jueves, enero 25, 2018

Requiem 06 (Críticos y criticados 06)

Hace algún tiempo (más o menos hacia Septiembre de 2013), Rata reflexionó en twitter que sólo estaba publicando reviews positivas sobre su Art 88-46. Yo, que en ese entonces lo seguía en twitter (después ya no, aunque no por decisión mía), pero que no leía ese título en particular, me ofrecí a hacerle una crítica en plan mala gente y enviársela, para que él juzgara si se publicaba o no...
            Confieso que me tardé lo mío en hacerla, en parte porque eran muchas páginas que leer de un tirón.
            En Octubre de aquel año él publicó la crítica en su blog. No comenté nada en aquella publicación porque, bueno, básicamente ya había dicho todo lo que tenía que decir sobre el título, pero la mayoría de los comentarios no era sobre la crítica en sí, ni sobre el cómic de Rata, sino en el sentido de "mucho texto, no leo", lo cual siempre fue sintomático de Subcultura y en estos réquiem ya he opinado (con MUCHO TEXTO) al respecto...
            Tiempo después, me enteré por John_Wheel que la entrada ya no existía. Desconozco qué razones haya tenido el autor para eliminarla, pero supongo que él las considera válidas y pertinentes. Yo, la verdad, no tengo ningún motivo para reclamarle el haberla quitado que, finalmente y como he explicado, la crítica se hizo a petición suya y suyo era el privilegio de elegir publicarla o no.
            Y, la verdad, dudé bastante si incluir el texto en cuestión entre los que me interesaba recuperar de los que publiqué en Subcultura, en buena medida porque no es uno de mis mejores trabajos. Pero el propio Ulises retoma en el texto de cuando en cuando y de vez en vez, incluso con años de diferencia entre una y otra. De hecho ha manifestado su intención de seguir compartiéndolo hasta con sus nietos y, bueno, me parecía injusto que el cierre de la comunidad lo privara de uno de sus temas favoritos.
            Además de que, en algo, tiene razón en sus repetitivas peroratas; así no se hace una crítica... Aunque no por los motivos que el esgrime, porque, finalmente, quejarse por recibir una mala crítica (con “tono de mira qué listo soy y qué cantidad de conocimiento tengo”) cuando expresamente se pidió una mala crítica (con “tono de mira qué listo soy y qué cantidad de conocimiento tengo”), es un poco como la infantil pataleta del niño que llora por recibir una hamburguesa y no una pizza, después de pedir una hamburguesa.
            Tampoco porque al escribirla haya “errado en distinguir sus influencias”, porque, como se podrá leer, jamás me metí a aventurar “de dónde había sacado cada cosa”, simplemente me limité a enumerar muchas otras obras que habían tratado temáticas semejantes. Obras, además, que por su popularidad, presumiblemente serían conocidas por los posibles lectores de la crítica, a fin de mostrar que los mismos temas podían ser tocados de distintas formas y con, probablemente, mayor tino.
            Pero sí; así no se hace una crítica. Porque ésta se hizo a petición expresa del autor y conforme a los lineamientos pedidos por éste; el texto omite mi opinión real para reflejar sólo aquello que el autor quería ver plasmado... En eso tiene razón Ulises, el texto, como crítica, no funciona.
            En fin, sin más introducción, demos paso a…

DIOS NO TIENE UN NO-BREAKE
Sobre Art 88/46

En un futuro no demasiado lejano, supongo, un tipo logra juntar algunos ahorros para, por fin, comprarse un router que le permita neuroconectarse al juego en línea del momento. Pero algo sale realmente mal (una simple falla en la corriente eléctrica) y en vez de terminar en un servidor lentísimo tratando de ligarse a un avatar de tía buena, termina sumergido en una simulación creada por su computadora personal, ex professo para que él no pierda la cordura mientras se arreglan algunos problemas de conectividad. Realidad virtual en la que deberá permanecer durante un tiempo subjetivo de 74 días.
            Sobre esta premisa arranca Art 88/46 de Ulises la Fuente (Rata o Rataoundergound en los mundos virtuales), un webcómic que vio la luz en los oscuros bites de Subcultura y que, mediante un crowfunding, ha logrado hacerse un nicho en el mercado impreso.
            El título marcó una especie de microfenómeno en el muy endogámico mundo de los webcómics en español... Fama cuyas razones deberíamos detenernos a reconsiderar unos momentos.

