jueves, febrero 09, 2012

Candelaria con tamales

Nota aclaratoria: En México y, sobre todo, en su parte centrral, es tradición que el 2 de Febrero, día de la Candelaria en el calendario litúrgico, quien haya sacado el niño de la Rosca de Reyes, invite los tamales*...
El 2 de Febrero ya ha pasado y, hasta donde sé, sólo en México se estila colocar monigotes de plástico en forma de Niños Dios dentro de la Rosca de Reyes... También, hasta donde sé, el tamal no es necesariamente conocido fuera de las fronteras mexicanas... Pero una tradición es una tradición y, bueno, es pretexto para una fiesta, no?


LA CIUDAD YA NO ES LA MISMA


Cap. Nº 1
El día en el que nadie vendió tamales
Al principio nadie lo notó, todo parecía normal; común y corriente. Los desmañanados habitantes del Distrito Federal se dirigían a su trabajo y, por una extraña razón, todos habían logrado desayunar antes de salir de sus moradas, así que nadie extrañó a los Tamaleros.
Pero ese día había algo fuera de lo normal, en ningún sitio, en ninguna esquina había un tamal, no existía un solo tamalero, pero, como dijimos; nadie se dio cuenta.
La noticia empezó a correr al alrededor del mediodía, el Jefe de Gobierno se ufanaba de este certero golpe en contra del ambulantaje que inundaba las calles de la capital de México. Desde muy temprano las camionetas de la policía recorrieron las arterias de nuestra ciudad, apresaron a todos los que se atrevían a poner un puesto de tamales. Era una medida inteligente, en lugar de prohibir el ambulantaje, prohibieron la venta de tamales; todo aquel que los vendiera sería, automáticamente, un infractor.
Pronto diversas organizaciones sociales y gubernamentales, así como partidos políticos, se apresuraron a apoyar esta nueva ley; "Mano Dura" era el grito que se escuchaba en las calles de la ciudad y frente al Palacio de Gobierno. La ciudad pareció sumergirse en la calma total el resto del primer día.
Al amanecer del segundo día de la "Crisis del Tamal" (como la llamaron algunos medio de información varios días más tarde) los torteros y taqueros hicieron su Agosto; tan solo los ayunantes capitalinos, aquellos que por motivo de horario no pueden desayunar en sus respectivos domicilios, terminaron con la existencia de tortas de milanesa con quesillo y de tacos al pastor en las primeras horas del día.
Para la hora de comida de las oficinas solo se podían conseguir tortas de aguacate y tacos de salsa, triste sustituto de consuelo para el hambre del trabajador. Esto no preocupaba a los grandes potentados pues ellos comían en lujosos restaurantes, los burócratas de medio pelo se atiborraban en las fondas populares, sólo la clase jodida resentía los efectos secundarios de la ausencia de tamaleros.
Aquella noche la asociación de restauranteros, que agrupa desde la fonda más humilde hasta el restaurante más lujoso, tuvo una reunión especial; en ella se acordó reducir el precio de sus mercancías, para que todos pudieran comer en sus locales, esto fue un grave error, como se podrá ver más adelante.
El tercer día fue el acabose, los obreros hambrientos llegaron a su trabajo quejándose de dolores de hambre en la región estomacal, ese día nadie trabajo en la mañana, ya que todos estaban demasiado hambrientos para realizar cualquier labor. Al mediodía los burócratas de medio pelo vieron como sus fondas eran invadidas por obreros, albañiles y otro sinnúmero de trabajadores humildes, todos ellos hambrientos; los restaurantes lujosos no se dieron abasto al ser ocupados por los burócratas que, huyendo de las fondas, se refugiaban en ellos para calmar su hambre. Ahora eran los poderosos potentados quienes resentían la carencia de tamaleros, pues tenían que ir a sus casas a comer el horroroso guiso de su mujer, improvisada cocinera.
Esta fecha será recordada como "La Tarde de los Despidos", ya que los patrones, furiosos de mal comer, desemplearon a todo aquel que los hiciera sentirse desgraciados. Por la noche la cosa se agravó; ni las fondas ni los restaurantes tenían con que atender a su clientela, ya que, como es de sospecharse, hay más obreros, albañiles, vendedores ambulantes y etcéteras que burócratas de medio pelo, y en definitiva existen más burócratas de medio pelo que ricos potentados. Así que para la cena no había un solo local u expendio de comida que pudiera ofrecer algo más de aire, en resumen, la comida comercial era ya inexistente.
El cuarto día fue mucho peor, al ya no existir oferta comercial para la comida, los mercados, súper mercados y tienditas de la esquina se vieron asaltados desde muy temprano por mujeres de las más distintas capas sociales (desde la más encumbrada señora hasta la más humilde ama de casa). Las capitalinas buscaban con que satisfacer la creciente hambre propia y la de sus maridos, hijos, padres, abuelos y etcéteras. Aquel día fue llevadero, pero todo mundo llegó tarde a su trabajo y/o escuela.
