LUTO
el tiempo, el asesino y la prisa
Un año.
Un
año le tomó a la administración de Enrique Peña Nieto acabar con las conquistas
sociales, económicas y laborales obtenidas, no sin sacrificios, desde los
tiempos posrevolucionarios y hasta la década de los 80 del siglo pasado.
Un
año... Aunque, tal vez, no tan poco.
En
realidad, el lento asesinato del Estado social en México inicia mucho antes de
la llegada del triste títere a la silla presidencial. Resulta de perogrullo
resaltar que las reformas neoliberales inician con la administración de Miguel
de la Madrid, descarándose en el salinato y el zedillato y asentándose durante
las dos administraciones panistas.
En
esta lógica, las llamadas reformas estructurales de la actual administración,
no son sino la continuación lógica de la larga cadena de ignominia. Un proceso
continuado, multifacético y con múltiples frentes. Un proceso que sigue y que
sería peligroso creer concluido.
Así,
la destrucción de la educación pública (Reforma Educativa), de las
posibilidades de una organización sindical fuerte (Reforma Laboral) y de la
rectoría del Estado sobre la industria energética (Reforma Energética), son
únicamente pasos en el asesinato del concepto de Estado-nación, pero en ningún
momento su culminación.
Queda escrito, ni siquiera es Peña Nieto el
verdadero artífice de estas reformas, él es, a lo mucho, la máscara que los poderes
fácticos han colocado al frente; una triste marioneta sin más luces
intelectuales que las que le proporcionan los reflectores de quienes realmente
están detrás de lo que ocurre.
La
entrega de los recursos energéticos del país no sería posible, si antes no
hubieran desprestigiado la posible respuesta social a través del desprestigio a
las movilizaciones magisteriales en contra de la reforma Educativa. Así mismo,
este desprestigio no habría sido posible si Calderón no hubiera puesto en
entredicho el poder sindical, destruyendo al SME con la desaparición de Luz y
Fuerza del Centro... Y así.
Tan
fatalista como suena, los verdaderos poderes de México llevan años, décadas, construyendo
la destrucción del Estado nacional en México; construyendo una realidad de
artificio y proyectándola, todos los días y en horario estelar, al imaginario
social.
Así,
la llamada alternancia en el poder es demostrativo de que la democracia
funciona; los artificiales debates en las cámaras legislativas dan una idea
errónea de una pluralidad inexistente e, incluso, se permiten la ilusión de “ceder”
a “presiones sociales” controladas y previstas (eliminación de impuestos
absurdos en la Reforma Fiscal).
Si
los mecanismos de la democracia funcionan, dicen a través de esta estrategia,
quienes se oponen a las decisiones del gobierno son “intolerantes”, “fatalistas”
y “flojos” que, por supuesto, “obedecen a intereses oscuros”.
La
táctica parecería exitosa, tanto que incluso voces presuntamente opositoras
repiten el argumento. Aunque, claro, estas voces son sólo parte del mismo plan
(PRD).
La
táctica parecería exitosa... Y, sin embargo…
Mario
Stalin Rodríguez
Etiquetas: Apuntes sobre periodismo, El patético usurpador, Opinión, tratado sobre la necedad
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