Apuntes 08
INGER DECAZUT
Les vampires existieron. No como les pintan las leyendas o la literatura, pero todas las leyendas y la literatura que de ellas emanó, tuvieran su origen en les vampires reales.
En
esta lógica, les vampires serían una rama en el árbol evolutivo de la humanidad
que, como ocurrió con muchas otras ramas, no pudieron combatir con les homo
sapiens y, finalmente, fueron absorbides por la especie dominante.
No
es extraño, al contrario de lo que sugiere el infantilismo; lo cierto es que
les homo sapiens no “aniquilaron” a otras especies de homínides, como les
neandertales, sino que las absorbieron (la inmensa mayoría de la humanidad
tiene genes neandertales en su ARN, lo que habla mucho más de un proceso de
mestizaje que de un “exterminio”) y esto ocurrió con les vampires.
Así que les vampires existieron.
No
podían transformarse en niebla, pero si contaban con mecanismos de mimetismo
que les permitían “fundirse” con el ambiente, mecanismos que, obviamente, eran
mucho más eficientes en condiciones de poca luz y/o baja visibilidad (como un
entorno neblinoso).
Tampoco
podían transformarse en murciélagos u otros animales, pero sí ejercer cierta “fascinación” natural sobre
otras criaturas, lo que les permitía controlar limitadamente a algunos
animales, ya fuera para valerse de éstos o como víctimas (de aquí surge,
también, el mito de su poder de hipnosis sobre las personas).
Tampoco
volaban, pero sí contaban con ciertas adaptaciones naturales que les permitían,
dependiendo de las condiciones ambientales, flotar hasta cierta altura (aunque difícilmente
podían controlar aspectos como la dirección y velocidad de desplazamiento, por
lo que es probable que esta habilidad se usara muy raramente para “volar” y
mucho más para “controlar” caídas desde gran altura).
Como
sucede con muchas otras especies super-especializadas, estas habilidades
estaban acompañadas de una serie de limitaciones, lo que explicaría la sensibilidad
a la luz, algunas especies vegetales y metales, entre otras “debilidades” que
las leyendas exageran.
También,
al tener un ciclo de vida mucho más prolongado que el de otras especies de homínides,
lo mismo ocurría con sus ciclos reproductivos, por lo que la mayoría de sus
individues pasaban su muy larga vida sin tener descendencia. De ahí que sus comunidades
fueran siempre muy limitadas y tendieran a la disminución.
Conforme
les homo sapiens se expandían desde África y hacia el reto de la orbe, el
mestizaje con otras especies de homínides fue común, entre éstas les vampires.
Sin embargo, les individues productos de esta unión no conservaban la totalidad
de las habilidades vampíricas y, conforme las generaciones pasaban, éstas
llegaban a perderse por completo.
Si
bien un vampire no podía “convertir” a una persona, sí es probable que la
ingesta de la sangre de une individue pure de raza vampírica, despertara las
habilidades de alguien que descendiera del mestizaje entre vampires y homo
sapiens (lo que, dependiendo de cada persona y la situación particular, podía
dar píe a individues completamente salvajes, que en la leyenda se nombrarían
como “ghouls”).
Sí, les vampires existieron, pero nunca
fueron numeroses y les últimes que conservaban todas sus habilidades completas murieron
en algún momento de la edad media europea (si existían grupos aislados en otros
continentes, es probable que también fueran absorbidos por el avance de la
humanidad).
En
la extinta Unión Soviética existía un programa de investigación sobre esta
especie, que intentaba rastrear la presencia de genes vampíricos en personas y
el cómo activar en éstas las habilidades que las leyendas les atribuían. Nunca
se logró gran resultado, sobre todo por las limitaciones tecnológicas para
identificar los genes vampíricos de manera fiable.
Tras
la caída del bloque soviético y en medio del caos administrativo, político y
económico que ello trajo consigo, los datos de la investigación cayeron en
manos de un contratista militar estadounidense, cuyo laboratorio logró
identificar una fuerte concentración de genes vampíricos en una familia de
Europa del Este.
Lamentablemente,
la mayoría de la familia había muerto durante los conflictos que azotaron aquella
región tras la caída de la Unión Soviética, quedando una única sobreviviente;
la joven Inger Decazut*, quien hacia su noviciado en un convento enclavado en las
montañas.
Sin
familia que preguntara por ella, fue secuestrada y sometida a múltiples
experimentos para tratar de despertar las habilidades vampíricas de su herencia,
haciéndola perder por completo su cordura en el proceso.
La historia, pensada originalmente en los
primeros 90 del siglo pasado, se inscribía en el mismo arco que la de les Kutawala y la Pierrot ya presentadas en estos bites, abordaría, en un principio, el proceso a través
del cual Inger va recuperando poco a poco su cordura.
De
hecho, toda la historia de la personaje empezó con una escena; una luz se acercaba
a través de la oscuridad, hasta que iluminaba el cuerpo desnudo de una mujer,
quien yacía en una celda con el piso cubierto de paja y cadáveres de rata. Al
ser iluminada, le gruñe a su captor (de ahí la imagen que encabeza estas líneas... Bueno, la verdad, por eso y porque se acerca una fecha MUY IMPORTANTE).
A
la larga, su historia se cruzaría con la de les personajes ya presentades y de
otres de quienes ya iré hablando más adelante, para definir “el destino del
universo”.
Si
llegara a retomar su historia (y me gustaría hacerlo, porque en verdad me
gustaba bastante todo el contexto que le di a les vampires), muy probablemente
actualizaría ciertos tiempos, pero el tono y los rasgos generales se
mantendrían (salvo la parte de “definir el destino del universo”, probablemente).
Mario
Stalin Rodríguez.
*Según yo, “Inger Decazut” debe ser rumano
y traducirse como “Ángel Caída”, que me parecía cumplía con el requisito de
sonar como nombre de Europa del Este y describía muy bien a una monja que se
transformaba, contra su voluntad, en vampiresa.
Etiquetas: LOV, tratado sobre la necedad
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