Pienso, luego resisto
Pienso, luego resisto . Así lo resumió Carlos Frederico Marés, durante el encuentro sobre Diversidad, identidad y emancipación efectuado la semana pasada en Curitiba, Brasil, tras escuchar a los representantes del movimiento suburbano, que se niegan a asumirse como prescindibles, y al evocar la historia de los movimientos sociales.
Pienso, luego resisto. Así se percibió la propuesta aprobada para quedarse en plantón permanente con Andrés Manuel López Obrador a la cabeza hasta que defina el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) el destino del proceso electoral. ¿Resistencia a qué?, habrá quienes pregunten. Resistencia al autoritarismo de la derecha, al abuso del derecho y a la desviación de poder para asaltar la legalidad de la elección presidencial aun antes de que ésta se defina por el órgano competente. Esta es la clave con la que Felipe Calderón quiere suplantar la voluntad popular y, peor aún, con la que el titular del Instituto Federal Electoral (IFE) manipuló los resultados de las jornadas del pasado 2 de julio.
No han faltado opiniones que expresan preocupación frente a lo que denominan "erosión" o "riesgo" para las instituciones, sin detenerse a pensar que dentro de ellas hay hombres y mujeres que han fallado en el cumplimiento de su función pública; son ellos, y no el ánimo ciudadano que defiende sus derechos fundamentales, quienes afectaron a las instituciones.
La resistencia encabezada por la coalición Por el Bien de Todos es resultado y no causa del riesgo referido. Nunca como hoy es importante recordar a Habermas, quien incursiona en la teoría jurídica crítica y propone que reconozcamos que no hay derecho sin validez, pero tampoco hay derecho sólo con validez.
Para el pensador alemás la validez deberá ser la suma concominante del principio de legalidad y el principio de legitimidad. Ahí donde concurren ambas nacerá la validez. Ello es fundamental para comprender el significado real del derecho en general y del derecho constitucional en particular.
A este problema de fondo pareció referirse López Obrador el pasado domingo en el Zócalo cuando señaló: "En México, desgraciadamente, el derecho ha significado por lo común lo opuesto a su razón de ser; aunque siempre se invoca el estado de derecho, los encargados de impartir justicia, en vez de proteger al débil, sólo sirven para legalizar los despojos y abusos que comete el fuerte; el derecho que ha imperado ha sido el del dinero y el del poder por encima de todo".
Pero no sólo encontramos la referencia a la legitimidad del movimiento de resistencia para dar seguimiento activo al procesamiento legal del TEFPJ; también se colocó la idea de la necesaria revisión de la distancia y contraste entre "los de arriba y los de abajo".
AMLO señaló: "Por eso no pensemos que de arriba para abajo se hará valer la democracia. Esto sólo será posible con el esfuerzo y la movilización de los ciudadanos. La democracia, como la justicia, como la libertad, no se implora, sino se conquista". De ahí al auténtico mandar obedeciendo. Cuánto contraste con el discurso del panista Calderón, quien se aferra a la perorata de que ganó las elecciones enredándose en sus propias palabras, pues a la vez dice confiar en la legalidad, cuando ésta no está definida por quien tiene tal función. ¿Podrá entender que lo que el IFE le regaló se lo puede quitar el TEPJF? Desde esa posición ha rechazado la posibilidad misma de suscribir el recuento del voto por voto, casilla por casilla. Lo dicho: ¿a qué le teme?
De la tercera asamblea informativa ya se está regateando todo en algunos medios impresos y electrónicos, desde el número de sus cientos de miles de participantes hasta las medidas anunciadas. Ahora pretenden sustentar el absurdo de que no son pacíficos los integrantes del movimiento voto por voto, les resulta imposible asumir que el derecho a la protesta es un ejercicio constitucional y legítimo tanto como las gestiones legales que, en paralelo y con toda solvencia jurídica, se presentaron al tribunal.
Resulta además maniqueo que los panistas y algunos analistas pretendan negar que es legal demostrar que fue en la elección para presidente de la República donde se aplicaron las medidas de distorsión de las cifras y no así en las relativas a diputados y senadores, cuyos resultados muestran claramente la tendencia natural de que el candidato a la presidencia jaló votos en cadena, resultando, de manera extraña, con menos votos que los de aquéllos.
La moneda está en el aire, el TEPJF tomará una decisión que ojalá hermane la legalidad con la legitimidad; por lo pronto López Obrador está demostrando congruencia frente a los amplios sectores sociales que han visto en él un espacio de esperanza para avanzar hacia una auténtica transición democrática, toda vez que la de 2000 resultó vacía.
Etiquetas: Opinión
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