CITA
Sí... Bueno, no me acaba de convencer demasiado eso del trazo digital. Así que supongo que me toca seguir probando.
-Debo confesar que te imaginaba
distinto.
-¿De verdad? ¿Qué esperabas, un
cráneo y guadañas?
-Bueno, no precisamente... No
sé... Sólo distinto.
Se sienta en el borde de la cama
tratando de no tocar el cuerpo que yace entre las sábanas. Mira su piel desnuda
y aprecia el tenue brillo que surge de sus pezones. Piensa que debería
cubrirse, mostrar, tal vez, un poco de pudor. Se sonroja y desecha la idea; es
demasiado tarde para eso.
Él
(¿ella, eso?) la mira apoyado en el marco de la ventana. Tal vez sonríe, le
mira con ironía mientras aspira el humo del cigarro, las brazas iluminan su
rostro, la profunda mirada azul de sus ojos fríos.
-Tal vez debería vestirme.
-¿Te parece necesario?
-No realmente... Es sólo que...
Bueno... Todo esto es tan extraño.
Cuando escucha su voz el vello de
su entrepierna se eriza.
Esto
no debería ser así, piensa, debería tener miedo. Debería estar llorando,
suplicando por un poco más de tiempo... Algo. No sentada, desnuda en el borde
de su cama, no viéndolo sonreírle apoyado en la pared, al lado de la ventana,
fumando.
-Entonces, ¿así será? ¿Sólo así?
-Puede haber un túnel y una luz
al final de él, si lo prefieres.
-Supongo que no... Es decir, ¿de
qué serviría?
Da otra fumada, el brillo ilumina
sus rasgos, ella se ruboriza. No debería pensar en él como él. Siempre imagino
que sería femenino, tal vez un ente asexuado, tal vez sólo una repentina
oscuridad y ya, más nada, la vida acabada. Pero no él, no alguien que podría
ver en la calle sin prestarle atención... Y sin embargo, cuando la mira de esa
manera...
Aparta
la mirada, sus ojos se posan en el cuerpo que yace entre las sábanas. Mira el
pelo teñido de rojo, la piel pálida. Nunca se sintió orgullosa de su propio
cuerpo, pero mirándolo ahora, tendido a la luz nocturna, no puede evitar darse
cuenta de su propia belleza.
-¿Qué sigue?
-¿Te refieres a si hay un juicio,
dioses, cielos e infiernos? Me temo que no tenemos mucho de esas cosas. Esto es
todo lo que hay; el fin del camino. Después sólo está la nada.
-Mejor así... Supongo.
Le sonríe de nuevo. Apenada, por
primera vez en la noche, le sostiene la mirada y también sonríe. Se incorpora
y, con paso inseguro, se le acerca; lo abraza. Puede sentir sus manos rodeando
su cintura, acariciando su piel.
Apoya
su pecho desnudo en él, siente como sus pezones empiezan a endurecerse. Siente
sus dedos bajando por su espalda, llegando poco más abajo. Lo besa.
Entonces, ella muere.
Mario Stalin
Rodríguez
Etiquetas: off topic, tratado sobre la necedad
1 Comments:
El muerte.
Seguro que se puede hacer cualquier cosa con el trazo digital, será cuestión de probar.
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