viernes, julio 29, 2022

AFRODESCENDENCIA

(Grabado "Baile de Esclavos", autor anónimo, época colonial)

Esta entrada debería ser leída escuchando la versión de Amparo Ochoa de "El Negro Manuel Antonio" de Nicómedes Santa Cruz.

 La población afrodescendiente en México ha sido históricamente invisibilizada, en buena medida por la visión vasconcelista que reducía la identidad nacional a una “raza cósmica” producto del mestizaje entre “lo indígena” y “lo europeo” (que ya de entrada es profundamente racista, pues reduce el rico abanico multicultural de los distintos pueblos indígenas a una única visión simplista), negando otras raíces culturales como la oriental o la árabe o la africana.

            Tal ha sido esta invisibilización que no fue hasta 2018 en que se reconoció a la población afromexicana como una etnia por derecho propio y, aún así, no han faltado voces que insisten en negarles algo tan fundamental como su propia historia.

            Ello sucede ya sea desde la academia, como en el caso de Úrsula Camba del Colegio de México y desde la “intelectualidad” mediática, como el caso de Pablo Majluf, que con tal de negar el racismo actual en México, insisten en una versión edulcolorada de lo que fue la llegada y vida de la población esclavizada durante el periodo colonial.

            En su absurda visión, la población esclavizada “no vivía tan mal” ya que sus “amos” les procuraban techo, alimento y hasta vestidos “elegantes”, ya que la posesión de esclavos era considerada un símbolo de estatus, por lo que procuraban tenerles “en buenas condiciones”.

            El problema es que esta versión se centra únicamente en la esclavitud dedicada al servicio doméstico en las urbes (la mayormente retratada en los óleos novohispanos, que parecerían ser la única fuente histórica que estes especialistas consultan) y sólo en la visión que los “amos” perpetuaban de ésta (“amos” que, finalmente, eran quienes pagaban por los idílicos óleos que gente como Camba y Majluf ven como “verdad irrefutable”), obviando, por supuesto, que la esclavitud doméstica urbana era, si acaso, una mínima parte de lo que fue la población esclavizada en los territorios de la Nueva España y la Capitanía de la Gran Yucatán.

            Poco más de 12 millones de personas fueron sustraídas de África para ser vendidas en las colonias de América, de éstas sólo unas cuantas miles terminaron en el servicio doméstico en las urbes, la mayoría terminó en labores agrícolas y mineras en condiciones mucho más precarias que las registradas en las pinturas al óleo que adornaban las casas de los conquistadores europeos.

            Es justamente de estas plantaciones y minas que escapan la mayoría de les esclaves que fundaron los palenques cimarrones en lugares como Veracruz, Oaxaca o Guerrero. Esclaves evadides que, finalmente, obligaron a las autoridades coloniales a reconocer algunos municipios de africanes libres, como San Lorenzo en Veracruz; la primera comunidad de esclaves libres en toda América (reconocida por el Virreinato en 1609).

            Aunque el reconocimiento de la independencia de México trajo consigo la abolición de la esclavitud, la situación de la población afrodescendiente no mejoró demasiado. Aún así, la promesa de que tode esclave que llegara a territorio mexicano sería emancipado, provocó que algunes de quienes huían de la esclavitud en los estados confederados de Estados Unidos emprendieran el camino al Sur en lugar de hacia el Norte, lo que dio origen a un importante núcleo de población afrodescendiente en el territorio de la actual Coahuila (les mascogues).

            Toda esta historia es negada por la gente como Camba y Majluf y es justamente esta historia la que debe ser rescatada y contada, por el mínimo sentido de justicia.

 Mario Stalin Rodríguez

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