turbante, pero reivindican el derecho de los católicos a demandar a un artista por filmar un video de cómo cocinar un Cristo a la mantequilla.
Al margen de la necesaria discusión de la inteligencia de asociar una cultura y religión completa con una imagen de violencia, tan inteligente como decir, por ejemplo, que todos aquellos que profesan la fe judía son invasores natos y asesino de árabes. O decir que todos aquellos que visten la sotana de curas católicos son, por este simple hecho, pederastas y violadores de niños.
Al margen, entonces, de la discusión sobre la pertinencia de estas generalizaciones, se debe reconocer que utilizarlas es mucho más rápido que explicar la larga historia de ignominias de occidente contra el pueblo árabe, que han facilitado el crecimiento y magnificación del fanatismo musulmán.
Las generalizaciones también obvian la diferenciación entre semitismo (profesar la fe judía) y el sionismo (creencia en la promesa de una tierra prometida para el pueblo israelí) y, sobre todo, la forma en que la segunda creencia ha sido pretexto para el lento e inexorable genocidio del pueblo palestino (realizado, recordémoslo, acompañado por el silencio cómplice de la mayoría de los pueblos occidentales).
Igualmente, permiten ahorrarse una larga disquisición sobre las diferencias existentes al interior de la iglesia católica y la forma en que el grupo hegemónico ha utilizado sus contactos y potestades para asegurar la impunidad de quienes sí han sido señalados por crímenes sexuales en contra de menores de edad. De la misma forma en que las ha utilizado para relegar y aislar a quienes han optado por opción más democrática y humana de ejercer el clero.
Estas generalizaciones son, entonces, el privilegio del artista; el derecho del bufón... Como es el derecho de quien se sienta aludió u ofendido por ellas, responder por los mismos medios... Pero, claro, para qué discutir las generalizaciones con argumentos, si puedes enviar al contrario a la cárcel o, ya puestos, a la hoguera. Que, como ya lo dijo antes el autor del epígrafe, “tiene un qué sé yo, que sólo lo tiene la hoguera”.

Mario Stalin Rodríguez

Nota final: Esto, obviamente, es el inicio de una serie de textos sobre la religión, sus prácticas y estupideces. Quien se sienta ofendido por los párrafos anteriores, haría bien en volver a leerlos, porque se continuará hablando del tema a lo largo de las próximas semanas.