Sobra decir que, al mínimo vistazo, la propia anécdota se sostiene sólo por los pelos. Primero porque parece una falta de previsión bastante grande que el protagonista no cuente con un simple no-breake para evitarse problemas, no ya algo tan grave como su psique atrapada en un mundo virtual, sino algo tan simple como fallas en el hardwere de la computadora que, por lo que se ve, maneja toda su casa.
            Pero vale, aceptamos lavadora como animal de compañía.
            El tipo acaba sumergido en una realidad virtual en la que él, prácticamente, es dios; no porque haya creado este universo (que no lo hizo), sino porque éste fue creado únicamente con el propósito de mantener su mente ocupada durante el lapso subjetivo de 74 días.
            Conviene detenerse un momento para subrayar la importancia del concepto “tiempo subjetivo”, porque desde el principio queda claro que su cuerpo no estará tendido en su cuarto durante todo este tiempo, sino uno mucho menor, que él experimentará como 74 días... Aunque, debo aclarar, esto lo deduzco yo de lo dicho por la computadora en la página 08 del primer capítulo, que tampoco queda tan claro.
            En fin, Tony (que el protagonista se llama Tony, por cierto) termina en una nave de unos tipos protoneofranquistas (“¡Viva la Muerte!” que gritaba Millan-Astray y el Cap. de la nave) que le informan que todo estaba planeado, que ellos sabían que él iba a aparecer justo ahí, que le conocen toda la vida a él y a su computadora.
            Ojo, porque esta afirmación primera ("todos somos conscientes de quién eres y qué haces aquí"), después va a ser desmentida muy mucho. Pero de momento volvamos a la nave, que está punto de ser descuartizada por una raza de aracnoides con mala baba.
            La cosa es que el Capitán de la nave, que es el militar-nom-plus-ultra-cachi-mega-guay, lo tenía todo previsto y tiene un plan que involucra, entre otras cosas; un cañón ubicado a millones de kilómetros, una agente doble psicomonja que es su esposa que finge espiar para las arañas (pero no), un transportador de bolsillo que no funciona y dos huevos duros (bueno, vale, lo último no, pero habrían mejorado la cosa).
            En fin, que en medio del entreverado plan, lo que podía salir mal lo hace y la monja que no es espía (pero que sí lo es, pero para el otro lado), no puede salir de la nave de los malos, así que va el Capitán y se teletransporta justo en el momento en que el disparo del cañón que está a millones de kilómetros llega... Así tenemos al militar Chuk-Norris-Me-Hace-Los-mandado-Y-Eso-Que-Soy-Manco atrapado en una nave a punto de ser destruida, rodeado de enemigos y sin más arma que su espadita... Y con dios en un cuarto triangular de su nave, no lo olvidemos.
            Dios, que sabe que es omnipotente en esta simulación de universo, se hace aparecer una pluma en la mano para regresarle la mano al capitán y que logre salir de la nave enemiga que explota como debe ser...
            Debo aclarar que, como dios, Tony deja bastante qué desear. En un principio porque se deja atrapar como imbécil por un grupo de productos de su imaginación... Que sí, que vale, que no es inmortal, pero podría serlo si da la instrucción requerida, también invulnerable (como veremos varias páginas más adelante)... Vamos, si por poder, podría haber transformado a la raza de las arañas en un pueblo de pacíficos campesinos perdidos en el otro lado del sol y nos ahorramos todo lo anterior...
            Hay un cierto principio a la hora de escribir según el cual se pueden crear personajes más tontos, más malos, más machos o más bondadosos que uno mismo, pero nunca alguien más inteligente... Principio que es bastante evidente en, por ejemplo, las obras de Dawn Brom. Lo menciono porque si a dios no se le ocurre algo tan sencillo como reescribir la realidad para evitar estar en peligro, tampoco les pasa por la cabeza a ninguno de los integrantes de la tripulación... Y eso que entre ellos están el Supercientífico-Soy-Más-Listo-Que-El-Puto-Newton y, no lo olvidemos, el Supermilitar-Soy-El-Muchacho-Chicho-De-La-Película-Gacha.
            Por no mencionar a su computadora personal que debe obedecer las tres leyes de la robótica, entre las que se cuenta no poner en peligro a cualquier ser humano y más si ese ser humano es su propietario, computadora que, como veremos más adelante, es incapaz de diferenciar el daño que se le hace en el mundo virtual al que se le hace en el mundo real, pero que no hace absolutamente nada por evitar que su propietario se encuentre en una nave a punto de ser aniquilada por las arañotas.
            Pero, en fin, la cosa se soluciona como se soluciona y ya tenemos a dios metido en una nave camino a Terra para...
¿Cómo?
Sí, estoy seguro, el  mundo al que lo van a llevar se llama Terra.
¿Océano?
Anda, pues sí; Océano, que lo dice en letras gordas y grises; vale.

