miércoles, enero 16, 2013

HORARIO DE PROTECCIÓN 02


Si, como ha quedado establecido anteriormente, restringir y hasta negar la sexualidad humana en los lugares frecuentados por los menores e, incluso, en aquellos a los que sólo potencialmente podrían llegar, más que una forma de protección para estos es, en el mejor de los casos, una ingenua forma de perpetuar su ignorancia y, en el peor de los escenarios, asegurar víctimas para los depredadores sexuales; queda entonces, el asunto de qué contenidos pueden o no ser adecuados para la formación sexual del individuo.
                No es extraño que los ánimos censores se escuden en argumentos del tipo; “formativo sí, arte sí, pero no pornografía”, estableciendo una distinción artificial y francamente difusa.
                Lo primero sería distinguir entre lo que es o no “formativo”, porque igualmente formativo (aunque de distinta forma) es un libro de texto que explique académicamente el bimorfismo sexual, como el juego del doctor que se practica entre niños y niñas. No se me malentienda; no son prácticas excluyentes, tanto más, sería deseable que fueran complementarias: En tanto el menor tenga más y mejor información sobre su propio cuerpo y genitalidad, mejor y menos peligrosa será su exploración y aprendizaje de los cuerpos y genitalidades de los otros.
                Es decir, antes que prohibir al menor el acceso a determinados contenidos (a los cuales, sobra decirlo, tendrá igual exposición por otros medios no controlables), es preferible dotarlo de las armas intelectuales necesarias para enfrentarse a estos y ser capaz de decidir por sí mismo el alejarse o no y de qué forma hacerlo.
                Si ya la distinción entre “formativo” o no es, entonces, complicada, más artificial resulta la que diferencia entre “arte” y “pornografía”...

Delimitando términos, podemos definir al “arte” como toda creación humana original que aspira a una reacción estética. La definición, intencionalmente amplia, puede agrupar tanto al neoclasicismo como al arte abstracto, tanto a la arquitectura como a la publicidad (si bien, siempre he defendido que, lejos de ser original, la publicidad parasita el arte, como parasita la psicología o cualquier otra disciplina de las que roba y bastardiza sus herramientas) y, por supuesto, la pornografía.
                Continuando con nuestra delimitación, podemos definir a la pornografía como toda creación humana que busca la excitación sexual a través de medios distintos al contacto físico. La definición, también intencionalmente amplia, puede abarcar tanto la escultura, como la literatura, la arquitectura, la fotografía y, por supuesto, la publicidad (que, por supuesto, se apropia de ésta y la prostituye para lograr sus objetivos).
                Nótese que la misma definición podría ser utilizada para explicar el “arte erótico”; finalmente, la excitación sexual conseguida por medios distintos al contacto físico es, por supuesto, una reacción estética del individuo ante una determinada obra...
                El intentar, por distinto camino, establecer la diferenciación no ya por sus objetivos (provocar una reacción estética), sino por el grado de explicites de sus contenidos, es decir; entra más explícito, más pornográfico, es exhibir un desconocimiento total de la historia del arte y de los usos que de éste se han hecho a lo largo del tiempo y en todos los puntos del orbe.
                Muchas de las piezas que museos artísticos o históricos exhiben, desde los mosaicos de las termas grecolatinas, pasando por las esculturas hindúes y las tallas africanas, las creaciones de los indígenas americanos en tiempos precolombinos o las pinturas rupestres y las llamadas Venus prehistóricas, hasta las obras del renacimiento y, sobre todo, el barroco, buscaban, no se dude, la excitación sexual de los individuos por medios distintos al contacto físico.
                Acotemos lo necesario, defender a la pornografía como una creación humana que busca una reacción estética no implica, en ningún momento, que el argumento pueda utilizarse para defender la ignominia. Muy distinto es el caso de una persona física y psíquicamente formada que decide, libremente, exhibir su desnudez y sus prácticas sexuales para el disfrute erótico de los otros, a imponer a quien no puede defenderse ni elegir su desnudez y sexualidad, ni la exhibición de éstas.

Mario Stalin Rodríguez

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