críticos y criticados 01
Hace algún tiempo y por razones que no viene a cuento platicar aquí, me vi en el escenario de ejercer de crítico literario... No fue una mala experiencia y aún hoy, de vez en vez, me da por ejercitar las herramientas que de estos ejercicios obtuve. Y estos se retomará un poco más adelante, pero, antes de ello, me parecía conveniente establecer el cómo veo la crítica y sus funciones...
CRITICANDO LA CRÍTICA
No recuerdo quien decía que la única
crítica desinteresada que se podía hacer era sobre asuntos que no nos
importaban absolutamente nada y, por lo tanto, una crítica desinteresada no
servía de absolutamente nada (1).
Es
preciso, entonces, no equivocar el tema para discurrir sobre un absurdo; la
distinción no es entre "crítica positiva" o "crítica
negativa", porque el criticar implica, necesariamente, centrarse en los
fallos y errores de lo criticado (de otra forma no es crítica, es un comentario
o, en el peor de los casos, un halago). En este sentido, una crítica que pretende
seguir la formula "esto está bien, pero se podría mejorar esto otro y la
obra sería una maravilla" (2), pierde completamente su sentido.
Permítase
la analogía, este tipo de críticas recuerda un poco a las pastillas con azúcar.
No se habla de la gran estafa de la homeopatía ni de los placebos, sino de medicinas
alópatas, cuyo ingrediente activo es tan amargo que debe ser presentado
escondido en una pastilla cuyo componente principal (en una relación de
prácticamente 1 a 100) es el azúcar. El ingrediente activo está ahí, sabe
amarguísimo y se va a acabar probando y digiriendo y es lo curará, pero lo
esconden en una pastilla llena de azúcar.
Es
una estrategia usada en la medicina desde tiempos inmemoriales (bueno, no
tanto, sólo desde que existe la medicina alópata -circa. siglo XIX-), el asunto
aquí es que se usa, principalmente, para hacer que los niños sin criterio se
traguen algo que de otra forma no se tragarían... Es decir; es un engaño, pues
se trata de endulzar artificialmente lo que de sí es amargo.
Se
puede discutir bastante sobre las dimensiones éticas de este engaño, pero baste,
para el propósito de esto párrafos, dejar en claro que en la medicina podría (y
el condicional es importante) estar justificado porque, finalmente, se trata de
garantizar la continuidad y calidad de vida del enfermo que se niega a tomar
una medicina amarga.
¿Se
puede proyectar esta "justificación" (y las comillas son pertinentes)
a la crítica de una obra? Va a ser que no, porque independientemente de qué
tanto destroce una crítica la obra de otro, lo más seguro es que la vida de
éste continúe con los mismo niveles de salud que antes (salvo, claro, casos
patológicos, que son mucho más materia de especialistas en psicología y/o
psiquiatría, que del crítico). Así, eliminada la "justificación"
condescendiente (que parte de la idea de que el criticado es un depresivo
clínico que necesita sus pastillas con azúcar), la crítica arriba descrita queda,
únicamente, como un engaño: se engaña quien la hace, engaña a quien la lee y engaña
al criticado.
Perdónese
la redundancia: Una crítica, para ser crítica; debe criticar, ¿estamos?
Es preciso, entonces, que no equivoquemos
la discusión. Se decía al inicio; no se trata de descartarnos por una crítica
positiva (que no existe) o negativa (TODA crítica es negativa); se trata más de
si una crítica es válida o no.
La
crítica es válida, como se verá en la siguiente entrega, en tanto cumple con su
objetivo; señalar los errores de una obra. Ojo, esta distinción es importante;
los errores de una obra, no de su creador. Se puede criticar, por ejemplo, una
cantidad infame de cosas relacionadas a Vargas Llosa, empezando por su tendencia
política, pero muy mal se estaría si intentará abordar su "La Ciudad y los
Perros" o "La Fiesta del Chivo", desde el qué tan de acuerdo se
está o no con él en lo político.