Y es que no es lo mismo echarse un tamal por el camino que desayunar en compañía de toda la familia. La hora de comida también sufrió cambios drásticos, pues es muy distinto comer en la fonda de la esquina o en el comedor del trabajo (ambos ahora inexistentes) a tener que hacer hora y media de camino hasta la casa para poder alimentarse.
El quinto día fue la cúspide de la crisis, ya que ante la carencia de restaurante, torterias, fondas, taquerias o sus etcéteras, y ante el hecho de que los mercados, supermercados, tienditas de la esquina y sus derivados habían agotado sus existencias el día anterior, nadie comió esa mañana.
Para el mediodía una nueva forma de comercio había proliferado por la ciudad; el mercado negro de comida. La comida se conseguía a precios estratosféricos, pero todos los capitalinos estaban dispuesto a vender su alma al diablo por un mendrugo de pan, aunque fuera de dudosa calidad.
Por la noche los vendedores de vacas, chivos, pollos y otros tipos de ganado, así como los comerciantes de semillas estaban preocupados, ya no tenían nada que vender, puesto que los defeños, preocupados por la carencia de comida, decidieron invertir parte de su tiempo en ser ganaderos y/o agricultores.
Para la tarde del sexto día toda la alfalfa, paja o cualquier otro alimento de ganado había desaparecido de las tiendas de la capital, lo mismo sucedió con cualquier especie de abono para plantas, o los aditamentos necesarios para la ganadería o la agricultura.
Como dato curioso; en algún canal de la televisión sale, en la mañana, un programa sobre las mejores técnicas de cultivo y cría de ganado, programa prácticamente ignorado hasta este día, pero a partir de que todos los capitalinos tuvieron ganado y/o cultivos, fue el de mayor raiting en la historia del D.F.
Para el séptimo día las cosas se pusieron aun más grabes: La carencia de alimento, abono y utensilios, sumada a la tardanza de los vegetales en crecer y del ganado en engordar, hizo que los capitalinos salieran a comer el pasto y las plantas que el Departamento de Parques del Distrito Federal había plantado por toda la ciudad, para la tarde no había camellón verde ni planta viva en las calles de la capital, por la noche no existía ni un parque en condiciones o planta alguna en todo el centro urbano de México.
Las cifras asustaban, en toda la historia del mundo no había existido una ciudad en la que el dinero tuviera tan poco flujo, nadie vendía nada por la simple razón de que nadie compraba nada; el dinero era utilizado para otras cosas, se inventaron los guisados de diez pesos, la sopa de monedas, la gelatina de cincuenta pesos y etcéteras. El ganado era alimentado con billetes de veinte pesos o de cien. Las plantas eran abonadas con mezcolanza de billetes de a doscientos y de a quinientos.
Dice el dicho que no hay mal que por bien no venga, la veracidad de esta afirmación se pudo comprobar el octavo día. Esa mañana el aire de la capital era limpio, no había una sola partícula de contaminación en el ambiente, sólo flotaba un cierto olor a estiércol, pero no todo es perfecto.
El noveno día un nuevo mal se sumo a los ya existentes. La gente tomaba mucha agua por la carencia de alimentos, pero ante tan desmedido consumo el agua se acabo, así que a beber lo que se ofreciera; los refrescos embotellados se agotaron y la leche también. Para la noche la ciudad estaba más seca que el desierto del Sahara.
Para el décimo día miles de capitalinos salieron despavoridos rumbo a los estados de la república, estado en los que aun había tamaleros y, por ende, no existía tan tremenda crisis. Pero ante la marea creciente de chilangos los estados cerraron sus fronteras, los policías municipales se transformaron en agentes fronterizos en la metamorfosis más rápida de la historia policíaca mundial. Por la tarde, el Distrito Federal estaba aislado.
Pero más de la mitad de la población capitalina logro escapar. Los que se quedaron tuvieron en sus manos una abundancia de ganado y cultivos, así que la crisis alimenticia estaba solucionada, sólo faltaba volver a proveer de agua a la Ciudad. Se entablaron negociaciones con los estados vecinos y se logro, esa misma noche, llevar líquido.
Para el día once las cosas estaban más o menos solucionadas, es decir; la reducción de la población remedió en parte la carencia de tamaleros. Pero, lamentablemente, la ley anti tamales y sus consecuencias fue solo el inicio de la muerte del Distrito Federal.