En lo que Tony puede llegar a Océano y suelta el mayor sinsentido de todo lo publicado hasta ahora, permítaseme hacer un pequeño paréntesis para hablar de dioses varios, algunos elegidos y seres omnipotentes surtidos.
            Al igual que Tony, Haruhi Suzumiya es dios, al igual que Tony ella es prácticamente omnipotente, pero, al contrario que Tony, ella no lo sabe y NO debe saberlo. De ahí que los pocos individuos conscientes de la situación hagan hasta lo imposible para evitar que se aburra y resetée el universo como lo hizo hace tres años.
            En Tron, la clásica, un usuario era absorbido al interior de una computadora estéticamente pensada por Moebius. Al contrario de Tony, el usuario no tenía más poder que cualquier otro habitante de los bites y, aún así, logró arreglárselas para derrocar a los programas tiranos, liberar a los programas oprimidos y ligar con una chica de ceros y unos que no estaba nada mal.
            Neo, al igual que Tony, es casi omnipotente en el mundo virtual, puede pasarse por el arco del triunfo las restricciones inherentes para otros habitantes de éste, pero, al contrario de que Tony, él puede salir del mundo virtual cuando lo necesita.
            La intención de este paréntesis es recalcar que la premisa tampoco es demasiado original y, en todo caso, ha podido ser llevada bastante dignamente en más de una ocasión, mientras el tipo casi o totalmente omnipotente atrapado en el mundo virtual no sea un gilipollas de cuidado.

Bueno, pronto llegaremos a Océano, de momento veamos a Tony en su cena con la plana mayor de la nave. Como resulta lógico cuando uno tiene al creador a mano, lo primero que hacen estos tipos es preguntarles lo clásico; ¿quiénes somos, a dónde vamos y para qué estamos aquí?
            En este caso la respuesta resulta la mar de sencilla, que llevamos todo el cómic sabiéndola, además; "son un conjunto de bites que están aquí para que no me aburra los próximos 74 días y van hacia donde me sale del nabo, que para eso soy dios"... Vale, así dicho suena un poco demasiado borde, pero no tanto como la respuesta que les da.
            En un ejercicio de sinsentido de lo más absurdo, Tony les receta un compendio de "argumentos" extraídos de Cosmos de Carl Sagan, que sonaban muy bien cuando éste los dijo hace añares, pero que en un universo del que sabemos que tiene un creador (Makoto) y un sentido específico (que Tony no se aburra), en el cual, además, hemos establecido que todos ellos lo saben (aunque después resultará que no) y él lo sabe, pues soltar lo de “tal es la presunción humana que nos creemos así de importantes, que un dios que nos hemos inventado lo ha creado todo y está atento a nosotros”, resulta un poco MUY fuera de lugar.
            Vamos, no es que el creador sea un sabelotodos infumable, como diría el Capitán-Ahora-Que-Tengo-Mis-Dos-Manos-Puedo-Agarrar-A-Hostia-a-Bruce-Willys, es que directamente es un idiota que no acaba de entender lo de “simulación basada en tu subconsciente”...