Si
la crítica ataca al autor y no a la obra, el crítico está engañándose a sí
mismo y a su posible lector. Ojo, esto se debe subrayar, en ningún momento se sugiere
que el autor sea independiente de su obra o ésta de él, pero el mérito es saber
en qué medida el autor está presente en su obra.
Ejemplifiquemos;
si un autor hace decir a su personaje "MUERA LA INTELIGENCIA" (3) y
pretende, además, que se empatice con éste en tanto "héroe" de la
historia, más que hablar del personaje (4), ello habla del desconocimiento
histórico del autor o de su ideología de derechas.
Aquí
la diferencia es, entonces, entre criticar algo porque el autor es de derechas
(prejuicio) o criticar algo porque en ello el autor sugiere una ideología de
derechas (juicio). Que así puesto, puede parecer que es sólo una distinción
entre dos formulaciones, pero que en materia de crítica, ES TODA LA DIFERENCIA.
Por otro lado, la crítica debe centrarse en
corpus complejos y no en detalles. Es decir, la crítica sistemática que podría
verse en, por poner un ejemplo, alguien que comenta cada página de una obra con
el sólo propósito de señalar los fallos particulares de esa página, habla mucho
más de una práctica masoquista que de una crítica estructurada.
Toda
obra es un discurso y, como todo discurso, es mucho más que la suma de sus
partes específicas; un discurso es también la forma en que estas partes
interactúan entre sí, se complementan o se contradicen. Si toda obra es un
discurso estructurado, la crítica debe ser también estructurada, debe ser capaz
de tomar las partes, analizarlas por separado y también en el cómo interactúan
entre sí, según los principios mínimos de coherencia discursiva.
Y
aquí otra palabra clave; coherencia. No se trata de que la obra esté obligada a
acatar tales o cuales cánones narrativos (en el caso de obras narrativas), pero
sí está obligada a ser coherente consigo misma (por citar el ejemplo más común;
no puedes decir que un personaje es “el tipo más inteligente de universo”, para
después hacer que caiga en una trampa de lo más pueril, sólo porque así
conviene a la historia).
Vamos,
incluso en el teatro de lo absurdo o en el arte surrealista o abstracto, toda
obra (todo discurso) está obligada a ser coherente consigo misma. Y esto, que
es una regla que ata a la obra, por supuesto, también ata a la crítica y la
ata, incluso, doblemente; pues para criticar, se está obligado a ser coherente
consigo mismo y a tomar en cuenta la coherencia interna de la obra criticada.
Como
puede verse, la cosa no es sencilla. Criticar "positivamente" es
fácil, pero no es criticar y criticar "negativamente" es una
redundancia. El asunto es qué tan pertinente es una crítica y cómo hacerla.
Y
obsérvese que se omite intencionadamente el discutir si las críticas son o no
pedidas. Toda obra pública y publicada es susceptible de ser criticada, es algo
que se acepta implícitamente y creer lo contrario es engañarse a uno mismo; la
única forma de librar una obra de la crítica es guardarla bajo llave en el
cajón de un escritorio (o como archivo encriptado y con contraseña).
Establecido esto, al decidir publicar una obra, se acepto que se le criticará,
así sea porque lo pida el autor o porque se le da un "reconocimiento",
¿vale?
Establecido el cómo debe ser la crítica,
queda el asunto de cuál es su función y hacia quién se dirige. Pero ello se
verá más adelante.
Mario
Stalin Rodríguez
(1)Probablemente haya sido Groucho Marx o
Wody Allen, pero no descarto al Perich
(2)Que se conoce como “crítica sándwich”.
(3)En referencia a José Millán-Astray y
Terreros, franquista que, según la leyenda, gritara “¡VIVA LA MUERTE, MUERA LA
INTELIGENCIA!” durante un debate con Miguel de Unamuno.
(4)"Las buenas novelas nos dicen todo
sobre sus personajes, las malas, nos lo dicen sobre su autor", que decía
Oscar Wylde.
Etiquetas: Académico, Apuntes sobre periodismo, off topic
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