miércoles, enero 08, 2014

TORMENTAS

El María Victoria Stengel, navegando al borde de la vigilia.
            Las aguas parecen calmas más allá del golfo de deseos, los peces de memoria saltan por estribor, dejando tras de sí una estela de esperanzas olvidadas. Ella sonríe para nadie en particular, fija el timón y se apoya sobre la barandilla de proa; el día promete ser tranquilo.

Sólo es un café, te dices al tomar asiento; es sólo un café. Él sonríe con esa mueca suya, en parte ternura y tristeza. Te observa con esa mirada suya, azul del Mar Caribe… Sólo es un café, te repites… Sólo es un café.

Más tarde se reprochará su ingenua confianza; el Mar de los Recuerdos es traicionero, ella lo sabe, no debió relajarse, no debió abandonar el timón. La ola golpeó por estribor, arrastrando al María Victoria Stengel hacia alta mar… Sí, así como suena, las aguas del Recuerdo crean sus propias reglas y las rompen por caprichos incomprensibles para las cartas de navegación.
            Una pesadilla infantil, uno de esos enormes monstruos, golpea el casco; la doncella del mascaron lanza un pequeño quejido y se soba el pecho descubierto. Un ave de lujuria se posa sobre el mastín central.

En el callejón atrás del café, él te besa. Sus manos juegan en tu cintura, alzando levemente el borde tu camisa, rozando tu piel, apenas con la yema de los dedos. Puedes sentir su erección presionando contra tu pelvis. Sientes tus pezones endurecer bajo el sujetador, lo abrazas por el cuello, tus manos acarician su cabello quebrado, tu lengua prueba el sabor a café expresso de su boca.

El viento surge de la nada, soplando en todas direcciones y en ninguna; las velas se ensanchan y contraen a su capricho, hasta que una de ellas se rompe, los aparejos golpean por toda la cubierta. Ella grita órdenes a una tripulación compuesta de sombras, ensueños entrevisto por el rabillo del ojo.
            El cielo, sin embrago, luce despejado.

¿En qué momento llegaron a su casa? Te preguntas mientras le sacas la camisa por la cabeza, en el suelo yace casi toda tu ropa, incluso las media de lana. Él te besa de nuevo, su boca baja de tus labios a tu cuello, tus hombros, tu pecho… Besa en medio de tus senos y prueba tus pezones, su lengua traza la circunferencia de tus aureolas.
            Sigue bajando. Besa tu abdomen y con su lengua invade tu ombligo, haciéndote cosquillas. Sigue bajando, sus manos te quitan la tanga roja. Llega a tu vello, buscando. Al principio se queda en la superficie, puedes sentir su aliento contra el bosque de tu vientre, sus labios rozan tu clítoris, su lengua juega y puedes sentir como vas humedeciéndote.
            Con sus manos presionan tus glúteos, su cara entra entre tus piernas y su lengua entra en ti.

Del cielo sin nubes surge un rayo que golpea la popa del María Victoria Stengel, el fuego no tarda en aparecer.
            Las olas juegan con el barco, llevándolo y trayéndolo a su antojo, hace mucho que la capitán perdió de vista la costa. Otro rayo golpea cerca de la proa, asustando a la doncella del mascaron, que decide, en ese justo instante, irse a guardar en su camarote.
            Aferrada al timón, Shock lucha por gobernar su barco.

Tumbada boca abajo sobre el colchón, completamente desnuda, él toma tus manos y con gentileza, las une junto a los barrotes de la cabecera. No sabes de dónde ha tomado las esposas con las que te aprisiona. Quieres protestar, pero él parece no darse cuenta de tus palabras entrecortadas.
            Lentamente va besando tu nuca, tu cuello, tus omóplatos, bajando por el medio de tu espalda; ahí donde encuentra un lunar, sale del camino y se entretiene un poco.
            Llega a tus glúteos… Sigue bajando. Besa tus muslos, la parte de atrás de tus rodillas… Empieza a subir. Su lengua se entretiene, de nuevo, probando tus humedades, sientes como un dedo explora tu interior, hace mucho que tus protestas son sólo gemidos entrecortados.
            Lleva su mano hasta tu boca, permitiendo que pruebes tu propio sabor en sus dedos. Sus besos van subiendo por tu espalda y hasta tu cuello. Con más sugerencia que fuerza, te hace voltear la cara, te besa. Puedes sentir su erección entre tus piernas, rozándote los labios húmedos entre el vello, preparándose para invadirte.

De pronto, la calma.
            Shock contempla su barco y hace una lista mental de las reparaciones más urgentes. Un trueno la saca de sus pensamientos, en el horizonte, frente a ella, las nubes se aglutinan y tornan oscuras. Los vientos arrecian. No tardará en enfrentarse a la tormenta.

            Húmeda por el oleaje anterior, Shock sonríe y se aferra al timón; hoy será un día divertido.

Mario Stalin Rodríguez

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2 Comments:

Blogger Zafferano said...

Qué preciosa mezcla de viajes...

Feliz año y un beso enorme!

1:18 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

Como siempre, muchas gracias señor H ;)

Besos, G.

6:33 p.m.  

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