EL FIN DEL MIEDO
Para ellos había sido fácil, cada una de
sus acciones pasaba sin mayor oposición y, siempre, con la complicidad directa
o encubierta de quienes deberían haber sido sus opositores... Y el silencio de
quienes se veían afectados por ellas.
Claro
que hubo excepciones; los maestros ocuparon el Zócalo de la capital exigiendo
primero la no implementación de la mal llamada Reforma Educativa (en realidad,
una reforma laboral encaminada a acotar los derechos históricamente ganados por
el magisterio) y, después, su derogación... Y de ahí fueron expulsados con
fuego y fuerza y sin soluciones.
Claro
que hubo excepciones... Y, en la capital, cuando las voces opositoras osaban
salir a la calle, eran encapsuladas, reprimidas y detenidas por la policía
capitalina, como si el gobierno de la ciudad pretendiera evitarle toda molestia
posible a la administración federal.
Para ellos había sido fácil... Sus reformas
habían pasado con la complicidad de quienes deberían haber sido sus opositores…
Y con el silencio del resto de la sociedad.
Su
mensaje era claro; “no te movilices; nada de esto te afecta. No te movilices
porque, si lo haces, podemos reprimirte... Y nadie hará nada para defenderte”.
Era
su estrategia, entonces, un monstruo de tres cabezas; la complicidad de la “oposición”
partidista, la conformidad de la sociedad y la represión de las voces
discordantes.
Para ellos había sido fácil... Pero no más.
No
pudieron criminalizar a los jóvenes del Politécnico, no pudieron mostrarlos
como vándalos sin sentido y se vieron obligados a negociar con ellos y a
responder a sus demandas.
No
han podido callar la indignación por la desaparición forzada de 43 estudiantes
de la Normal Rural de Ayotzinapa. Tanto más, cada nueva acción encaminada a
desviar la atención, a inventar culpables o a enfrentar entre sí a quienes
demandan su presentación con vida; sólo ha provocado el crecimiento de la
indignación.
Y
en la indignación se han encontrado (no sin roses, no sin conflictos) aquellos
que se habían quedado callados y quienes nunca antes habían alzado la voz... Y
siguen encontrándose.
Y
será, tal vez, que el miedo y el silencio no son ya una opción... Porque
Ayotzinapa mostró la trampa en la habíamos caído... Y será, tal vez, que es momento
de empezar a construir alternativas.
Mario Stalin Rodríguez
Etiquetas: Apuntes sobre periodismo, El Nombre de la Ignominia, El patético usurpador, Opinión, tratado sobre la necedad
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