ARTIFICIALIDAD
El culto a la “felicidad”, ese “siempre
sonríe y la fuerza estará contigo” o “piensa positivo y el universo conspirará
a tu favor”, es obviamente uno de los productos superestructurales más
terminados del pensamiento neoliberal; la actuación de manual de autosuperación
de la meritocracia.
En
la superficie, lo que la doctrina del “pensamiento positivo” propone es que la
circunstancia individual es producto, únicamente, de las acciones y “sentimientos”
del individuo y que los factores contextuales económicos, sociales y culturales
no tienen papel en ello.
Es
decir; la doctrina del “siempre sonríe” es sólo un llamado al conformismo, que
pretende centrar en el individuo los cambios que sólo pueden darse atacando las
estructuras económicas, sociales o culturales.
No
es nuevo; posiciones del tipo “aceptar lo que no puedo cambiar” han estado
presentes en los discursos favorables al estatus quo desde los tiempos en que
la iglesia católica se alió con el poder político por vez primera (al menos).
Porque,
al final, lo que subyace en el discurso del “pensamiento positivo” es el
mantener un orden estructural específico, con todos sus condicionantes
económicos, sociales y culturales.
No es nuevo y, en las actuales
circunstancias, cobra un papel aún más lamentable.
Porque
el “pensamiento positivo” pretende cancelar el derecho de toda persona a
sentirse anímicamente mal, porque si se “siente mal” es porque la persona “está
haciendo algo mal”... Y esto es, claramente, una mentira.
A
veces es necesario darnos cuenta de que hay cosas que nos incomodan y que no
pueden ser enfrentadas con “una sonrisa”, sino con indignación y furia y, de
verdad, hay ocasiones en que se vale hacer pataletas.
Mario
Stalin Rodríguez
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