En fin, dios y la nave llegan a Océano, que para más referencias es algo así como el mundo de Arzach, pero con agua en vez de arena. Ahí conoceremos a una reina que es como Padme-Amidala en pequeño y nos enteraremos que, contrario a todo lo que nos han dicho hasta el momento, resulta que la existencia de Tony como dios no es universalmente aceptada, sino apenas una teoría propuesta por el Científico-Einstein-Es-Un-Palurdo-A-Mi-Lado-Y-Eso-Que-No-Soy-Físico y, hasta eso, no todos están muy seguros de que sea acertada.
            Teoría que, como hemos visto, no sólo proponía la existencia de un creador, sino que pudo describir acertadamente sus rasgos físicos, su nombre de pila y hasta el IP de su computadora personal que, por cierto, ahora sabemos que no es una simple terminal hogareña, sino una supercomputadora.
            El problema real es que, ahora que la superteoría-dejemos-la-cosa-de-las-cuerdas-o-el-campo-unificado-a-un-lado-porque-esas-no-nos-permiten-ver-el-rostro-de-dios ha sido confirmada, "sabemos exactamente quiénes somos (un conjunto de bites), para qué estamos aquí (para que Tony no se aburra) y a dónde vamos (al olvido una vez que pasen los 74 días)... Y como que no muy se nos antoja dejar de existir así nomás".
            Vale, la solución podría haber sido un simple; “Oye, Makoto, antes de que me logres desconectar, podrías hacer una copia de esto y subirla al dropbox y ya después, con tiempo y recursos, vemos los de comprar un servidor donde alojar el universo”. Pero recordemos que dios no sabe ni lo que es un simple no-breake, así que mejor ni le mencionemos el concepto de disco duro externo o hasta un vil pen-drive, que se nos colapsa el chaval.
            Aquí viene lo importante del tiempo subjetivo, porque mientras en el mundo virtual tendremos todavía unos 68 o 70 días para actuar, en el real la cosa debe ir más aprisa, así que deciden mandar una copia de la personalidad de Chandra al mundo real, embutida en el cuerpo de un robot un tanto cuanto descontinuado, a arreglar lo del dinero y la compra del servidor. Todo muy lógico, ¿verdad?
            Mientras tanto, dios se aburre y decide ir a darse un paseo por Océano acompañado de la reina adolescente...

