MEDIACIONES
Como algunos sabrán (o no), este mes se celebran los 50 años de la fundación del Museo Nacional de Antropología en México, dato que interesa a estos bites en parte porque soy MUY aficionado a los museos (como bien han podido descubrir quienes a visitar recintos de esta naturaleza me han acompañado) y, por otra parte, porque llevo siete años trabajando en éste en particular... Así, para conmemorar tan importante aniversario, comparto un texto con algunas reflexiones que sobre esta experiencia he ido acumulando...
La visita ideal
un Hutopo museando
Fotografía: Departamento de Servicios Educativos, MNA
apropiaciones de discurso
Ante todo, definamos términos; entiendo por
“discurso” no sólo la actuación oral de la lengua, sino todo conjunto ordenado
de sintagmas que busca un sentido autocoherente. En esta lógica, discurso no es
sólo la palabra que hablo o escribo, sino también mi ropa y la forma en que la
porto y, por supuesto, los museos, las piezas en ellos exhibidas y la forma en
que éstas se presentan e interactúan entre sí.
Permítaseme ahora la declaración de
principios: No existe la visita ideal, pues no existe el visitante ideal, como
no existe el museo ideal… Atenuemos el determinismo; suponer la existencia de
un museo ideal sería negar, de principio, la variedad de formas, objetivos y
fondos que puede tomar el discurso del museo.
Este
es un punto importante; cada museo posee su discurso propio… No se trata sólo
de la distinción entre museos de arte, históricos, antropológicos, de sitio, de
ciencia, interactivos y etcétera. Se trata de la forma en que cada museo
proyecta su discurso a través de las piezas expuestas, su orden y la forma en
que éstas se interrelacionan.
Es
decir; cada museos es, per se, su propio discurso.
Otro factor a tomar en cuenta es el
público.
Dice
la hermenéutica que el discurso no es sólo éste, sino, sobre todo, la forma en
que el receptor lo entiende, interpreta y apropia. Es decir, del discurso de
los muesos no sólo nos importan sus elementos inherentes, sino el background de cada público y la forma en
que éste influye en su apropiación del discurso del museo.
Finalmente,
es claro que no entendemos de los discursos su contenido literal (por otro
lado, ejercicio que resultaría inútil), sino que interpretamos de ellos
múltiples significados y contenidos, a partir de nuestro particular bagaje;
resignificándolos y dándoles un sentido completamente nuevo.
La
apropiación de un discurso, entonces, depende tanto del discurso en sí, como
del receptor.
Esto es particularmente importante para el
trabajo en museos de arte, históricos y antropológicos (no tanto, aunque sí
influye en los tecnológicos); entender qué tanto facilita el bagaje de cada
público su acercamiento a los contenidos del discurso.
Es
decir, si es cierto que cada público interpreta el discurso de acuerdo a su
propio bagaje, también es cierto que esta interpretación será más o menos fiel
a la idea original de acuerdo a que tan rico (o pobre) sea propiamente este
bagaje.
En
materia de arte, por ejemplo, es cierto que la apropiación del discurso
estético inherente a una obra pictórica, será distinta conforme más
familiarizado esté el público con conceptos como teoría del color, región áurea
o, incluso, la historia y fundamentos teóricos de las escuelas artísticas.
Similares
acotaciones podríamos hacer con respecto a los museos históricos y/o
antropológicos. Donde la experiencia del público en estos, será más o menos
rica, conforme mayores conocimientos históricos ajenos, pero suplementarios a
los contenidos de la exposición, tenga el receptor.
Aquí,
entonces, el papel de la mediación y la idea de la visita ideal…
No nos confundamos, nuestro papel es ese;
ser mediadores.
No
nos limitemos; ser mediadores no implica restringirnos a los escasos márgenes
que nos impone el propio museo, su discurso y contenidos. Ser mediadores
implica, necesariamente, enriquecer los propios contenidos de los museos para
facilitar el acercamientos a estos de los diversos públicos.
La
visita ideal, entonces, de existir, implica conocer el discurso del museo y saber
mirar más allá de éste. La visita ideal, entonces, de existir, no es una receta
fija, sino una práctica variable que se adapta, conforme nuevas informaciones
son conocidas y los públicos varían.
El
papel del mediador, entonces, es conocer
a sus públicos y ser capaz de darles nuevas herramientas para el
acercamiento y la apropiación de los discursos de cada museo. En esta lógica,
la visita ideal, de existir, es la actuación y enriquecimiento del discurso del
museo.
Mario
Stalin Rodríguez
Asesor Educativo
Museo Nacional de Antropología.
Ponencia presentada en el marco de la 13a Camarilla de Experiencias, Pensamiento y Comunicación creativa en Museos, Septiembre de 2012.
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