MANCERA EN SU LABERINTO 01
Sí, vale, la imagen NO es mía... ¿QUé puedo decirles? Yo es que la suscribo al 100%.
Conviene detenerse en un poco en lo que ha
representado, para los habitantes del Distrito Federal, el primer año de la
administración de Miguel Ángel Mancera en el gobierno de la capital.
Mancera,
cuarto gobernante emanado de las filas del Partido de la Revolución Democrática
(PRD) en ocupar la Jefatura de Gobierno de la ciudad de México, parece
dedicado, no tanto a garantizar la continuidad de las políticas sociales que
habían caracterizado a las administraciones de la capital desde la toma de
posición de Cuauhtémoc Cárdenas en 1997, como a asegurar el fin del ciclo de
los gobiernos progresistas en esta ciudad.
Si
bien nadie puede llamarse a la sorpresa, pues desde el principio, era evidente
que el antiguo titular de la Secretaría de Seguridad Pública del DF llegaba
como abanderado de lo peor de la administración de Marcelo Ebrard; sí llama la
atención la gran magnitud de la escalada en la desconexión del presente
gobierno y sus electores.
Incluso
desde antes del inicio formal de su administración, Mancera dio muestras claras
de lo que sería su tónica de gobierno. Una versión bastante aceptada, ubica a
éste y no a su predecesor, como el responsable del operativo que las
autoridades capitalinas montaron junto a las fuerzas federales el 1° de
Diciembre de 2012, durante la toma de posición de Enrique Peña Nieto; cuatro
días antes del cambio formal de poderes en la capital de la República.
Desde
entonces, la escalada represiva ha sido evidente.
No
se trata sólo de que, de pronto y desde la visión oficial, las manifestaciones hayan
pasado de ser una manifestación válida del descontento popular a reuniones de
protodelincuentes, sino que pareciera que las fuerzas policiales hayan recibido
carta blanca en tanto al uso indiscriminado de los toletes y la aprehensión
indiscriminada. Esto queda de manifiesto en la última modificación a las leyes
de la capital, en la cual se penaliza la “violencia durante las manifestaciones”,
dejando en la más completa ambigüedad qué se entiende por ésta.
En
los hechos, dichas reformas parecen más encaminadas a proteger a los policías
capitalinos de hacerse responsables de sus excesos represivos que a,
efectivamente, regular las manifestaciones en las calles de la ciudad (como si
la pretensión de “regular el derecho de manifestación”, no fuera ya de entrada
un síntoma lo suficientemente preocupante).
El
punto aquí es que Mancera parecería, entonces, más preocupado por satisfacer
las exigencias de la administración federal y los poderes fácticos
representados, en buena medida, por el duopolio televisivo, que en entender y
atender los motivos del descontento social.
Y
sobre ello, se ahondará...
Mario
Stalin Rodríguez
Etiquetas: Apuntes sobre periodismo, El patético usurpador, Opinión
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