Pero antes, un poco de contexto...
            Un(¿a?) haker de sexualidad no demasiado definida, autedenomidado(¿a?) Siete ha logrado entrar por la puerta trasera de Makoto... Y no, no ha habido una escena de violación anal (que queda un poco grotesco, lo reconozco, pero como metáfora de intrusión informática es bastante acertada); todo ha sido muy civilizado en una habitación tipo japonés estereotipado con todo y poemita random y sin venir a cuento.
            Tampoco hubo ninguna instrucción del tipo “por cierto, olvida que me permitiste la entrada” o, al menos, “no le digas a nadie que estoy aquí”, sino que entra como Juan(¿a?) por su casa y Makoto, la Supercomputadora-Fiel-Hasta-Los-Ovarios-A-Tony-Que-Hasta-Le-Crea-Un-Universo-Para-Que-No-Se-Aburra, no tiene la mínima delicadeza de aparecerse ante el susodicho para decirle “oye, que te cuento que se nos acaba de colar alguien, por si quieres hacer algo al respecto”.
            Vamos, soluciones para el asunto había un montón, empezando por tener un antivirus en condiciones, pero no (que, bueno, ya sabemos que Tony no es el campeón de la precaución). También podría ser que Makoto aprovechara el tiempo de espera en la que estaba tomando un té con el(¿la?) haker para desviarlo(¿a?) hacia una simulación secundaria donde hiciera y deshiciera lo que se le antojara, se aburriera y se fuera, pero tampoco.
            De Siete después nos enteraremos que no sólo es un(¿a?) Haker-Super-Mega-Cachi-Guay-Que-Ríete-Tu-De-Los-De-Anonymus, sino el(¿la?) mismísimo(¿a?) campeón(¿a?) de videojuegos a nivel mundial, que se aburre de ya no tener retos a su nivel y se dedica a pasear por el ciberespacio para ver qué computadora anda ofreciendo su puerta trasera para ser violada.
            (Porque, claro, si uno es un Haker-Nivel-Campeón-Y-Que-Se-Cúiden-Las-Bases-De-Datos-De-Las-Instituciones-De-Crédito-De-Todo-El-Mundo-Mundial y encuentra la puerta trasera de una computadora hogareña conectada al ciberespacio mediante un ruter barato y que, además, presenta comportamiento anómalo a causa de una falla eléctrica, lo primero que uno piensa es que, seguro, ahí están contenidos los secretos del universo o, por lo menos, horas y horas de sana diversión)
            Termina apareciendo en una luna desolada donde hay unos tipos que hablan con corchetes y tienen la extraña afición de decir “crujido” al inicio y final de cada frase y se aparece, además, en forma de un robotote, porque se aburre y no hay nada más divertido que meterles miedo a unas simulaciones informáticas, supongo.

Un poco más de contexto...
            El Capitán Molo-Tanto-Que-Las-Madres-Predadoras-Asustan-A-los-Niños-Predadores-Diciéndoles-Que-Si-Se-Portan-Mal-Y-No-Matan-A-Todo-Bicho-Que-Se-Les-Cruce-En-El-Camino-Vendré-Por-Ellos, no sólo es el más mejor guerrero y estratega de éste y universos circunvecinos, sino un fan de Hendo Ikari, a quien le copia la estrategia de poner música clásica para que todos sus hombres actúen coordinadamente... Y habrá quien dirá que Evangelion no le ha hecho ningún bien a la humanidad.
            Además, su esposa, que ya sabíamos que es una psicomonja, es hija de otra psicomonja y se reúnen en un decorado de Dune de David Lynch (pero, ya saben, con agua) para hacer cosas propias de psicoperras de David Lynch, como quitarse la venda de los ojos, ponerse a contar triángulos con el tercer ojo y decir que son rebuenas para adivinar el futuro (como para no serlo en un universo preprogramado) y hacer una ensalada de pseudofilosofía budista con un toque de mitología hindú y, ya que estamos, aderezadas con las Charmed.
            (Y, antes de que me digan nada; sé que Dune es una saga literaria escrita por Frank Herbert y continuada por su hijo Brian, pero las psicomonjas de Art 88/46 se parecen mucho más a las propuestas por Lynch que a las de los Herbert)
            Esta escena no es gratuita ni es para que veamos el precioso convertible-crisis-de-los-40 del Capitán Yo-Le-Enseñé-A-Dar-Patadas-A-Bruuce-Lee o apreciar que, cuando éste va de civil, se viste como inglés con malos gustos en día de golf. Es para que podamos enterarnos que este universo (creado de la nada, recordémoslo) tiene su propio Krishna que duerme y, mientras duerme, sueña el universo (Tony), su propio Vishnu, el de los mil rostros, que mantiene el orden y el funcionamiento (Makoto, claro) y hasta un(¿a?) Shiva para que lo destruya (que, supongo, vendría a ser Siete)...
            Porque, claro; el destructor tendía que ser alguien externo. No podría ser, por ejemplo, que el programa generara una contradicción que amenazara con resetearlo; porque eso habría sido demasiado coherente con el mínimo conocimiento informático. NO, tenía que ser un(¿a?) Haker-Mega-Peligrosísimo(¿a?)-Soy-El(¿La?)-Mejor-En-Lo-Que-Hago-Aunque-Lo-Que-Hago-No-Sea-Agradable que, en vez de trastear con los servidores militares para tomar el control del arsenal nuclear del país de su preferencia, se dedica a entrar por las puertas traseras de las computadoras hogareñas con IP femenina.
            Vale, hasta aquí el contexto, necesario para entender cómo funciona la mente del aut... Mmm... herm... El universo creado para que Tony no se aburriera. Regresemos ahora con él, que, al contrario de los posibles lectores de esta parrafada, no ha estado precisamente aburriéndose.

