Semana del Porno 2018
¿TRÍO?
Los dedos inseguros tocan el encaje, como
midiendo la cálida superficie que cubre. Con las puntas siente como ésta
palpita... O tal vez es su propio pulso acelerado el que siente.
Insegura,
introduce los dedos bajo el encaje, hasta rozar el pezón erecto... Escucha un
breve jadeo femenino; no está segura de ser ella quien lo emite.
La verdad es que sus pechos pequeños, casi
infantiles, nunca le preocuparon demasiado.
Conforme
la pubertad avanzaba y sus amigas y conocidas comentaban sobre el crecimiento,
moderado o no tanto, de sus propios senos, ella se sonreía al espejo en el que
sólo sobresalía, poco, la oscura aureola
de sus pezones... Y se gustaba.
No,
la verdad es que nunca le preocupo demasiado el crecimiento de los senos... No
el de los suyos, al menos.
Recorre una espalda extraña con las manos,
puede sentir las vértebras que sobresalen, los omóplatos puntiagudos... Llega a
la cintura y siente como ella se separa un poco; no tanto para alejarse, sino
para invitarla.
Mientras
le sujeta la cintura con una mano, la otra rodea hasta llegar al vientre casi
plano, aunque un poco flácido. Baja, el vello le causa cosquillas en la yema de
los dedos... Sigue bajando hasta que nota una cálida humedad.
Sólo
rosa la superficie y escucha un leve quejido de placer; sabe que es de ambas.
Siempre supo que era distinta.
No
era un asunto de físicos, no era la única mujer con sobrepeso en el mundo, ni
si quiera la única entre su círculo de amistades y conocidos... No, no era un
asunto de físicos, más bien de otra cosa.
Mientras
sus amigas y conocidas iban dándose cuenta primero de los niños y, después, de
los chicos y hombres, ella los miraba con indiferencia.
No
intentó entenderlo ni le causaba ningún conflicto. No se sentía excluida sólo
por ser la única sin pareja, que nunca había besado o, cuando llegó el momento
para la mayoría de sus amigas y conocidas, tenido sexo con un hombre.
Simplemente
se sabía distinta, aunque nunca hubiera podido precisar en qué exactamente.
Los pezones se rosan.
Senos
voluminosos sin aureola visible se aprietan contra un torso casi plano, de
pezones oscuros, casi negros. Si miran de frente y ambas resisten el impulso de
desviar la mirada mientras se ruborizan.
De
besan.
Al
principio son tímidas, un mero rosar de los labios.
Pero
conforme sus manos juegan en la espalda de la otra y sus palmas llegan a tocar
las cinturas y los glúteos. Conforme sus pezones se rosan y ambas entrepiernas
adquieren un ritmo compartido, las lenguas van entrando poco a poco en el
juego, es decir; en la otra boca.
Claro que tuvo sus parejas, a algunos,
incluso, llegó a quererlos.
Claro
que estuvo íntimamente con algunos de ellos y, por supuesto, llegó a sentir
placer en sus experiencias sexuales... Es sólo que algo faltaba.
Era
esa sensación de vacío cuando yacía, exhausta y satisfecha, al lado de su
pareja. Los miraba con ternura, acariciaba sus rasgos y sonreía, pero había un
hueco que no podía precisar.
Se besan.
La
boca desciende por el cuello, a través de los exuberantes pechos. Por el abdomen
abundante y pálido, hasta llegar al sexo casi lampiño... El aroma le resulta
extraño, pero tentador. Lo besa.
Mientras
la lengua prueba humedades embriagadoras, sus dedos entran y salen de un cuerpo
que se ofrece gustoso... Algunas veces aprovecha y, con la punta de un dedo,
acaricia el rosado ano, que se contrae con una risa que invita.
Introduce
la lengua mientras cierra los ojos... Y siente como un vacío que no sabía que
estaba ahí, va llenándose.
Se conocieron y lo conocieron casi al mismo
tiempo.
Entre
los espacios, tiempos y tareas compartidas fueron haciéndose amigos cada vez
más cercanos...
Ninguna
de las dos recuerda exactamente cómo surgió el tema; tal vez fue en una plática
casual mientras compartían una cerveza, tal vez fue mientras investigaban sobre
algo o tal vez fue viendo una película.
El
asunto es que, de vez en cuando, retomaban la plática. No como tema recurrente,
ni siquiera muy seguido; pero a veces cuando se encontraban solas o el resto de
su círculo se enfrascaba en otros temas, ellas retomaban la plática.
Decidieron
probar y analizaron sus opciones. El novio de ella, un desconocido, alguien a
quien contrataran específicamente...
Los sexos juegan entre ellos, el vello
abundante le causa cosquillas en su ingle casi lampiña y dos humedades hasta
ahora extrañas, se combinan...
Se
miran a los ojos. Una se muerde el labio inferior, otra se lame los labios.
Mientras llegan, tal vez por segunda o tercera vez en la noche, al clímax
compartido, van entendido muchas cosas sobre la otra y sobre ellas mismas.
Al final se lo pidieron a él.
En
parte por la amistad que los unía, en parte por la confianza compartida, en
parte porque ni ellas mismas se lo creían... Hicieron planes los tres,
escogieron un local discreto y lejos de la casa de cualquiera de ellos.
Decidieron una fecha y hora, reservaron la habitación y acordaron llegar cada
uno por su cuenta directamente y sin verse antes para evitar arrepentimientos
de último momento.
Una
llegó primero. Mientras esperaba se bañó y se vistió con la lencería que había
comprado específicamente para ese día. La verdad es que no tenía ninguna
experiencia en esto, ni siquiera con una única persona, no ya con dos al mismo
tiempo, pero, viéndose al espejo, le gustó cómo el encaje se amoldaba a sus
grandes pechos.
La
otra llegó un poco tarde. Se saludaron algo incomodas y entró, ella también, a
bañarse. Salió completamente desnuda, secándose los senos casi inexistentes, su
abundante vello público brillaba por el agua.
Se
sentaron en la cama a esperarlo.
Él
tardaba... Encendieron la tele de la habitación para matar el silencio
incómodo, como era de esperarse, había una película de sexo en la que un hombre
entraba en otro hombre mientras repetían diálogos en un idioma que ninguna de
las dos reconoció.
Él
tardaba... Charlaban incomodas y una halagó el conjunto de encaje de la otra.
Sí, le contestó, era lindo y el tacto casi sensual. Se rieron por primera vez;
no le creyó que fuera tan suave, así que la otra la invitó a tocarlo con los
dedos para comprobarlo... E insegura posó los dedos sobre los senos cubiertos
de encaje.
Él
nunca llegó.
Mario Stalin Rodríguez
Etiquetas: Cosas que suceden, Entrada programada, off topic
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