HORARIO DE PROTECCIÓN 02
Si, como ha quedado establecido anteriormente, restringir
y hasta negar la sexualidad humana en los lugares frecuentados por los menores
e, incluso, en aquellos a los que sólo potencialmente podrían llegar, más que
una forma de protección para estos es, en el mejor de los casos, una ingenua
forma de perpetuar su ignorancia y, en el peor de los escenarios, asegurar
víctimas para los depredadores sexuales; queda entonces, el asunto de qué
contenidos pueden o no ser adecuados para la formación sexual del individuo.
No
es extraño que los ánimos censores se escuden en argumentos del tipo;
“formativo sí, arte sí, pero no pornografía”, estableciendo una distinción
artificial y francamente difusa.
Lo
primero sería distinguir entre lo que es o no “formativo”, porque igualmente
formativo (aunque de distinta forma) es un libro de texto que explique
académicamente el bimorfismo sexual, como el juego del doctor que se practica
entre niños y niñas. No se me malentienda; no son prácticas excluyentes, tanto
más, sería deseable que fueran complementarias: En tanto el menor tenga más y
mejor información sobre su propio cuerpo y genitalidad, mejor y menos peligrosa
será su exploración y aprendizaje de los cuerpos y genitalidades de los otros.
Es
decir, antes que prohibir al menor el acceso a determinados contenidos (a los
cuales, sobra decirlo, tendrá igual exposición por otros medios no
controlables), es preferible dotarlo de las armas intelectuales necesarias para
enfrentarse a estos y ser capaz de decidir por sí mismo el alejarse o no y de
qué forma hacerlo.
Si
ya la distinción entre “formativo” o no es, entonces, complicada, más
artificial resulta la que diferencia entre “arte” y “pornografía”...
Delimitando términos, podemos definir al “arte” como toda
creación humana original que aspira a una reacción estética. La definición,
intencionalmente amplia, puede agrupar tanto al neoclasicismo como al arte
abstracto, tanto a la arquitectura como a la publicidad (si bien, siempre he
defendido que, lejos de ser original, la publicidad parasita el arte, como
parasita la psicología o cualquier otra disciplina de las que roba y bastardiza
sus herramientas) y, por supuesto, la pornografía.
Continuando
con nuestra delimitación, podemos definir a la pornografía como toda creación
humana que busca la excitación sexual a través de medios distintos al contacto
físico. La definición, también intencionalmente amplia, puede abarcar tanto la
escultura, como la literatura, la arquitectura, la fotografía y, por supuesto,
la publicidad (que, por supuesto, se apropia de ésta y la prostituye para
lograr sus objetivos).
Nótese
que la misma definición podría ser utilizada para explicar el “arte erótico”;
finalmente, la excitación sexual conseguida por medios distintos al contacto
físico es, por supuesto, una reacción estética del individuo ante una
determinada obra...
El
intentar, por distinto camino, establecer la diferenciación no ya por sus
objetivos (provocar una reacción estética), sino por el grado de explicites de
sus contenidos, es decir; entra más explícito, más pornográfico, es exhibir un
desconocimiento total de la historia del arte y de los usos que de éste se han
hecho a lo largo del tiempo y en todos los puntos del orbe.
Muchas
de las piezas que museos artísticos o históricos exhiben, desde los mosaicos de
las termas grecolatinas, pasando por las esculturas hindúes y las tallas
africanas, las creaciones de los indígenas americanos en tiempos precolombinos
o las pinturas rupestres y las llamadas Venus prehistóricas, hasta las obras
del renacimiento y, sobre todo, el barroco, buscaban, no se dude, la excitación
sexual de los individuos por medios distintos al contacto físico.
Acotemos
lo necesario, defender a la pornografía como una creación humana que busca una
reacción estética no implica, en ningún momento, que el argumento pueda
utilizarse para defender la ignominia. Muy distinto es el caso de una persona
física y psíquicamente formada que decide, libremente, exhibir su desnudez y
sus prácticas sexuales para el disfrute erótico de los otros, a imponer a quien
no puede defenderse ni elegir su desnudez y sexualidad, ni la exhibición de
éstas.
Mario Stalin Rodríguez
Etiquetas: Apuntes sobre periodismo, Arte, El Nombre de la Ignominia, Opinión, tratado sobre la necedad
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home