No, tampoco ha estado follando... De hecho a estas alturas del partido, podemos suponer que Tony guarda mucho más películas descargadas por bajo perfil que pornografía en el disco duro de Makoto.
            Decíamos que Tony quiere darse un paseo para conocer (el planeta ese que primero se llamaba Terra, pero que siempre se ha llamado) Océano, así que decide escabullirse de incógnito por el sencillo método de dibujarse unas barbas. Claro, no es que le pueda pedir a su computadora algo como “oye, Makoto, que se me antoja dar un paseo de incógnito; haz que nadie me reconozca al menos que yo quiera”, porque, claro, no es que sea dios en este universo como para poder hacer lo que le venga en gana. Así que, nada, de incógnito con una barba dibujada, no sea que el disfraz quede bien y después resulte que, efectivamente, no lo reconocen; una cosa es decir que se quiere pasar desapercibido y otra, MUY distinta, es que encima se pase desapercibido.
            Recién salido de su cuarto descubre lo increíblemente efectivo que es el disfraz, porque la reina NO-Soy-Amidala se lo topa y, sorprendentemente, lo reconoce. Ella se une a su jornada porque se aburre de ser reina, la vida palaciega no le gusta nada y, además, está bastante cansada de los juegos políticos en los que no es otra cosa que un títere en manos del Consejo Gobernante; toma, una reina que se aburre en palacio y no quiere ser reina... Giro originalísimo y que nadie se esperaba.
            Aquestos dos se tomaran unos días para pasear y acampar a sus anchas e incluso, en una apuesta increíblemente arriesgada y destinada a remover las conciencias de los más puristas, llegaran a dormir abrazados una noche.
            Mientras tanto, en la capital, nadie nota su ausencia porque, claro, sólo son dios y la reina; nadie, sobre todo el primero, que pueda ayudar en el difícil asunto de que el universo está destinado a acabarse en unos días. Claro, no es que Tony hubiera podido decir algo como “oye, Makoto, crea un doble mío para que ocupe mi lugar mientras estoy de paseo. Sirve que éste se reúne con los tíos esos del Comité Gobernante y me entero de cuando toman decisiones como, por ejemplo, vaciar mi cuenta de ahorros y pedirle dinero a mis amistades para comprar un servidor en el cual meter el universo”.
            Estando así las cosas, aparece en escena Siete, muy decidió(¿a?) a batirse en duelo con Tony para reclamar el derecho a cargarse el universo por el puro gusto de hacerlo, porque puede hacerlo y se aburre muy mucho. Si eso(¿a?) no es un(¿a?) malo(¿a?) de manual, que baje Fu Man Chu y lo(¿la?) vea.
            Aquí nos enteraremos que Siete es, efectivamente, un(¿a?) Haker de nivel Si-Steve-Jobs-Me-Hubiera-Conocido-Le-Habría-Puesto-Mi-Nombre-Al-Cáncer-Que-Lo-Mató, porque no solo es imbatible por las defensas de Ter… Océano, sino que se ha autootorgado los privilegios de administrador(¿a?) del universo (mira, como Tony) y puede hacer lo que le venga en gana.
            Hale, por fin tenemos el esperado enfrentamiento entre dios y su némesis. Enfrentamiento que bien podría haberse zanjado por el sencillo método de “oye, Makoto, ya que no puede Banear a éste(¿a?), pon su cuenta en cuarentena por riesgo de infección para que no pueda interactuar con el resto del programa”... Pero no, que eso sería lógico (no en balde cualquier antivirus puede mover cualquier archivo a cuarentena desde 1997, más o menos) pero nada espectacular; mejor agarrarnos a hostias, que esto ha tenido muy poca acción.
            Tampoco es que Tony que, ahora nos enteramos, está muy preocupado por los habitantes de este universo y su derecho a existir, haga algo como para proteger a Ter... Océano de lo que, evidentemente, será una pelea de proporciones bíblicas entre dios y el(¿la?) destructor(¿a?). Nada, a hostia limpia, con explosiones de antimateria, destrucción cataclísmica, muertes a cascoporro y que todo mundo vea.
            Fundido a negro...
            El tiempo ha pasado, Tony lleva algún tiempo metido en un universo vacío y sin siquiera poder hablar con Makoto. Obviamente, Siete ganó, pero (giro inesperado de los acontecimientos) no destruyó el universo, sino que se limitó a reprogramar a Makoto por el sencillo método de ponerle otro kimono y pintarle pelo de blanco (toma cambio radical) y ahora, como en el fondo no es tan malo(¿a?), va a contarle a Tony qué pasó, porque ni él ni los lectores se enteraron de nada.
            Y hasta aquí es que iba la historia cuando redacté esto...

