Post Enlatado
PEQUEÑAS NOTAS.
"Cualquiera sabe que habito a la izquierda, sobre el rojo."
Julio Cortazár.
(La vuelta al día en ochenta mundos.)
El amanecer del tercer mes de prisión me sorprendió despierto, mirando como ausente las manchas rojas, de oxido, sobre los barrotes de mi celda. No podía dejar de admirar la precaria seriedad con que la naturaleza, sabia como es, nos regala un momentáneo esparcimiento en las situaciones más angustiosas.
Tardaría aún en venir mi carcelero a pasar lista, tardaría en llegar aquel a quien tanto desprecié y ahora, tras meses de constante convivencia, trato de conocer a fondo.
Cualquiera que lea esto pensará que me he rendido al encierro, que no duré lo que mis compañeros (fallecidos, tal vez, en esta misma celda, ante estos barrotes oxidados), no es así. Lo que sucede es lo que sucede a todo ser humano que se digne de serlo, trato de comprender los motivos del contrario (que, posiblemente, no es mi enemigo).
Mi carcelero llegó, no tan puntual, a la cita diaria; en su cara se adivinaba la angustia de su misión. Me fusilarían en una hora, no tendría oportunidad de probar el último alimento como es debido.
Es obvio que se trató de un fusilamiento simulado, o no estaría yo escribiendo.
Para el mediodía todo había terminado, estaba de regreso en mi celda y contemplaba, ya no los barrotes o el oxido, sino las nubes que pretendían, inútilmente, acallar las palabras del sol. No se por qué esta escena me trajo recuerdos de mis días de libertad, perseguido por mis ideas y acciones (como si estas dos cosas no fueran una sola).
Para la noche me entretuve en mirar las estrellas que, tímidas, tiritaban en el cielo. Me dieron ganas de recitar un poco de poesía, a solas como se debe recitar en voz alta, y cante una canción que, en otros tiempos, jamás escucharía de mis labios.
Adormecido por el efecto sedante de mis notas musicales me acosté en el piso, y es que no pretendía llegar a la plancha de concreto que aquí llaman cama, pensando en la historia de mi patria, y meditando en cuentos amaneceres más me sorprenderían viendo el oxido de los barrotes, hasta el día, que llegará sin duda, en que el fusilamiento no será simulacro.
Mario Stalin.
Tardaría aún en venir mi carcelero a pasar lista, tardaría en llegar aquel a quien tanto desprecié y ahora, tras meses de constante convivencia, trato de conocer a fondo.
Cualquiera que lea esto pensará que me he rendido al encierro, que no duré lo que mis compañeros (fallecidos, tal vez, en esta misma celda, ante estos barrotes oxidados), no es así. Lo que sucede es lo que sucede a todo ser humano que se digne de serlo, trato de comprender los motivos del contrario (que, posiblemente, no es mi enemigo).
Mi carcelero llegó, no tan puntual, a la cita diaria; en su cara se adivinaba la angustia de su misión. Me fusilarían en una hora, no tendría oportunidad de probar el último alimento como es debido.
Es obvio que se trató de un fusilamiento simulado, o no estaría yo escribiendo.
Para el mediodía todo había terminado, estaba de regreso en mi celda y contemplaba, ya no los barrotes o el oxido, sino las nubes que pretendían, inútilmente, acallar las palabras del sol. No se por qué esta escena me trajo recuerdos de mis días de libertad, perseguido por mis ideas y acciones (como si estas dos cosas no fueran una sola).
Para la noche me entretuve en mirar las estrellas que, tímidas, tiritaban en el cielo. Me dieron ganas de recitar un poco de poesía, a solas como se debe recitar en voz alta, y cante una canción que, en otros tiempos, jamás escucharía de mis labios.
Adormecido por el efecto sedante de mis notas musicales me acosté en el piso, y es que no pretendía llegar a la plancha de concreto que aquí llaman cama, pensando en la historia de mi patria, y meditando en cuentos amaneceres más me sorprenderían viendo el oxido de los barrotes, hasta el día, que llegará sin duda, en que el fusilamiento no será simulacro.
Mario Stalin.
Y ya está... Éste es uno de los primeros cuento que escribí y de los cuales puedo sentirme orgulloso (antes escribí algunos otros, pero no me siento particularmente tentado a mostrarlos en público, la verdad)... Espero les agrade el ejercicio de autoantropología literaria, en ocho días volvemos al presente... Espero.
Etiquetas: Entrada programada, off topic, tratado sobre la necedad
2 Comments:
Es un relato conmovedor y en que se percibe el frío del suelo, el olor de barrotes oxidados y la soledad del lugar que describes.
Besicos muchos.
Necio como siempre es un gusto un deleite leerte pero esto en especial te coloca una estrella en la frente, me encanto mucho.
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