Cap. Nº 2
El día que la mordida tuvo tarifa fija.
El gobernante capitalino se hallaba preocupado, su ley Anti Tamales no tuvo la aceptación que se esperaba y, de hecho, después de los días de terror, la exigencia de su renuncia era clamor popular entre los escasos habitantes defeños.
Definitivamente necesitaba dar un golpe que lo ayudara a recuperara su cada vez más escasa popularidad, así que decidió combatir la corrupción. Pero sabia que era muy difícil el destituir a todos los funcionarios corruptos de su administración, aun más si no se les podía colocar en otro estado de la república, ya que las fronteras de los estados seguían cerradas. Desde Guanajuato (nueva cede del poder ejecutivo, legislativo y judicial) le llovía la insistencia de legitimarse, así que decidió dar un golpe menor, pero que se reflejara en la vida diaria del Distrito Federal.
Una mañana dio una conferencia de prensa; la mordida tendría, de ahora en adelante, tarifa fija. No se podría extorsionar ni con un centavo de más ni de menos al automovilista que no deseara pagar su infracción o que no le apeteciera que su coche fuera a dar al corralón.
Los primeros síntomas de tan genial medida no se hicieron esperar, ante la imposibilidad de regatear el monto de la mordida al policía de crucero, los habitantes de la ciudad preferían ir a pagar su multa a la delegación o rescatar su coche de los corralones.
Pronto los policías vieron disminuir considerablemente sus ingresos diarios y adivinaron que solo alguien tenia la culpa de tal hecho, el Jefe de Gobierno. Además de que la población ciudadana no veía con buen ojo perder días enteros a en pagar una multa o en sacar su transporte del corralón, lo que atiborraba de sobremanera el transporte publico que no tardó en ser insuficiente; ¿quién tenía la culpa de esta situación? el Jefe de Gobierno.
Las huelgas de policías proliferaron en la ciudad de México y las marchas de transeúntes inconformes inundaban las calles, pero el gobernante alegaba que su política era la adecuada y que no se podían dar golpes de timón, el descontento crecía.
Pero el descontento social no era la única consecuencia palpable, el comercio del D. F. volvía a tener graves problemas, ya que más de la mitad de los camiones repartidores estaban en el corralón era imposible tener un abasto suficiente para todos los comercios del valle del Anahuac, otra vez; las tiendas quebraron, los grandes almacenes operaban con déficit económico y la comida escaseaba.
Fue otra migración de chilangos la que salvo la ciudad, pero un centro urbano con menos del 1% de su población original no podía funcionar por mucho tiempo, como se puede ver más adelante.