Mientras tanto, la copia de Chandra que habita en el cuerpo de un robot viejo en el mundo real, se ha topado ya con un Culto-Robótico-Para-Nada-Parecido-Al-Que-Asimov-Planteó-En-Yo-Robot, total, si ya mencionamos las leyes de la robótica, para qué detenernos ahí. Culto del que, casualmente, resulta ser el mesías Reset, que el pueblo robot estaba esperando para liberarse del yugo humano que los tiene esclavizados... Anda, como en Animatrix.
            Y hasta aquí, con todo y participación especial de Aiala, también es que iba la historia...

No se me malentienda, me gusta el trabajo de Ulises la Fuente. Su Aiala y sus reminiscencias a HellBoy y Frank Cappa, me parece uno de los títulos más destacables del mundillo de los webcómics en español.
            Incluso, la estética moebiuzante de Art 88/46 se me antoja como una ráfaga de aire fresco en un ambiente tan absurdamente cargado de dibujos e historias mangaloides... Pero me parece una obra muy embrionaria y poco pensada.
            Los personajes no se desarrollan en lo absoluto, la ambientación es demasiado ad hoc, más pensada para el lucimiento gráfico del autor que como escenario en el cual desarrollar la historia y la anécdota, de predecible, resulta aburrida.
            Y sin embargo, me gusta... Pero no por la obra per se, sino por lo que promete; cuando la Fuente pase la pueril etapa Asimoviana por la que todo creador actual de ciencia fantástica que se respete, ha pasado alguna vez, podrá crear obras dignas de mención, pero, mientras tanto...
            ¿Me gusta el trabajo de Rata? Sí. ¿Me gusta Art 88/46? También. ¿Lo recomendaría? Sí, sobre todo para quienes recién se están acercando a las space operas o retoman el género después de mucho tiempo de alejamiento, no por su originalidad, sino porque en ella podrán encontrar múltiples referencias a los clásicos mezcladas en una historia entretenida, incluso con sus múltiples fallos.
            Ahora, ¿la seguiría más allá de lo aquí reseñado? Pues no, porque lo leído hasta ahora no hace que me interese en saber qué ocurrirá con Tony o nadie más, ya que mi capacidad de empatizar con personajes planos es bastante limitada. ¿Daría dinero por ella en papel? Tal vez si me sobrara, que va a ser que no...
            Y es que, de verdad, cuando Ulises la Fuente se olvida de querer ser Jodorowski; sabe contar aventuras realmente interesantes.

Mario Stalin Rodríguez.

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