VENTANA AL INTERIOR
Más allá de intentar hacer sociología del
confinamiento, que mejores y peores plumas han intentado con irregulares
resultados, la prolongada pandemia y las medidas de distanciamiento social que
ha traído consigo, nos obligan a reflexionar sobre nuestros comportamientos
personales y colectivos.
Sin
entrar en lenguajes más propios de libros de autosuperación personal que tan en
boga han estado en distintos momentos del confinamiento (sobre todo al inicio
de éste), afirmando sin demasiado sustento que “de ésta saldremos mejores”, lo
cierto es que las reacciones individuales y sociales ante el escenario que
predominó la mayor parte de este año, sí dejan lecciones sobre el nosotros que
no son del todo halagüeñas.
Partiendo desde el surgimiento de la vocación
autoritaria.
Ésta,
que sería esperable (aunque igualmente condenable) por parte de las autoridades
gubernamentales de cualquier nivel, encuentra su más triste nicho en el marco
del actuar privado; aparece también en la persona que se transforma a sí misma
en “policía del balcón”, señalando y atacando a quienes ven andar por la calle,
que exigiendo “medidas más severas” para asegurar el confinamiento (“medidas más
severas” que, recordemos, costaron la vida de un albañil a manos de la policía
asesina de Enrique Alfaro en Guadalajara, México, por “no usar cubrebocas”).
Lo
que resulta doblemente lamentable en un contexto en el que la solidaridad debería
predominar por sobre el deseo de policializar el actuar de los demás.
Pasando por la proliferación de noticias
falsas, que lo mismo se emplean para justificar la vocación autoritaria que ya
se ha mencionado, que para atacar las medidas sanitarias implementadas por las
autoridades competentes.
Noticias
falsas la mayoría de las veces producidas por medios considerados “serios” o
figuras mediáticas no precisamente caracterizadas por su formación científica,
que son replicadas hasta el cansancio por cuentas particulares en redes
sociales (muchísimas de ellas, por supuesto, falsas y manejadas en granjas de
bots).
Todo
ellos, medios “serios”, figuras mediáticas y cuentas de redes sociales, muy
ligadas a ciertas ideologías políticas.
Y, en los últimos tiempos (pero no
exclusivos de estos), llegando al egoísmo social.
Éste,
que tuvo su manifestación más ridícula en el acaparamiento de papel higiénico a
inicios de la pandemia, se manifiesta en toda su ignominia en las voces que
desde la derecha empresarial y los medios ligados a ésta, “exigen” que la
vacuna sea puesta en manos de la “autorregulación del mercado” y no en una
campaña coordinada por las autoridades nacionales.
Todo
ello enmarcado por la convicción de que los privilegios económicos les hacen
más “prioritarios” socialmente hablando que cualquiera otra persona.
Así que no, no es evidente que de esto “saldremos
mejores”... Pero sí que el actual contexto ha hecho surgir el rostro más
impresentable de no pocos actores sociales.
Mario
Stalin Rodríguez
Etiquetas: Apuntes sobre periodismo, Opinión, virus informáticos
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