Cap. Nº 3
Muerte y resurrección de la ciudad de México
De los cien habitantes restantes de la antigua capital de México, uno era el Jefe de Gobierno, otros 30 eran torteros, uno era maestro de primaria, otro de secundaria, uno más de preparatoria, 16 estudiantes de licenciatura (cuya ocupación consistía en hacer una marcha diaria exigiendo la renuncia del gobernante), otro era jefe de una oficina gubernamental, otros 20 empleados de otra oficina gubernamental, una ama de casa, dos asaltantes, un dueño de un banco, una cajera de otro banco, otro era vendedor ambulante, otro carnicero, otro abarrotero, otro panadero, uno más restaurantero, uno agricultor, una prostituta vieja (de esas que fundaron el oficio más viejo de la historia), otro era policía, seis niños y los restantes desempleados.
La ciudad, en resumidas cuentas, era territorio inútil y anárquico, ya que el policía tenia asignada la delegación Tlalpan, los asaltantes operaban en la Gustavo A. Madero y la Xochimilco, el ama de casa vivía en Milpa Alta, el dueño del banco tenia su local en la Venustiano Carranza, la cajera trabajaba en Coyoacán, el abarrotero vendía en la Cuahtémoc, el agricultor tenia su parcela en la Benito Juárez, el jefe de Gobierno despachaba desde el Centro, el carnicero tenia su carnicería en Tlahuac y los restantes se distribuían indistintamente en todo el Distrito Federal.
Ante esta situación la presidencia de la república decidió probar ahí su nuevo plan económico, ya que el resto del territorio estaba ocupado por los chilangos evadidos (que, cabe decir, protestaban por todo). El experimento económico provoco que los que aun vivían en el D.F. huyeran despavoridos, eran pocos pero humanos. Se consiguieron un pollero que los llevara, en tres viajes, a Cuernavaca, es decir; la ciudad de México solo se quedo con un habitante, el jefe de Gobierno.
Ante la carencia de población en el Distrito Federal, el gobierno declaro la ciudad como tierra de nadie, lo que motivó que los habitantes del resto de la república la invadieran, ya que Chilangolandia era, ahora, el único territorio libre de chilangos en el país.
Los nuevos ocupantes de la ciudad abolieron la ley Anti Tamales y las tarifas de la mordida, ocuparon al regente como barrendero de Azcapotzalco, convirtieron la Cámara de Diputados, el Palacio Presidencial y la Cámara de Senadores en edificios departamentales y bautizaron al nuevo estado como Estado de Tenochtitlan, desde entonces todos vivieron muy felices con sus tamales, sus mordidas regateables, su sin Jefe de Gobierno y su sin chilangos.

Y colorin colorado, este cuento se ha acabado.
Mario Stalin Rodríguez.

P.D. Se me ocurre que éste es, probablemente, el texto más localista que he escrito en mucho tiempo, por lo que la mayoría de mis lectores no mexicanos (sé que están ahí, Google Analytics los ha delatado) entenderán poco o nada de las referencias geográficas y de algunos gentilicios usados.
Se me ocurre, entonces, que habría sido educado de mi parte, colocar un mapa de ubicación y un glosario mínimo... No lo haré. Para el mapa existe google maps y del glosario... Bueno, si de verdad lo necesitan y hay las suficientes peticiones (digamos, que éstas sobrepasen el record histórico de comentarios a un post), incluiré algo similar en alguna publicación futura, estamos?

*Platillo típico mexicano, elaborado a base de masa de maíz envuelto en una hoja que puede ser o no, de la misma planta... Por si no le dieron click al enlace.

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2 Comments:

Blogger my heart is blooding cause i love said...

DE TODO LO Q HE LEIDO ES LO Q MENOS PODRIA CREER Y LO QUE LEERE EN VARIAS PARTES.

11:06 a.m.  
Blogger ISABEL TEJERA CARRETERO said...

Vaya!!! y tú no decias que ibas a descansar ?. Ya has vuelto a coger carrerilla .... eso está bien y así yo aprendo que buena falta me hace.

1:55 p.m.  

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