¿APROPIACIONES?
Cuando se aborda el tema de la “apropiación cultural” siempre conviene recordar lo ocurrido en California, a una niña y su fiesta del té.
Hace
años una mujer blanca en California subió a sus redes sociales la fotografía de
una fiesta del té japonesa que le había organizado a su hija con motivo del
cumpleaños de ésta, ya que, de acuerdo a su publicación, la niña mostraba un
gran interés por las costumbres del país asiático.
Casi
de inmediato, la publicación provocó que un montón de otras personas blancas la
acusaran de “apropiación cultural” porque ni ella ni su hijas tenían raíces
japonesas. Hasta que la mujer debió cerrar sus cuentas en redes sociales y
cambiar a su hija de colegio, ya que había empezado a ser agredida por sus
compañeros.
Al
conocer la historia y su desenlace, la embajada nipona en Estados Unidos buscó
a la familia; invitó a la niña una fiesta del té tradicional en un jardín
japonés en California y le regaló a ella y a su madre un viaje todo pagado al
país asiático.
EL
meollo de la historia es que, mientras un montón de personas blancas estaban
muy indignadas por la “apropiación cultural” de una costumbre japonés por parte
de una niña, los japoneses, aparentemente, estaban encantados por el interés
que la misma mostraba por sus tradiciones.
Una situación similar se vivió en 2019
cuando, con motivo de la temporada de Día de Muertos, una mujer blanca, estadounidense
y sin ninguna raíz mexicana ni, aparentemente, contacto con ninguna persona con
este origen, publicó en sus redes sociales un “friendly reminder” de que si no
se tenían raíces mexicanas, no se podía colocar ofrendas ni celebrar el Día de
Muertos porque esto sería “apropiación cultural”.
Las
reacciones a la publicación se dividieron entre un montón de personas blancas
que le apoyaban y otras, principalmente mexicanos o descendientes de, que básicamente
decían que, mientras se respetara el concepto y naturaleza de la fiesta (recordar
a quienes ya no están), por celebrarla, podía celebrarla quien fuera en la
latitud que fuera, sin importar su nacionalidad u orígenes.
Tras
unos días de “polémica”, el tema pasó su ciclo en redes sociales y pasó al
relativo olvido, con la mujer agradeciendo a quienes le “apoyaron” y, sin
aparentemente dar acuse de recibo a quienes la criticaron, poner sus redes
sociales como “privadas” para ya no recibir notificaciones o interacciones
sobre el tema.
En el fondo del concepto de “apropiación
cultural” subyace la idea de que existen culturas “puras” que deben ser
protegidas la “depredación” de otras culturas, lo que en general, además de
profundamente simplista, es abiertamente racista, además de demostrar una
profunda ignorancia.
La
cultura no es un algo abstracto que exista con independencia de las personas y
de su contexto, la cultura es la forma en que las personas la viven y, como las
personas, está sujeta a la influencia de otras culturas y a ser modificada por
éstas; enriquecidas.
Y
las personas se enriquecen conforme tienen más contactos con otras culturas...
Pretender que las culturas permanezcan estáticas o que las personas no apropien
prácticas y visiones de otras culturas, es profundamente conservador en el más
exacto y peor de los sentidos de la palabra.
Ojo, no se confunda el proceso por el cual
las personas se apropian de manifestaciones culturales ajenas a su contexto,
con la forma en que ciertos grupos económicos se apropian de creaciones
culturales y las mercantilizan.
Eso
no es “apropiación cultural”, sino meramente capitalismo en su más pura
expresión; todo, incluidas las manifestaciones y productos culturales, es
sujeto de ser vaciado de su contenido y convertido en mercancía.
El
problema no es la niña blanca que quiere una ceremonia del té japonesa, ni la familia
alemana que monta un altar el Día de Muertos para recordar a sus ausentes; en
ambos casos sólo están cambiando su visión del mundo; ampliándola y
enriqueciéndola.
El
problema es, sí, la tienda de ropas trasnacional que, por ejemplo, decide
vender camisas estampadas como si se tratara de bordados indígenas, despojando
a estos de su sentido y contexto... El problema no es la “apropiación
cultural”, sino el capitalismo.
Mario
Stalin Rodríguez
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