jueves, agosto 17, 2006

Avanza la descomposición

Avanza la descomposición

Conforme se aproximan las fechas de un relevo presidencial absolutamente incierto, el grupo en el poder se enfrenta a signos crecientes de ingobernabilidad y al incremento de su propia descomposición. El conflicto de Oaxaca trasciende ya con amplitud el movimiento magisterial y llega a nuevas cotas con el paro indefinido de médicos y enfermeras y con los bloqueos a sucursales bancarias. En la capital de la República, el movimiento de resistencia civil en demanda de un esclarecimiento electoral se enfrenta a señales disociadas por parte del panismo gobernante: mientras que por un lado líderes del blanquiazul hablan de "contactos" con dirigentes de la coalición, el gobierno federal amaga a los manifestantes con el emplazamiento de tanquetas en las calles, en lo que constituye un alarde de capacidad ­y acaso de disposición­ represiva que no se había visto en la ciudad de México desde hace muchos años.

Diríase que, con las insinuaciones de diálogo, el panismo hecho gobierno pretende poner un contrapeso ante la opinión pública a la facilidad inicial con que cedió a la tentación represiva, el lunes pasado, en las inmediaciones del Palacio Legislativo de San Lázaro. Pero podría pensarse también que el gobierno de Vicente Fox, que nunca se caracterizó por la coordinación y la sintonía entre sus integrantes, ha llegado a un nuevo y peligroso grado de desorden e indisciplina interna.

Por otra parte, resultan sorprendentes, por decir lo menos, los súbitos alineamientos del titular del Ejecutivo federal y de elementos de su partido con los rescoldos más corruptos e impresentables del priísmo. Si hace unos días Felipe Calderón presumía sus vínculos con instancias proverbiales del charrismo sindical, representadas, entre otros, por Víctor Flores y Elba Esther Gordillo, ahora el presidente Fox estrecha filas con Mario Marín, el repudiado góber precioso; desde Acción Nacional se envía balones de oxígeno al acorralado Ulises Ruiz, todavía gobernador de Oaxaca, y en Chiapas, en donde la descomposición afecta al conjunto de los actores políticos, panistas y priístas tejen una alianza para cerrar el paso a como dé lugar al candidato perredista a la gubernatura de esa entidad.

En suma, desde el Ejecutivo federal se busca ahora apuntalar a los residuos del poder priísta, en maniobras de intercambio de favores que, lejos de consolidar la estabilidad, evidencian el aislamiento del grupo gobernante y acentúan su descomposición y su descrédito ante la sociedad. Así, de paso, en las postrimerías del foxismo, se demuestra por enésima ocasión que en la transición presidencial de hace seis años no hubo un cambio sino un reacomodo del sistema político, en el cual las impunidades, las complicidades, la corrupción, y acaso también la subcultura de la manipulación electoral del viejo régimen, fueron trasvasadas, casi intactas, al que se denominó a sí mismo gobierno "del cambio".

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