02/04

Mario Stalin Rodríguez

INFANCIA ROBADA

“Las fotos contenidas en este sitio son obras de arte y el arte no tiene edad”, se presenta la página electrónica Latin Lolita, “un sitio dónde se pueden ver a menores en fotos estéticas y bellas”. Con esta fraseología los administradores del sitio pretenden librarse de cualquier cargo por explotación sexual infantil; un agujero legal en la legislación estadunidense (país en el que se hospeda el servidor); “es arte”, se defienden, “no pornografía”.
En la página (denunciada en su oportunidad ante la policía electrónica, e inactiva al momento de escribir estas líneas) pueden verse aún las fotos que hace tres años le tomaron a Carla, actualmente de 16 años.

La imagen de la inocencia
Carla, ojos cafés, pelo ondulado y artificialmente rubio, una blusa escotada que, marca sus pequeños pechos y jeans ajustados. Actitud coqueta y desinhibida, un mecanismo de defensa común entre los y las menores que se dedican a la prostitución, según estudios proporcionados por Miguel Ángel Pelaez, de Casa Alianza México.
Describe a su novio como un tipo “muy amable, que me trata bien... Nos vamos a casar cuando juntemos dinero”, dice la niña que desde los 11 años hace la calle.
Huyo de su casa por razones que se niega a aclarar. Sin dinero, se juntó a un grupo de niños de la calle que se reunía en la Central Camionera del Norte. Ahí se inició en la prostitución; “al principio entre los mismos cuates, para conseguir el chemo y comida”; después fueron los policías, para que los dejaran en paz, “ahí sí nos rolábamos toda la banda, a veces hasta los chavos”.
Finalmente terminó por ofrecerse a quienes llegaban a la Central, para juntar unos pesos y pagar extorsiones, comida y drogas. Así conoció a Ramón, apuesto y cercano a los 30 años; él la sacó de la calle para llevarla a una casa de Tepito, sólo en lo que juntan dinero para casarse.
Su novio no maneja la casa, más bien va de vez en cuando a visitarla. Una vez llegó con un gringo “que hablaba chistoso”, ellos la llevaron junto a otras cuatro niñas a un balneario de Morelos, fue ahí que les tomaron las fotos.

Un rostro familiar
De acuerdo a datos proporcionados por Miguel Ángel Pelaez del Departamento de Investigación de Casa Alianza México y Laura Martínez, Directora de la Asociación para el Desarrollo Integral de Personas Violadas AC (ADIVAC), no existe un perfil específico de qué menores podrían ser víctimas de abuso y explotación sexual.
Cualquier niño o niña puede ser contactado por un pederasta, sobre todo si proviene de una familia disfuncional o se encuentra en estado de abandono. Los grupos más vulnerables, apunta Pelaez, pueden ser ubicados entre los niños en situación de calle o los trabajadores.
Al respecto, el licenciado en Comunicación por la UNAM recuerda que hace algunos años se supo de muchos cerillos de Walt Mart que habían sido violados y fotografiados por empleados de la tienda, quienes utilizaban su posición de póder para obligarlos.
Otro caso, igualmente indignante, es recordado por la directora de ADIVAC; entre 14 y 20 mil niños de 3 a 4 años habrían sido víctimas de violación en CENDIS a lo largo de la república ( si bien el número de víctimas reconocido por las autoridades es considerablemente menor). Los victimarios, empleados y maestros de los centros, se aprovechaban de su poder para llevar a los niños a supuestas excursiones, los drogaban y abusaban sexualmente de ellos, mientras los filmaban y fotografiaban.
Recuérdese también el caso de los menores obligados a dar masajes relajantes al padre marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo y, por lo mismo, una de las personas de mayor influencia moral entre la clase pudiente de México.
El patrón se repite, en general el agresor es una persona que ostenta una posición privilegiada, lo que le permite incidir directa o indirectamente en el bienestar de la víctima o su familia. de acuerdo a Laura Martínez, el 90% de los menores atrapados por las mafias de la prostitución infantil, “harían sido ultrajados primero en sus casas por familiares o bien, por conocidos de la familia”.
Los agresores, apunta la psicóloga, que pueden ser “profesores, líderes comunitarios, sacerdotes y entrenadores deportivos, emplean conductas seductoras hacia sus víctimas, mediante un clima de familiaridad. Otorgándoles privilegios, engañosamente los conducen a las prácticas sexuales (..) Atribuyen sus acciones a una finalidad caritativa hacia el menor, satisfaciéndole sus necesidades esenciales (...) una relación falsa que presenta a la sociedad como protectora y afectiva”.
De acuerdo a un estudio realizado en toda América Latina por la psicóloga argentina Susana Méndez (publicada en el 2002 por el diario El Clarín), el 94% de los agresores de menores son varones.
Para Miguel Ángel Pelaez conviene diferenciar al pedófilo del pederasta. El primero es el principal usuario de Internet, el que consume la pornografía infantil. El pederasta es quien abusa sexualmente de los niños, el que produce la pornografía infantil, son ellos los que construyen las redes de tráfico de infantes. Es singularmente fácil el tránsito de la primera posición a la otra.
“No son enfermos mentales, porque son perfectamente concientes de sus actos”, subraya la directora de ADIVAC, “son abusadores, criminales”.

Continuará...